sábado, 23 de marzo de 2024

Caigo contigo para que te levantes conmigo


A la hora de empezar el Viacrucis nocturno por las calles de Vinuesa hacía una temperatura suave, de primavera aún tierna. A la luna le faltaba poco para ser llena, lo que conseguirá el próximo lunes. Niños, adolescentes, jóvenes, cofrades y personas mayores recorrimos las calles del casco antiguo durante una hora. Nos detuvimos ante cada una de las catorce estaciones situadas en algunas casas de la villa. La buena megafonía ayudaba a oír con nitidez las oraciones, cantos y meditaciones. 

Me sorprendió la belleza y actualidad de los textos. Luego supe que algunos se habían usado en la JMJ de Lisboa el pasado verano. Los jóvenes que los leían estaban poniendo carne a muchas de sus experiencias. En el bosque de palabras, me llegó al corazón la frase que encabeza la entrada de hoy y que un joven leyó en la novena estación. Para darle su justo sentido hay que ponerla en labios de Jesús: “Caigo contigo para que te levantes conmigo”. Me pareció grandiosa.


Jesús -el de las tres caídas del Viacrucis- cae con nosotros cada vez que caemos. Cae cuando reincidimos en nuestras adicciones. Cae cuando incumplimos nuestros compromisos. Cae cuando nos cansamos de creer. Cae cuando mentimos, calumniamos o insultamos. Cae, en definitiva, cuando nos venimos abajo por nuestra fragilidad. Me gusta creer en un Jesús que no contempla nuestras caídas desde lejos, aunque sea con un corazón compasivo, sino que prueba en sus carnes el dolor de caer con nosotros. 

Jesús se hace por un momento adicto al alcohol, a las drogas, a la pornografía y a las redes sociales. Se mete en la piel de quien no puede más y cede a la tentación de la ganancia fácil, la corrupción y la mentira. Desciende ante el foso de nuestras traiciones e incoherencias. Sabe, en definitiva, qué sentimos los humanos cuando, después de haber soñado una vida distinta, caemos en las mismas trampas de siempre y a menudo tiramos la toalla.


Pero hay una segunda parte que no tiene precio. El mismo que se rebaja hasta la hondura de nuestra miseria es el que nos da la mano o carga con nosotros en el viaje de ascenso. Jesús no se queda prisionero de nuestras caídas, sino que nos ayuda a levantarnos antes de que la humillación deteriore nuestra dignidad. Él no ve nuestro pasado, sino nuestro futuro. No ve lo que hemos sido, sino lo que podemos llegar a ser con su gracia. El juego del “contigo” (en la caída) y “conmigo” (en el ascenso) me parece una hermosa manera de expresar la dinámica cristiana. Anoche lo vi con mucha claridad. 

De regreso a casa, contemplando la luna casi llena, caí en la cuenta del poder que tienen las palabras. Por eso, necesitamos pensarlas bien, cincelarlas, regalarlas. Con ellas podemos destruir a una persona o levantarla de su postración. Un sencillo Viacrucis popular me resultó más elocuente que muchas homilías.

2 comentarios:

  1. “Caigo contigo para que te levantes conmigo”. Palabras que me han marcado profundamente… me las he repetido varias veces a lo largo del día… Sé que con ellas, en mi, se abre todo un abanico que en estos momentos no soy capaz de expresar.
    Muchísimas gracias Gonzalo por compartir con nosotros el impacto que te han producido.

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