miércoles, 4 de agosto de 2021

Historia de un cura de hoy

Muchas personas tienen curiosidad por conocer cómo es la vida de un cura... por dentro. Lo ven celebrando misa, hablando con la gente, realizando diversas tareas, pero no siempre tienen la posibilidad de conocer su alma. Hoy, memoria de san Juan María Vianey, patrono de los sacerdotes seculares y de los párrocos, quiero dar las gracias a mis amigos sacerdotes. Soy consciente de que su reputación está en entredicho. Se han multiplicado las historias de curas abusadores, se difunden ejemplos de doble vida, se cargan las tintas contra la hipocresía clerical, se denuncian algunos privilegios trasnochados, se sospecha sobre la autenticidad de un estilo de vida que parece ir a contracorriente. ¿Cómo se puede soportar esta tensión sin venirse abajo? ¿Quién se va a animar a abrazar este estilo de vida en un contexto como el actual? 

Por otra parte, lo que hace difícil e incluso heroica la vida de un cura secular no es la multiplicación de trabajos, la soledad o la escasez de recursos económicos, sino la sensación de que pocas personas aprecian su ministerio. Cuando se cierne la sombra de la inutilidad, el cura puede acabar derrotado. Es claro que cuando uno está enfermo, acude al médico; si tiene un problema con las tuberías de casa, llama al fontanero; para los problemas legales, cuenta con la ayuda de un abogado; contrata los servicios de un asesor financiero si piensa hacer alguna inversión importante; en momentos de crisis o depresión busca la ayuda de un psicólogo…, pero casi nunca recurre a un cura, a no ser para la celebración de esos pasajes vitales que se ritualizan con algunos sacramentos.  ¿Para qué sirve un cura? La pregunta no es retóricamente utilitarista. Se refiere a los fundamentos de un estilo de vida admirado y criticado a partes iguales. 

He hablado de esta cuestión con algunos amigos míos que son sacerdotes seculares. Lo que los mantiene, a pesar de los pesares, es la experiencia de sentirse sostenidos por Dios como una mediación suya para estar cerca de la gente. Es probable que, desde el punto de vista teológico, esta respuesta sea incompleta, pero tiene una gran fuerza motivacional. En las antiguas sociedades marcadas por la cristiandad, era muy fácil saber en qué consistía ser cura. Tanto desde el punto de vista dogmático como social, su figura estaba muy bien delineada. Todos la reconocían con respeto, incluso aquellos que tenían motivos para criticarla. En las sociedades pluralistas y abiertas como las actuales, no es fácil ubicar una figura que parece no responder a ninguna de las necesidades que la gente percibe como urgentes. 

Para la Iglesia católica, el ministro ordenado es el hombre de la Palabra, del sacramento y del cuidado pastoral. ¿Necesitan los hombres y mujeres de hoy la Palabra de Dios y alguien que la anuncie? ¿Necesitan la fuerza de los sacramentos, sobre todo de la Eucaristía? ¿Necesitan un acompañamiento cercano para recorrer el camino de la fe en comunidad? Cuando empezamos a percibir que también estas son “necesidades” humanas, entonces intuimos el significado de este ministerio eclesial. Lo que ocurre es que esto hay que combinarlo con otros muchos factores que no son fácilmente integrables. Por eso, nuestros curas, demás de ser guías de nuestras comunidades, son también hermanos que necesitan ser escuchados, comprendidos, ayudados y acompañados. No abunda entre los cristianos esta mentalidad. Quizá por eso es tan difícil que surjan nuevas vocaciones entre nuestros jóvenes.

Creo que, frente a las historias deplorables de curas infieles (tan aireadas por los medios de comunicación), es necesario contar historias de curas fieles, sencillos, entregados, apasionados por Dios y por la gente. Conozco muchas de primera mano. Sigo recomendando la lectura del Diario de un cura rural del escritor francés Georges Bernanos (1888-1948) o el visionado de la serie inglesa Broken. Y, por supuesto, una conversación franca con algún cura de nuestro entorno (párroco, amigo, conocido) que nos permita conocer por dentro cómo vive, cuáles son sus verdaderas motivaciones, qué necesidades tiene, qué dificultades debe afrontar, cómo podemos ayudarle. Ninguna novela, serie de televisión o estudio pueden sustituir la fuerza transformadora de una conversación a tumba abierta. 

Creo que, en buena medida, los tópicos que hoy se difunden acerca de los curas se deben a una gran desinformación. Muchas personas se guían solo por lo que leen o por algunas historias escandalosas. Por su parte, muchos curas son muy celosos de su intimidad y se prestan poco a abrir de par en par las puertas de su casa y, sobre todo, de su alma. Creo que la única forma de superar estas dificultades es una comunicación sincera y respetuosa que permita conocer la realidad como es y ayude a afrontar las dificultades con responsabilidad.

Os dejo con un vídeo de diez minutos en el que el cura australiano Rob Galea cuenta algo de su vida. Está en inglés, pero se puede seguir con los subtítulos en español. Se une a las entradas que he dedicado a otros curas como los italianos Marco Pozza o Alberto Ravagnani. En cada país, en cada pueblo o ciudad, hay curas que, sin ser famosos como los anteriores, constituyen un verdadero testimonio de fe, esperanza y amor. Procura descubrirlos. Te invito a que hoy des gracias a Dios por los curas que él ha puesto en tu camino de fe y que pidas por ellos. La intercesión nos libra de prejuicios y nos prepara para una relación abierta y franca. 




1 comentario:

  1. Uno de los problemas actuales, para valorar la vida y función de un cura, en general, es la falta de sensibilidad espiritual y eclesial… Ello también nos afecta en el diálogo con otras personas. Cuando no se siente la necesidad de profundizar que, no sentirla, no quiere decir que no se tenga, se desvaloriza esta vocación de acompañamiento y de acercar a la Palabra y a la Eucaristía.
    Un motivo de dificultad, de los sacerdotes seculares, es la soledad.
    En pueblos pequeños, la función del sacerdote, parece que quede reducida a la Misa del domingo que se va multiplicando por diferentes parroquias a las que tiene que atender y el tiempo no le da para más.
    En el vídeo que nos has dejado, el testimonio de este joven sacerdote habla más que mil palabras. Vive, con pasión, su vocación.
    Gracias por el artículo que escribiste y al cual nos diriges…
    Después de todo, nos llevas a dar gracias por los sacerdotes que hemos ido conociendo y con sus más y sus menos nos han conducido hasta donde nos encontramos… No es fácil acompañar porque tampoco es fácil dejarse acompañar hasta que se ha hecho experiencia de ello.
    Gracias Gonzalo, por toda la información que nos aportas y puede ayudarnos a ampliar nuestra visión del sacerdocio y gracias porque a través del Blog, también es una manera de acompañarnos y de entablar diálogo.

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