JERUSALEMA |
|
Jerusalema ikhaya lami |
Jerusalén es mi hogar |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Uhambe nami |
Se fue conmigo |
Zungangishiyi lana |
No me dejes aquí |
Jerusalema ikhaya lami |
Jerusalén es mi hogar |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Uhambe nami |
Se fue conmigo |
Zungangishiyi lana |
No me dejes aquí |
Ndawo yami ayikho lana |
Mi lugar no está aquí |
Mbuso wami awukho lana |
Mi reino no está aquí |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Zuhambe nami |
Ve conmigo |
Ndawo yami ayikho lana |
Mi lugar no está aquí |
Mbuso wami awukho lana |
Mi reino no está aquí |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Zuhambe nami |
Ve conmigo |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Zungangishiyi lana |
No me dejes aquí |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Zungangishiyi lana |
No me dejes aquí |
Ndawo yami ayikho lana |
Mi lugar no está aquí |
Mbuso wami awukho lana |
Mi reino no está aquí |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Zuhambe nami |
Ve conmigo |
Ndawo yami ayikho lana |
Mi lugar no está aquí |
Mbuso wami awukho |
Mi reino no está aquí |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Zuhambe nami |
Ve conmigo |
Jerusalema ikhaya lami |
Jerusalén es mi hogar |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Uhambe nami |
Se fue conmigo |
Zungangishiyi lana |
No me dejes aquí |
Jerusalema ikhaya lami |
Jerusalén es mi hogar |
Ngilondoloze |
Sálvame |
Uhambe nami |
Se fue conmigo |
jueves, 5 de noviembre de 2020
Jerusalén es mi hogar
miércoles, 4 de noviembre de 2020
Resisitir en la desgracia
martes, 3 de noviembre de 2020
A vueltas con el horario
En Roma ha
amanecido un día soleado de otoño. Da gusto salir a pasear a las 7 de la mañana. Hoy lo he hecho porque me encuentro en un lugar que me lo permite. Con el cambio de horario que se produjo el último domingo de octubre, a esa hora es ya de día. ¡Cómo cambia nuestro equlibrio personal cuando sabemos y podemos llevar un horario armónico!
lunes, 2 de noviembre de 2020
Recordar y orar
Los discípulos de Jesús no nos limitamos a recordar a nuestros difuntos, sino que oramos por ellos. Recordar significa “pasar por el corazón”, lo que ya supone un paso valiente contra el poder corrosivo del olvido. Pero orar implica confiárselos a Dios, el único que puede hacerse cargo de cada ser humano. Esta mañana, al filo de las 5,30, mientras me preparaba para la oración matutina, he vuelto a hacerme la pregunta que me hago con frecuencia: ¿por qué el ser y no la nada? Como cuando era niño, intento imaginarme un vacío absoluto. No puedo. Enseguida me estremezco. ¿Por qué surgió todo? ¿Dónde y cómo fue? ¿Cuánto va a durar? No sé si vale la pena romperse la cabeza con estas preguntas. Estamos aquí. En un momento dado, sin que nadie nos consultara, nacimos. En otro momento dado, moriremos. ¿Es todo absurdo o responde a algún plan que ignoramos?
domingo, 1 de noviembre de 2020
Felices de otra manera
Cuando utilizaba el término “santo” no se estaba refiriendo a las personas que estaban en el cielo o que habían sido canonizadas siguiendo un procedimiento semejante al que seguimos hoy. Se refería a los cristianos de carne y hueso que vivían en Filipos, Éfeso, Corinto, Colosas y Roma. Esos eran los “santos”, los discípulos de Jesús. El papa Francisco habla en un sentido parecido en su exhortación apostólica Gaudete et Exsultate: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad»” (n. 7). Santos somos y podemos ser todos.