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sábado, 30 de enero de 2021

Hay que ir al grano

La entrada que dediqué anteayer a santo Tomás de Aquino y los jóvenes ha tenido muchas más visitas de lo normal. Se ve que nos interesa el futuro de la fe. Las estadísticas no invitan a la esperanza, pero la realidad es mucho más rica y compleja de lo que muestran las encuestas y las reflexiones sobre ellas. Hace tiempo que estamos viviendo los estertores de la cristiandad e introduciéndonos en una Iglesia de minorías que se parecerá más a la de los primeros siglos que a la que hemos conocido hace 50 años. En esta misma línea se expresaba en 1968 el entonces joven teólogo Joseph Ratzinger en un texto que se ha difundido mucho: “La Iglesia se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión”. 

Esa profecía se va cumpliendo. Uno puede poner el acento en lo que desaparece o, más bien, en lo que nace. Yo creo apostar por lo segundo. No estamos como para perder el tiempo en aspectos secundarios. Cuando lo que se juega es si Dios existe o no, si Jesús es nuestro salvador o solo un mito, si merece la pena ser miembro de la Iglesia, no tiene mucho sentido gastar energías en ridículas batallas eclesiásticas. Hay que ir al grano. Lo que muchas personas buscan es un sentido a sus vidas, un propósito, un motivo para levantarse cada día con esperanza. ¿Seremos capaces de compartir nuestra experiencia de fe con sencillez y entusiasmo?

En este Rincón suelo contar historias de personas de ayer y de hoy que se convierten a la fe atraídos por la persona de Jesús. Incluso he colgado algunos vídeos en los que cuentan su testimonio. Hoy me asomo a un cantautor francés llamado Grégory Turpin. Creo que es muy poco conocido en ámbitos hispanohablantes. Nació en 1980 en Saint-Girons, Ariège, Francia, en el seno de una familia no religiosa dedicada al comercio. A los 12 años se inicia en el mundo de la música, a los 15 descubre la fe cristiana y a los 18 decide entrar en el Carmelo. Al cabo de un año tiene que abandonarlo por problemas de salud, pero descubre a santa Teresa del Niño Jesús. Queda fascinando por su manera de vivir la fe y, sobre todo, se inicia en la experiencia de la oración. Para ganarse la vida fuera del convento comienza a cantar por los bares de Toulouse. Tiene un gran éxito entre los habitantes de la noche. Y paga también un precio muy caro. Cae en las garras de la droga. Empieza a separarse de la fe. Desesperado, en tres ocasiones intenta suicidarse. El éxito le ha vaciado el alma. No sabe qué hacer, adónde ir. Se siente solo.

Internado en un hospital psiquiátrico, redescubre su encuentro con el Señor. Su vida se ilumina de nuevo. Ya no duda. El sentido de la existencia consiste en entregarla a Dios. A partir de ese momento, pone su talento artístico al servicio de la evangelización y de la solidaridad. Emprende numerosas iniciativas musicales y editoriales. Se define como un cantante cristiano. Ha llegado a actuar en el célebre teatro Olympia de París. Para los que entienden francés este vídeo puede ayudarles a comprender mejor la trayectoria de Grégory, que ya ha cumplido 40 años.  

La historia de Grégory es un ejemplo de lo que hoy está sucediendo en Europa. Hay jóvenes que han nacido en hogares no cristianos y que no han sido bautizados de pequeños. En un determinado momento, por caminos únicos, descubren la presencia de Dios en sus vidas, comienzan a interrogarse sobre el significado de la fe y, a menudo, dan el paso hacia el sacramento del Bautismo con todas las consecuencias que supone. Nuestra pastoral se centra, sobre todo, en los niños, adolescentes y jóvenes que provienen de familias más o menos cristianas. Volcamos nuestra energía en prepararlos para la primera comunión y la confirmación. Al final, una gran mayoría se desconecta de la comunidad cristiana (por lo menos, de la práctica litúrgica) y adopta el estilo de vida imperante entre sus coetáneos. La fe queda reducida a una especie de barniz superficial que no ha impregnado su corazón, que no ha modificado su manera de ver el mundo y de actuar. 

Mientras, apenas nos preocupamos de quienes, como Grégory, provienen de contextos no creyentes, pero han tenido una fuerte experiencia de conversión. No tenemos una pastoral nueva, imaginativa, para quienes a la altura de los 18-25 años están insatisfechos con el tipo de vida que llevan y buscan caminos nuevos. Es como si no creyéramos que Jesús puede llamar a cualquiera, en cualquier momento y en las circunstancias más extrañas. 

La historia de Grégory es una más de las muchas que se están produciendo y que, en mi opinión, crecerán en los próximos años. La Iglesia renace de sus cenizas una y otra vez a lo largo de la historia porque no es una comunidad que dependa solo de la fidelidad o infidelidad de sus fieles, sino, sobre todo, de la indomable iniciativa de Dios. No es solo la comunidad de los niños y jóvenes formalitos. Es también la comunidad que acoge con los brazos abiertos a quienes han vivido una vida difícil, han caído, se han herido y buscan con urgencia un hospital de campaña, un hogar que los acoja y les ayude a levantarse y proseguir el camino.

Os dejo con un vídeo en el que Grégory Turpin, en compañía de cuatro amigos músicos, interpreta con gran sentimiento el bellísimo Psaume de la création. Podéis animaros a tararearlo con la ayuda de la partitura que he puesto en el anterior enlace. Buen fin de semana.



1 comentario:

  1. Cuanta verdad nos comunicas Gonzalo en este vaivén que vivimos. Gracias Dios te bendiga.

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