viernes, 3 de febrero de 2023

¿Quién me ha robado la leche semidesnatada?


La anécdota corre de boca en boca entre los que la oyeron directamente de labios de un director de ejercicios espirituales y quienes la han difundido añadiendo detalles de su cosecha. También yo me permito alguna licencia literaria para acomodarla al propósito de la entrada de hoy. Debo confesar que la mía es una versión de versiones. No estoy seguro de que el jesuita que la contó por primera vez se reconociera en todos los detalles. Son los riesgos de la tradición oral. De todos modos, la esencia permanece. Vayamos al grano sin más preámbulos. 

Había una vez un jesuita muy “espiritual” que se levantaba siempre una hora antes que los demás para tener su tiempo personal de oración. Participaba después en la oración comunitaria con fervor. Proseguía con la celebración de la Eucaristía. Y, por si la Eucaristía no fuera suficiente “acción de gracias”, se quedaba media hora más en la capilla para dar gracias a Dios por la “acción de gracias”. Al cabo de dos horas y media después de levantarse, se dirigía al comedor de la comunidad para tomar el desayuno. Todos los días se repetía con regularidad kantiana el mismo ritual.


Pero llegó un día en que el piadoso jesuita bajó al comedor de la comunidad, abrió el frigorífico y -¡oh sorpresa!- no encontró el tetrabrik con “su” leche semidesnatada. Entonces, en un arrebato de ira, rompió en improperios: “¿Quién ha sido el hijo de puta que me ha robado la leche semidesnatada?”. [Aquí el lector puede añadir con libertad las palabrotas que juzgue especialmente malsonantes]. Como nadie de sus hermanos se daba por aludido, empezó la lista de acusaciones: “¿Es que el gilipollas del ecónomo no sabe que yo siempre desayuno leche semidesnatada? ¿En qué está pensando esta estúpida cocinera que no se preocupa de meter un cartón de leche semidesnatada en el frigorífico antes de terminar su jornada? ¡Hace tiempo que tendríamos que haberla despedido!”. 

Los improperios fueron creciendo en intensidad, grosería y volumen. Los demás hermanos a duras penas podían contener la risa. [Conviene notar que el piadoso religioso remarcaba a cada paso la palabra “semidesnatada”]. En el frigorífico había varios cartones con leche entera y leche desnatada. El viejo jesuita podría haber abierto cualquiera de ellos sin mayores problemas, pero lo que él demandaba como un derecho inalienable era su acceso a la leche “semidesnatada”. Sabiendo su necesidad imperiosa de este producto, ¿quién se había atrevido a llevárselo o a no reponerlo a tiempo? ¿Quién?


La moraleja salta a la vista. Dos horas y media de ejercicios piadosos practicados con regularidad todos los días del año no fueron suficientes para controlar sus manías neuróticas y moderar su reacción desproporcionada y -digámoslo sin censura- ridícula, infantil e inútil. No añado escandalosa porque sus compañeros de comunidad procuraron hacer una interpretación benévola, aunque, como es natural, además de contener la risa, debieron de pensar lo que tú y yo, querido lector, estamos pensando. A veces, no hay nada más inútil, más desencarnado y más dañino que una espiritualidad desconectada de la vida y falsamente espiritual. ¿De qué sirve multiplicar las prácticas piadosas si uno no ha aprendido a conocerse a sí mismo y a trabajar las bases antropológicas y psicológicas de una espiritualidad madura y humanizadora? La gracia no suple a la naturaleza, la perfecciona.

El tetrabrik de leche “semidesnatada” (insisto en lo de semi) acaba convirtiéndose en un símbolo de las falsas espiritualidades que circulan por ahí y que reducen la experiencia de Dios a la práctica obsesiva de una serie de ejercicios piadosos que apenas rozan las entretelas de la propia vida. A primera vista, quienes las siguen pueden parecer personas muy espirituales, pero, bajo la apariencia de piedad y de aceptación popular, esconden muchos desequilibrios e incluso patologías. Luego, al cabo del tiempo, pasa lo que pasa. 

Un poco antes de teclear esta entrada he leído una noticia que me ha dejado pensativo y que parece ir en esta misma línea. No siempre la realidad coincide con las apariencias. Por eso, antes de emitir un juicio de santidad sobre cualquier persona viva, por popular que sea, es mejor preguntarse cómo reaccionaría en el caso de que no hubiera en el frigorífico de su casa un tetrabrik de leche “semidesnatada”. Aun a riesgo de ser tildado de obsesivo, insisto en lo de semi. El test no falla.

1 comentario:

  1. Si vamos más relajados por la vida, podemos percibir mensajes que de otra manera nos pasan desapercibidos… Este artículo de la leche “semi-desnatada”, aparte de ser divertido si nos miramos la parte cómica, nos lleva un sinfín de mensajes. ¡Cuántas veces, no sabemos aprovechar aquello que interiorizamos!
    En cuanto a la noticia a la que te refieres, me ha venido a la mente el refrán que había escuchado muchas veces de que: “no todo es oro lo que reluce” y que comentas con esta otra: “No siempre la realidad coincide con las apariencias”… Sorprende ir descubriendo como se ha vivido, parece imposible. Todo este tema me lleva a la pregunta: “¿qué es lo que estamos soñando?” La sociedad en general, “¿está sana o enferma?” Leemos varias veces que Jesús “vino a sanar”.
    Gracias, por los mensajes que vamos descubriendo al ir leyendo, con atención, esta entrada,

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