martes, 11 de enero de 2022

Orar cuando se cree poco

¿Sirve para algo la oración? ¿Pueden orar los que no creen Dios? ¿Qué significa propiamente orar? Preguntas semejantes a estas han cobrado nuevo vigor en este tiempo de pandemia. Ayer mismo, una amiga mía, hospitalizada con Covid, me escribía: “Es uno de los momentos en que me sale decirle al Señor que me estoy ahogando”. Y añadía: “Es que empiezo a sentir mucha rabia... Ya sé que otros lo pasan peor, pero no hay derecho a tanto problema seguido”. Me impresionó ese “no hay derecho”, como si la enfermedad fuera una puñalada a traición en la vida de alguien que ha procurado cuidarse y cuidar con esmero a los demás. En medio de su impotencia sentía que la oración no sirve para nada, pero al mismo tiempo no renunciaba a seguir orando, aunque fuera bajo la forma de queja. Recordé entonces unas palabras del teólogo alemán Friedrich Heiler (1892-1967) escritas un poco antes de su muerte y que reproduzco en su integridad:

“Por muy agudas que puedan ser las objeciones planteadas por el intelecto racional a la oración, por muy justificadas que puedan ser las críticas dirigidas a concepciones de la oración profundamente supersticiosas e indignas de Dios, la oración tiene raíces tan sólidas y profundas en el corazón del ser humano, es algo tan natural, esencial profundamente humano, que resulta indestructible”.

Y Karl Rahner (1904-1984), por su parte, escribía algo parecido:

“Hay una historia de la oración, que es tan amplia, tan vasta y tan larga como la historia de la humanidad. Tal oración puede asumir en el curso de la historia las formas más extrañas, puede adentrarse por caminos equivocados, tanto en lo que se refiere a su contenido concreto como a su interlocutor. A pesar de todas las degeneraciones a las que se ha enfrentado y de las figuras que ha adoptado a lo largo de la historia, sigue siendo todavía ese proceso misterioso en el que un ser humano se abre con confianza, expresamente, temáticamente, al misterio último de su existencia como tal”.

Así entendida, como apertura al misterio último que envuelve la existencia, la oración es un fenómeno universal. Hasta las personas que no creen expresamente en Dios pueden orar y, de hecho, oran. Todo ser humano es orante como es respirante. Lo es sin darse cuenta. Lo necesita para seguir existiendo. He vuelto sobre este asunto tras leer un interesante texto escrito por el cardenal italiano Carlo Maria Martini y tres amigos suyos: Mario Trevi (psicoanalista), Roberta De Monticelli (profesora de filosofía) y Shoten Minigishi (monje budista japonés). Sus testimonios están recogidos en el libro titulado “La oración de los que no creen. ¿Se puede rezar sin fe?”, publicado en español por la editorial Temas de Hoy hace veinte años. Su lectura es bastante compleja. No sé si a muchos lectores de este Rincón se les puede caer de las manos. En cualquier caso, ayuda mucho a reflexionar sobre la oración en el mundo en el que vivimos.

Al final, usando una trilogía propuesta por el mismo Martini, se trata de un itinerario vital que pasa de la razón (ratio) a la oración (oratio) y desemboca en la adoración (adoratio). La oración, pues, no es un fenómeno irracional que repugne al hombre contemporáneo, sino una experiencia que traspasa la racionalidad y nos coloca “con el alma postrada” ante el umbral del Misterio que sostiene el universo. El creyente lo adora como Dios. El no creyente lo vislumbra como hipótesis y tal vez como fundamento.

La sociedad de la información no nos deja mucho tiempo para reflexionar sobre estos asuntos, que parecen destinados a mentes ociosas. La pandemia, sin embargo, nos ha obligado a desempolvarlos, a preguntarnos de nuevo si estamos abandonados a un destino ciego (y, por lo tanto, no debemos preocuparnos y mucho menos orar) o, más bien, estamos sostenidos por un Amor que abre la existencia a una nueva dimensión. Y, entonces, la oración es el respiro del alma. Que cada uno apele a su experiencia.


2 comentarios:

  1. Respiro del alma. Que hermoso respirar de esta manera. Feliz dia Gonzalo.

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  2. Quizá, por el hecho de relacionar el término "Orar" con "Religión", surgen ciertas dudas de si "se puede orar sin creer". El acto de orar es tan humano, tan natural que no hace falta creer sino el mero hecho de querer encontrarse con lo más profundo de la existencia, llámese Dios, Ser Supremo, Divinidad, etc.

    Saludos y un venturoso 2022 Gonzalo.

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