martes, 17 de mayo de 2016

Feliz cumpleaños, con perdón

Esta semana cumplen años varias personas amigas. ¡Pura coincidencia! Se ve que mayo es un mes fecundo. A través del correo electrónico o de Facebook les mandaré un mensaje de felicitación. En algún caso, las llamaré por teléfono. Aunque me suena a tópico gastado, les diré –incluso les tararearé– el inevitable Cumpleaños feliz. O Happy birthday. O Buon compleanno. E incluso Parabéns a você. Después me quedaré con cara de tonto. ¿Qué significa cumplir años? ¿Por qué este hecho se debe calificar de feliz si no sabemos si realmente lo es? ¿O se trata de un deseo? Si me atengo al Salmo 89, 10, tendría que confesar que “aunque uno viva setenta años, / y el más robusto hasta ochenta, / la mayor parte son fatiga inútil, / porque pasan aprisa y vuelan”. Después de semejante declaración, se le quitan a uno las ganas de soplar las velas de la tarta.

En sentido estricto, cumplir un año significa que durante 365 días has dado gratis una vuelta alrededor del Sol a lomos de este formidable vehículo esférico que llamamos planeta Tierra. Lo cual no está nada mal dados los tiempos que corren. Si has conseguido hacerlo sin marearte, mereces un premio porque has orbitado a 29,8 kms. por segundo; o sea, a unos 108.000 kms. por hora. En comparación con el globo terráqueo, los coches de Fórmula 1 son unos ridículos caracoles. Cuando se traspasa la bandera que señala el fin de la vuelta anual, muchas personas se sienten contentas. Se les antoja un triunfo porque han sobrevivido a las muchas contingencias que suelen ocurrir en un año. ¡Enhorabuena! Vivir para contarlo. 

A otras, por el contrario, les parece un pétalo menos en la margarita de su vida, una etapa volante que anticipa la meta final. Como este asunto tiene algo de sacro (porque nos sitúa en el misterio de la vida, con su belleza y su límite), exorcizamos el miedo a base de ritos que siguen una pauta consabida en cada cultura. En la nuestra suele haber una tarta de por medio, algunas velas un poco ridículas, quizás unos regalos de poca monta y el inevitable Happy birthday to you cantado con unas voluntariosas voces desafinadas. ¡Que conste que me someto volentieri a este rito las veces que haga falta!

Pero, ¿qué es lo que me gustaría decirles, en realidad, a mis amigos que cumplen años si se me permitiera salirme un poco del guion y si encontrara la oportunidad para hacerlo? Me gustaría decirles algo como esto:
  • Me alegro de que hayas llegado hasta aquí sin tirar la toalla, a pesar de que durante los últimos 12 meses no han faltado ocasiones para hacerlo.
  • Me alegro de que hayas mantenido abierta, un año más, la línea de comunicación a través de la cual hemos compartido momentos intensos y también la belleza de la cotidianidad.
  • Me alegro de que no disimules el envejecimiento sino que lo aceptes como proceso normal de la vida, tratando de acomodarte a las características de cada etapa. No me gustan los amigos de 30 años que parece que tienen 50 ni los de 60 fingiendo una juventud que se ha evaporado.
  • Te agradezco que mires el pasado sin nostalgia y sin resentimiento, sin la necesidad de tener que ajustar cuentas con la vana confianza de que entonces todo irá mejor.
  • Te agradezco que contemples el futuro con la serena esperanza de quien sabe que nuestra vida descansa en Dios y que su intensidad no se mide por el número de años sino por el amor regalado. No hemos sido creados para durar –como si fuéramos pilas Duracell- sino para vivir des-viviéndonos.
  • Te agradezco que afrontes el presente con la lógica serena del Padrenuestro, que no le pide a Dios un contenedor de alimentos sino algo más elemental: “Danos hoy nuestro pan de cada día”.
  • Te pido que, sea cual fuere tu situación, no te obsesiones con ser feliz, como si acabaras de leer un manual de autoayuda, sino que afrontes lo que venga con la confianza a la que Jesús nos invita cuando dice: “No estéis, pues, preocupados por el día de mañana, porque mañana ya habrá tiempo de preocuparse. A cada día le basta con sus propios problemas” (Mt 6,34).
  • Te pido que, antes de que sea demasiado tarde, valores cada pequeño detalle de la vida cotidiana: desde el hecho de levantarte y respirar hasta disponer de agua, vivir con personas queridas, realizar un trabajo o darte un paseo contemplando los efectos de la primavera.
  • Te pido que no abuses de la tarta que te han preparado (sobre todo, si tienes alto el índice de glucosa), procures no escupir cuando soplas las velas y no te sientas obligado a sonreír de oreja a oreja si no te sale de dentro.


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