martes, 30 de marzo de 2021

Sin tiempo para el amor

Estatua del Papa Luna en Peñíscola, España
Hay textos antiguos que se me han grabado en el alma y que acuden a mí una y otra vez. Uno de ellos, citado muchas veces de memoria, pertenece a una vieja serie de televisión llamada “Paisaje con figuras”. Estaba dirigida por el cineasta Mario Camus con guion del escritor Antonio Gala. La serie se emitió en España a finales de los años 70 y durante algunos años de los 80. Cada capítulo duraba en torno a media hora. A pesar de que han pasado ya más de 40 años, no olvido el capítulo dedicado al polémico Papa Luna (Benedicto XIII). 

¿Quién fue, en realidad, Benedicto XIII? Su nombre de pila era Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor. Nació en Illueca (Zaragoza) el 25 de noviembre de 1328. Fue más conocido con el sobrenombre de “Papa Luna” a partir de su apellido. De ahí el título del capítulo televisivo. Durante el cisma que dividió a la Iglesia en el siglo XIV, él se inclinó por la obediencia a la sede de Aviñón (Francia). Fue creado cardenal en diciembre de 1375. A la muerte de Clemente VII, en 1394, Pedro de Luna fue elegido pontífice casi por unanimidad (20 votos de 21). Adoptó el nombre de Benedicto XIII. Al comprobar que no era un papa manejable a su antojo, Francia le retiró su apoyo político y financiero y lo presionó para que renunciara, a lo que el antipapa se negó rotundamente alegando el daño irreparable que se produciría en la Iglesia.​ De su tozudez aragonesa a la hora de reivindicar su condición de Papa (Benedicto XIII) viene la expresión castellana “mantenerse en sus trece”.

Castillo de Peñíscola, España
Después de un ataque francés a su palacio papal en Aviñón en 1403, Benedicto XIII huyó de la ciudad, buscando refugio junto al rey Luis II de Nápoles. Entonces, varios reinos le fueron retirando su apoyo. Su papado era reconocido solo por los reinos de Castilla, Aragón, Sicilia (vinculada dinásticamente a la Corona de Aragón) y Escocia. Aunque en un momento dado hubo tres papas simultáneamente (Juan XXIII, Gregorio XII y él), Benedicto XIII siempre adujo que su papado era el único válido puesto que él era el único papa que había sido elegido cardenal antes de que se produjese el Cisma de Occidente y, por tanto, el único realmente legítimo. 

Tras el triunfo de las tesis conciliaristas, Benedicto XIII fue condenado en el concilio de Constanza de 1415 como hereje y antipapa, y depuesto junto con el antipapa Juan XXIII. El Concilio designó a Martín V como pontífice único. El antipapa gozó aún de la protección de Alfonso V de Aragón por cuestiones políticas, pero sin real influencia en el resto de Europa. Murió el 23 de mayo de 1423, a la provecta edad de 94 años, en el Castillo de Peñíscola, antigua fortaleza de la Orden del Templo adonde había trasladado la sede papal. Precisamente ahí es donde se sitúa el comienzo del capítulo que le dedica la serie televisiva “Paisaje con figuras”.

Imaginemos al viejo papa postrado por tierra ante el inmenso crucifijo de la capilla del castillo de Peñíscola. Las palabras que Antonio Gala pone en sus labios casi nos hacen temblar. Me he tomado la molestia de transcribirlas casi en su integridad, aunque pueda resultar un texto demasiado largo. Vale la pena leerlas de principio a fin. 

 

Oración del Papa Luna

“Tanto he luchado que poco a poco he ido olvidándome por qué. Mis pies son ya ligeros, solo para llevarme hacia la eternidad. Y Tú estarás allí. Tienes que estar allí porque de aquí te has alejado. Voy a morir sin el consuelo del viejo Simeón. Voy a morir sin verte y sin sentirte.

Toda mi vida fue una agitación. Luché tanto en tu nombre que apenas pude conversar contigo. Hablé tanto de Ti como vicario tuyo, que no me quedó tiempo de reposar en silencio a tu lado. Quisiera hacerlo ahora porque Tú existes, aunque yo no te sienta. Deja reposar eternamente en Ti a un corazón que hiciste para Ti y que en tu nombre tanto se ha cansado.

Como a una espiga has ido desnudándolo, grano a grano, raspa a raspa. Ahora solo queda la caña seca para echarse al fuego. In Te Domine speravi, non confundar in aeternum. Como la nieve fuiste siempre para mí: blanco y frío. Yo he cumplido tu voluntad, blanca y fría, hasta el fin. Aquí me tienes, Todopoderoso. Mándame de una vez. Para mí has sido el Dios del Antiguo Testamento, ordenador y bélico, cuya voz puede poner el orden boca abajo.

Entre nosotros no ha habido tiempo para el amor. Teníamos demasiadas cosas que hacer, demasiados entuertos que enmendar, demasiadas tareas que cumplir. No el amor, el deber me ha conducido a Ti. Y ahora, a deshora, caigo en la cuenta de que perdí la vida, salvo que Tú le des, después de terminada, algún sentido. Dáselo, Dios.

Tengo miedo de la eternidad.  Soy viejo, tengo miedo de Ti y estoy temblando porque acaso mi voluntad se enredó como una yedra al poderoso tronco de la tuya, porque acaso mi voluntad forzó la tuya. No, no, no. Me hiciste Papa. Debía morir Papa. Yo era el verdadero pastor. Tenía que reunir el rebaño disgregado. Lo intenté, lo intenté. Haz que en la eternidad no sea confundido y que descanse en paz”.

 

El papa Francisco besa el Crucifijo de san Marcelo (27 de marzo de 2020)
Algunos lectores se preguntarán por qué traigo a colación este impresionante texto en un día como el Martes Santo. Lo traigo porque me parece que nos ayuda a entender mejor el drama de Judas (que vende a Jesús) y el de Pedro (que lo niega). Ambos son protagonistas en el Evangelio de hoy. Sus acciones (vender y negar) son las nuestras, como lo fueron también del papa Luna. Con él, podríamos decir: “Luché tanto en tu nombre que apenas pude conversar contigo. Hablé tanto de Ti como vicario tuyo, que no me quedó tiempo de reposar en silencio a tu lado”. ¿No es este el drama de algunos de nosotros, sobre todo de quienes desarrollamos muchas tareas de evangelización, pero no siempre encontramos tiempo para conversar con Dios? Pedro y Judas se sentían lugartenientes (vicarios) de Jesús, pero tardaron en comprender que él los llamaba para que fueran sus amigos. Quizás Judas no tuvo ni siquiera tiempo de darse cuenta de esta irreductible vocación. ¿Nos pasará a nosotros lo mismo? ¿Perderemos la vida en los suburbios de la fe sin atrevernos a entrar en el centro?

La otra frase de la oración del papa Luna que me deja sin aliento es esta: “Entre nosotros no ha habido tiempo para el amor. Teníamos demasiadas cosas que hacer, demasiados entuertos que enmendar, demasiadas tareas que cumplir. No el amor, el deber me ha conducido a Ti. Y ahora, a deshora, caigo en la cuenta de que perdí la vida, salvo que Tú le des, después de terminada, algún sentido”. Esta confesión es escalofriante. Quizá también nosotros tengamos que reconocer que muchas veces hemos vivido una religión del deber y no tanto del amor. Nos hemos dejado dominar por el “debes hacer esto”, “debes ser esto”, cuando a lo que Jesús nos invita es solo a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. No se trata de hacer muchas cosas, ni siquiera en nombre de Jesús, sino de amarlo a él y en él a todos. 

La Semana Santa es una oportunidad de oro para volvernos a la religión del amor, para contemplar a Jesús que muere y resucita por amor, para contemplar a María que permanece junto a la cruz de su hijo por amor, para contemplar a las mujeres que van al sepulcro de mañana por amor. El único deber que tenemos es amar. Todo cambia. A Judas y a Pedro les costó entender al Maestro. Por eso, lo vendieron o lo negaron. Como nosotros.

Quien lo desee, puede ver el capítulo dedicado al papa Luna en el siguiente vídeo. Si se desea más calidad se puede pinchar aquí. La oración que he citado en la entrada de hoy dura algo más de tres minutos. Discurre aproximadamente entre el minuto 3:15' y el minuto 6:30'. 


TE ESPERAMOS EN EL

ENCUENTRO ZOOM DE SEMANA SANTA

DE LOS LECTORES DE EL RINCÓN DE GUNDISALVUS

Tema: SUS HERIDAS NOS HAN CURADO (Preparación para el Triduo Pascual)

Fecha: Miércoles, 31 de marzo a las 18:00 (hora de Roma y de Madrid)

Para unirte a la reunión Zoom basta con que pinches aquí:

https://us02web.zoom.us/j/81059112438?pwd=bmc4MU83RG5xd0kvR1VkNkVMOU1HUT09

 

1 comentario:

  1. Cuando estás contemplando el final de vida de personas conocidas, leer esta oración, interpela, sacude… Ayuda a darnos cuenta de la brevedad de la vida y de cómo podemos llegar al final sin tiempo para lo esencial…
    Gracias Gonzalo por ayudarnos a entrar en esta Semana Santa en profundidad y como escribes ayudarnos a descubrir que “La Semana Santa es una oportunidad de oro para volvernos a la religión del amor”.
    Entre nosotros no ha habido tiempo para el amor. Teníamos demasiadas cosas que hacer, demasiados entuertos que enmendar, demasiadas tareas que cumplir. No el amor, el deber me ha conducido a Ti.
    Dices que: Quizá también nosotros tengamos que reconocer que muchas veces hemos vivido una religión del deber y no tanto del amor y yo añadiría que también del miedo.
    Me da confianza cuando dice: “Y ahora, a deshora, caigo en la cuenta de que perdí la vida, salvo que Tú le des, después de terminada, algún sentido”. Me hace bien darme cuenta de que, Él, al final de la vida puede transformarla y darle este nuevo sentido…

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