Estamos viviendo una Semana Santa pasada por agua. En las cumbres, el agua se vuelve nieve. Los prados empapados verdean con fuerza. El embalse está a rebosar. No apetece salir de casa. La lluvia y el frío disuaden a muchos de participar en las celebraciones. A falta de manifestaciones callejeras, este año se puede decir que “la procesión va por dentro”. Me impresiona ver en la televisión a muchos cofrades jóvenes llorando por no poder procesionar. Son miles los que han visto frustradas sus esperanzas.
¿Por qué tantas personas sienten la llamada a procesionar tras la talla de un Cristo o de una Virgen? Las explicaciones convencionales (tradición, sentido de pertenencia a un grupo, exhibicionismo, etc.) no acaban de convencerme. Todo gira en torno a Jesús, su Madre y sus apóstoles. Sin ellos, no tendrían sentido estas manifestaciones de fe, devoción y arte. Lo más llamativo es que han experimentado un gran impulso en tiempos en los que otros muchos indicadores hablan de secularización y descristianización. La realidad es más compleja que nuestros análisis. Mientras la liturgia cristiana parece estancarse en un frío ritualismo, estos fenómenos devocionales llegan al corazón de millones de personas. Algo debemos aprender.
La tranquilidad del Sábado Santo nos ayuda a comprender que Jesús no está definitivamente enterrado, que Él tiene muchos modos de hacerse el encontradizo con las personas que lo buscan. No sé si los miembros de su comunidad compartimos su misma audacia. A menudo nos quejamos de que la gente no viene a las celebraciones. Quizá es preciso que antes nosotros vayamos a los lugares donde pasan la mayor parte de su vida. La evangelización es un vaivén constante, un viaje de ida y vuelta.
Mientras repaso estas ideas contemplando la lluvia detrás de los cristales, pienso en los muchos catecúmenos que recibirán esta noche los sacramentos de la iniciación cristiana en distintos lugares del mundo. Es probable que algunos provengan de otras religiones. Otros vendrán de climas familiares y sociales caracterizados por la indiferencia. Todos, en un momento de sus vidas, han visto que Cristo no está muerto, que sigue vivo y puede ser descubierto a través de la fe. Si estas historias siguen sucediendo hoy como en los primeros siglos, ¿por qué vamos a perder la esperanza?
El Sábado Santo no es tanto el día de los que “no saben/no contestan”, sino la estación de espera de aquellos que, como María, han descubierto que Cristo ya ha resucitado en su corazón, aunque no vean a su alrededor muchos signos externos de su presencia. Este día “no litúrgico” es, en realidad, el día en el que celebramos la “liturgia de la espera” para la que la Iglesia no ha previsto ningún rito especial. Basta con que auscultemos los latidos de nuestro corazón, que anhelemos que suceda algo, que nos preparemos para la gran vigilia de esta noche.
Aunque llueva o haga frío, aunque estemos en lugares en los que se celebra con poca solemnidad y belleza, la vigilia pascual es la manifestación de que lo que barruntábamos en nuestro corazón ha sucedido en la realidad. Nosotros, hombres y mujeres de la sociedad digital, pegados siempre a nuestros teléfonos móviles, nos veremos sacudidos por símbolos primordiales (el fuego, la palabra, el agua, el pan y el vino) que nos hablan de un Cristo que es luz del mundo, palabra de vida, agua que limpia y sacia, pan y vino que alimentan el camino de la existencia. Y, a través de estos símbolos primordiales, comprenderemos que Cristo sigue vivo entre nosotros y que merece la pena dejarse alcanzar por Él.
Nos hablas de la “liturgia de la espera” ¡Hay tantas vivencias de “espera” en esta Pascua, en mi entorno! Vivencias que deseo y espero se haga realidad lo que nos comentas: “Basta con que auscultemos los latidos de nuestro corazón, que anhelemos que suceda algo, que nos preparemos para la gran vigilia de esta noche”.
ResponderEliminarDeseo y espero que a través de todos los símbolos y lecturas de esta noche, “comprenderemos que Cristo sigue vivo entre nosotros y que merece la pena dejarse alcanzar por Él.”
Gracias Gonzalo, que puedas celebrar, con la fuerza que nos transmites, que Cristo sigue vivo entre nosotros, con el símbolo del Cirio Pascual… Buena Pascua… En la distancia Él nos une.
Gracias Gonzalo, desde Mendoza.
ResponderEliminar