viernes, 10 de febrero de 2023

Aprender a comunicar mejor


Hay culturas que hacen de la cortesía un valor supremo. Es muy raro, por ejemplo, que en mitad de una comida un filipino o un asiático en general se dirija a ti diciendo: “Pásame el agua”. Lo más probable es que te diga algo parecido a esto: “Por favor, ¿podrías pasarme el agua?”. Si estás comiendo con españoles y hay mucha confianza, no es extraño que uno se limite a decir: “Agua”. O que señale la jarra o la botella con el dedo sin proferir una sola palabra.

Cuando veo algunas sesiones en el parlamento de mi país o sigo algunas tertulias en televisión, me sorprendo de la falta de cortesía y aun de la agresividad verbal. Las personas se quitan la palabra, utilizan vocablos gruesos, emiten juicios severísimos sobre los demás y crean una atmósfera conflictiva. Este estilo violento de comunicación acaba contagiándose a la vida social y familiar. Pareciera que siempre hablamos enfadados.

Lo he recordado hoy al escuchar la lectura breve de laudes: “Malas palabras no salgan de vuestra boca; lo que digáis sea bueno, constructivo y oportuno, así hará bien a los que lo oyen. No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios con que él os ha sellado para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.” (Ef 4,29-32). San Pablo nos invita a practicar una comunicación constructiva, oportuna y comprensiva. 


Para poner en práctica estas recomendaciones, todos necesitamos aprender el arte de la comunicación compasiva. Este ha sido precisamente uno de los contenidos de nuestro taller de liderazgo. En él hemos aprendido que una comunicación compasiva se basa en cuatro principios:

  • Observación sin juicio. No es lo mismo decirle a una persona “Eres un irresponsable porque siempre llegas tarde al trabajo” que decirle “He observado que los lunes sueles llegar media hora tarde al trabajo”. En el primer caso emitimos un juicio ético. En el segundo, nos limitamos a constatar un hecho observable.
  • Expresar los propios sentimientos evitando hacer juicios condenatorios de los demás. No es lo mismo decir “Tu tardanza habitual me enoja” que decir “Estoy preocupado porque no sé si hay alguna razón para que llegues tarde al trabajo los lunes”.
  • Identificar y expresar los valores que hay en juego. No es lo mismo decir “Estoy enfadado porque eres un irresponsable del que no me puedo fiar” que decir “Es importante que todos los trabajadores lleguemos puntuales para poder realizar bien nuestro trabajo”.
  • Pedir las cosas con claridad, concreción y cortesía. No es lo mismo decir “Quiero que a partir del próximo lunes me obedezcas” que decir “Por favor, ¿podrías hacer un esfuerzo para llegar todos los lunes algún minuto antes de las 8 de la mañana? Los demás te lo agradecemos”.


En las culturas en las que la cortesía es un valor muy apreciado se entiende con facilidad la importancia de la comunicación compasiva o no violenta. Por el contrario, en las culturas en las que se considera que el valor supremo es la verdad (al menos, la concepción subjetiva de la verdad) esta comunicación compasiva se percibe como demasiado débil o directamente como una rendición ante la verdad. A veces incluso se hace bandera de esta actitud: “La verdad por delante, caiga quien caiga”. Uno siente que actúa como guardaespaldas de la verdad. En su nombre, no tiene reparos en recurrir a la violencia. 

Unos y otros deberíamos detenernos un momento para preguntarnos cómo es nuestra comunicación, a qué valores obedece y qué estilos ha asumido como “normales” cuando tal vez no lo son tanto. Este autoanálisis nos ayudaría a caer de la cuenta de nuestra violencia verbal (a veces revestida de sinceridad o de justicia) o de nuestra hipocresía (a veces revestida de buena educación) y a ir descubriendo el valor transformador de la comunicación no violenta o compasiva. Aunque vivamos en una cultura comunicacionalmente agresiva, podemos crecer en un estilo personal pacífico y pacificador.


4 comentarios:

  1. No es tan fácil aprender la manera de comunicar, sin que el lenguaje se vuelva “agresivo” para el que lo recibe. Este “lenguaje compasivo” es bueno que se aprenda ya de niños, cosa que actualmente no se da como se hacía antes y también se va deteriorando por los modelos que tenemos, incluso a nivel de publicidad y de los medios informativos.
    Gracias por facilitarnos esta pauta de cuatro puntos que nos facilitan el darnos cuenta de cómo es “nuestra comunicación” y también “como recibimos la comunicación de los demás”

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  2. Gemma Ningning Sabio Bongala17 de febrero de 2023, 20:09

    Muchas gracias, P. Gonzalo! Es muy alentador seguir sus consejos. Unidos en la oraciòn!🙏🙏🙏

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  3. Muy interesante,.aprender a ",descubrir, no encubrir" nuestras reacciones frente a la.o las personas con las cuales nos relacionamos. Gracias P.Gonzalo

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  4. Nené Saroba.S.C.Uruguay

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