La entrada que
dediqué anteayer a santo
Tomás de Aquino y los jóvenesha tenido muchas más visitas de lo
normal. Se ve que nos interesa el futuro de la fe. Las estadísticas no invitan
a la esperanza, pero la realidad es mucho más rica y compleja de lo que muestran
las encuestas y las reflexiones sobre ellas. Hace tiempo que estamos viviendo
los estertores de la cristiandad e introduciéndonos en una Iglesia de minorías
que se parecerá más a la de los primeros siglos que a la que hemos conocido
hace 50 años. En esta misma línea se expresaba en 1968 el entonces joven
teólogo Joseph Ratzinger en un texto que se ha difundido mucho: “La Iglesia se hará pequeña, tendrá
que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios
construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos
de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso
que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede
acceder a través de una decisión”.
Esa profecía se va cumpliendo.
Uno puede poner el acento en lo que desaparece o, más bien, en lo que nace. Yo
creo apostar por lo segundo. No estamos como para perder el tiempo en
aspectos secundarios. Cuando lo que se juega es si Dios existe o no, si Jesús es
nuestro salvador o solo un mito, si merece la pena ser miembro de la Iglesia,
no tiene mucho sentido gastar energías en ridículas batallas eclesiásticas. Hay
que ir al grano. Lo que muchas personas buscan es un sentido a sus vidas, un propósito,
un motivo para levantarse cada día con esperanza. ¿Seremos capaces de compartir
nuestra experiencia de fe con sencillez y entusiasmo?
En este Rincón
suelo contar historias
de personas de ayer y de hoy que se convierten a la fe atraídos por la
persona de Jesús. Incluso he colgado algunos vídeos en los que cuentan su
testimonio. Hoy me asomo a un cantautor francés llamado Grégory Turpin.
Creo que es muy poco conocido en ámbitos hispanohablantes. Nació en 1980 en Saint-Girons,
Ariège, Francia, en el seno de una familia no religiosa dedicada al comercio. A
los 12 años se inicia en el mundo de la música, a los 15 descubre la fe
cristiana y a los 18 decide entrar en el Carmelo. Al cabo de un año tiene que
abandonarlo por problemas de salud, pero descubre a santa Teresa del Niño Jesús.
Queda fascinando por su manera de vivir la fe y, sobre todo, se inicia en la experiencia
de la oración. Para ganarse la vida fuera del convento comienza a cantar por los bares de Toulouse.
Tiene un gran éxito entre los habitantes de la noche. Y paga también un precio muy caro. Cae en las garras de la droga. Empieza a separarse de la fe. Desesperado, en
tres ocasiones intenta suicidarse. El éxito le ha vaciado el alma. No sabe qué hacer, adónde ir. Se siente solo.
Internado en
un hospital psiquiátrico, redescubre su encuentro con el Señor. Su vida se ilumina de nuevo. Ya no duda. El sentido de la existencia consiste en entregarla a Dios. A partir de ese
momento, pone su talento artístico al servicio de la evangelización y de la
solidaridad. Emprende numerosas iniciativas musicales y editoriales. Se define
como un cantante cristiano. Ha llegado a actuar en el célebre teatro Olympia de
París. Para los que entienden francés este vídeo puede
ayudarles a comprender mejor la trayectoria de Grégory, que ya ha cumplido 40
años.
La historia de
Grégory es un ejemplo de lo que hoy está sucediendo en Europa. Hay jóvenes que
han nacido en hogares no cristianos y que no han sido bautizados de pequeños. En
un determinado momento, por caminos únicos, descubren la presencia
de Dios en sus vidas, comienzan a interrogarse sobre el significado de la fe y,
a menudo, dan el paso hacia el sacramento del Bautismo con todas las consecuencias
que supone. Nuestra pastoral se centra, sobre todo, en
los niños, adolescentes y jóvenes que provienen de familias más o menos
cristianas. Volcamos nuestra energía en prepararlos para la primera comunión y
la confirmación. Al final, una gran mayoría se desconecta de la comunidad
cristiana (por lo menos, de la práctica litúrgica) y adopta el estilo de vida
imperante entre sus coetáneos. La fe queda reducida a una especie de barniz superficial
que no ha impregnado su corazón, que no ha modificado su manera de ver el mundo
y de actuar.
Mientras, apenas nos preocupamos de quienes, como Grégory,
provienen de contextos no creyentes, pero han tenido una fuerte experiencia de
conversión. No tenemos una pastoral nueva, imaginativa, para quienes a la altura
de los 18-25 años están insatisfechos con el tipo de vida que llevan y buscan
caminos nuevos. Es como si no creyéramos que Jesús puede llamar a cualquiera,
en cualquier momento y en las circunstancias más extrañas.
La historia de
Grégory es una más de las muchas que se están produciendo y que, en mi opinión,
crecerán en los próximos años. La Iglesia renace de sus cenizas una y otra vez
a lo largo de la historia porque no es una comunidad que dependa solo de la
fidelidad o infidelidad de sus fieles, sino, sobre todo, de la indomable
iniciativa de Dios. No es solo la comunidad de los niños y jóvenes formalitos. Es también la comunidad que acoge con los brazos abiertos a quienes han vivido una vida difícil, han caído, se han herido y buscan con urgencia un hospital de campaña, un hogar que los acoja y les ayude a levantarse y proseguir el camino.
Os dejo con un vídeo en el que Grégory Turpin, en compañía
de cuatro amigos músicos, interpreta con
gran sentimiento el bellísimo Psaume
de la création. Podéis animaros a tararearlo con la ayuda de la partitura que he puesto en el anterior enlace. Buen fin de semana.
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Cuanta verdad nos comunicas Gonzalo en este vaivén que vivimos. Gracias Dios te bendiga.
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