Suma y sigue

Esta es la entrada número 1.500 del Rincón de Gundisalvus. Esa cifra supone alrededor de 1.050.000 palabras. O seis libros de 500 páginas cada uno. Una minibiblioteca sobre asuntos tan diversos como una canción de Carole King, un himno litúrgico o la muerte de Ennio Morricone. Abundan las reflexiones sobre la fe cristiana, pero siempre mirando de reojo lo que pasa cada día. En los últimos meses el coronavirus se ha colado en casi todas las entradas. Ha sido inevitable. Hay lectores incondicionales que siempre están ahí y con mucha frecuencia expresan su opinión o su agradecimiento. La mayoría son lectores anónimos que no dejan ninguna huella visible. Se diría que visitan el blog como a hurtadillas. Es otro modo de reaccionar. Abundan los visitantes españoles, pero hay muchos de América. El orden de países se mantiene inalterado desde hace tiempo: España, Estados Unidos, Italia, Argentina y Colombia. Procuro tenerlo en cuenta a la hora de elegir los temas y afinar los enfoques. De todos modos, un blog no es un tratado sobre nada ni tiene por qué ajustarse a un código rígido de comunicación. El autor se siente libre para navegar por donde quiera, con quien quiera y al ritmo que quiera. Nadie está obligado a seguirlo. Es probable que los blogs tengan los días contados. Hoy se llevan otras formas de comunicación más audiovisuales y breves. Abundan los vídeos de uno o dos minutos que condensan mensajes sencillos e impactantes de forma atractiva. Me gusta este modo, pero no pienso adoptarlo por el momento. No quiero correr el riesgo de ser víctima de meros eslóganes. Prefiero seguir escribiendo. Redactar y leer 700 palabras diarias es un buen ejercicio de atención y reflexión.

Me alegra que la entrada 1.500 coincida con el 88 cumpleaños de mi madre. Me alegra mucho más que mis dos madres (la celeste y la terrestre) celebren sus cumpleaños en días seguidos. Hace ya cuatro años escribí una entrada sobre “mis dos mamás”. Me considero un privilegiado. Por eso, la entrada tiene mucho de acción de gracias. Refresco la que escribí el 7 de enero de 2017. Creo que estos meses de pandemia me han hecho más sensible a los muchos dones que he recibido a lo largo de mi vida. El de mi madre es, sin duda, uno de los mejores. No me extiendo mucho porque en este terreno de los sentimientos de amor y afecto casi todas las palabras me suenan un poco a hueco. No suelo prodigar halagos. Prefiero decirlo todo con una mirada o un gesto. La pandemia nos está obligando a ser parcos en expresiones afectivas. A cambio, crece por dentro un fuerte sentimiento de cercanía y pertenencia. Vivir me parece un milagro constante. Cuando se es joven uno cree que tiene derecho a vivir. Da por descontado que se levantará al día siguiente repleto de energía. Traspasado cierto umbral, uno se vuelve más cauto y humilde. Comprende que todo nos es dado. En “el pan de cada día” nos viene siempre lo necesario para vivir. Algo que necesitamos – y que quizá solo empezamos a valorar cuando somos adultos – es el amor de una madre, así que hoy le doy gracias a Dios por el don extraordinario de mi anciana madre. ¡Muchas felicidades e infinitas gracias por existir y por estar ahí, siempre pendiente de todos y de todo!

Confieso que hay días en que los temas me acuden a borbotones, pero hay otros en los que no sé qué escribir. Me siento ante el ordenador y dejo que el teclado me lleve por donde quiera. Toda palabra tiene un poder mayéutico: hace que nazcan otras. Poco a poco se va componiendo el discurso. A veces, el resultado es más o menos coherente y hasta hermoso; otras, se parece a un bazar verbal, pero siempre es mejor no corregir demasiado, dejar que las cosas fluyan con espontaneidad. Por otra parte, cada vez me resulta más difícil encontrar el tiempo adecuado. La pandemia me ha obligado a cancelar viajes y actividades, pero a cambio ha incrementado el número de encuentros virtuales y otras actividades creativas que requieren tiempo y tranquilidad. Por eso, pensé tomarme un período de pausa aprovechando la cifra redonda de las 1.500 entradas, pero prefiero no asumir compromisos que luego no voy a cumplir. Si la fuente mana, seguiré escribiendo; si no, lo dejaré sin mayores aspavientos. Todo depende de lo que me “hiera” la realidad y de algunos estímulos que reciba de vosotros. Hoy, por ejemplo, quiero terminar con un vídeo que me mandó ayer un amigo mío. Es de un cantante “culto” que desde hace tres años está retirado en su Sicilia del alma. Me hace bien de vez en cuando una música como esta.