Septiembre comienza con el Día Mundial de la Oración por el Cuidado de la Creación, una iniciativa del papa Francisco a raíz de la publicación de la encíclica Laudato Si’ en junio de 2015. En el mensaje de este año 2020 el Papa nos recuerda que “la pandemia actual nos ha llevado de alguna manera a redescubrir estilos de vida más sencillos y sostenibles. La crisis, en cierto sentido, nos ha brindado la oportunidad de desarrollar nuevas formas de vida. Se pudo comprobar cómo la Tierra es capaz de recuperarse si la dejamos descansar: el aire se ha vuelto más limpio, las aguas más transparentes, las especies animales han regresado a muchos lugares de donde habían desaparecido. La pandemia nos ha llevado a una encrucijada. Necesitamos aprovechar este momento decisivo para acabar con actividades y propósitos superfluos y destructivos, y para cultivar valores, vínculos y proyectos generativos. Debemos examinar nuestros hábitos en el uso de energía, en el consumo, el transporte y la alimentación. Es necesario eliminar de nuestras economías los aspectos no esenciales y nocivos y crear formas fructíferas de comercio, producción y transporte de mercancías.”
Conviene ver y escuchar el vídeo que añado al final de la entrada de hoy. La novedad de este año es que, desde hoy hasta el 4 de octubre, se celebrará el Jubileo de la Tierra para conmemorar el 50 aniversario del establecimiento del Día de la Tierra. He aquí las palabras del Papa: “Insto a los fieles a que se dediquen en este tiempo a la oración, que a partir de una oportuna iniciativa nacida en el ámbito ecuménico se ha configurado como Tiempo de la creación: un período de oración y acción más intensas en beneficio de la casa común que se abre hoy, 1 de septiembre, Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, y finalizará el 4 de octubre, en memoria de san Francisco de Asís. Es una ocasión para sentirnos aún más unidos con los hermanos y hermanas de las diferentes denominaciones cristianas. Pienso, de modo particular, en los fieles ortodoxos que llevan treinta años celebrando esta Jornada. Sintámonos también en profunda armonía con los hombres y mujeres de buena voluntad, llamados juntos a promover, en el contexto de la crisis ecológica que afecta a todos, la protección de la red de la vida de la que formamos parte”.
Conviene ver y escuchar el vídeo que añado al final de la entrada de hoy. La novedad de este año es que, desde hoy hasta el 4 de octubre, se celebrará el Jubileo de la Tierra para conmemorar el 50 aniversario del establecimiento del Día de la Tierra. He aquí las palabras del Papa: “Insto a los fieles a que se dediquen en este tiempo a la oración, que a partir de una oportuna iniciativa nacida en el ámbito ecuménico se ha configurado como Tiempo de la creación: un período de oración y acción más intensas en beneficio de la casa común que se abre hoy, 1 de septiembre, Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, y finalizará el 4 de octubre, en memoria de san Francisco de Asís. Es una ocasión para sentirnos aún más unidos con los hermanos y hermanas de las diferentes denominaciones cristianas. Pienso, de modo particular, en los fieles ortodoxos que llevan treinta años celebrando esta Jornada. Sintámonos también en profunda armonía con los hombres y mujeres de buena voluntad, llamados juntos a promover, en el contexto de la crisis ecológica que afecta a todos, la protección de la red de la vida de la que formamos parte”.
Por si no tuviéramos
suficientes motivos para preocuparnos por el cuidado de la “casa común”, la pandemia
que estamos padeciendo añade uno nuevo. Cuanto más alteremos el ecosistema, más
expuestos estamos a diversas amenazas, incluyendo las pandemias. Es urgente
encontrar una vacuna a corto plazo, pero más importante es crear una conciencia
mundial que nos permita sanear a largo plazo nuestra relación con la naturaleza
porque no podremos subsistir sin ella. Algunos sueñan con explorar la
posibilidad de vivir en otros planetas cuando hayamos devastado el planeta
Tierra, pero esta posibilidad, además de ser remota, complicada y carísima, no es
una verdadera solución al problema, sino más bien una huida. Lo que necesitamos
es aprender a relacionarnos con la naturaleza de un modo nuevo. En este blog me
he referido en varias ocasiones al desafío
ecológico. Aunque no sea joven, soy muy sensible a él. Es este uno de los
puntos en los que más sintonizo con las nuevas generaciones. A veces tengo la
sensación de que hablar del “cuidado de la casa común” es como predicar en el
desierto. Son tantos y tan persistentes los intereses de las grandes
corporaciones multinacionales y de algunos estados, que las iniciativas
individuales parecen completamente ineficaces. He visto de cerca en diversos países
de África cómo China está esquilmando sus recursos naturales. Pero algo
parecido hacen algunas compañías mineras canadienses en la Patagonia argentina,
Chile o Perú. Y otras muchas en la Amazonia brasileña o en el Chocó colombiano.
En su videomensaje, el Papa es muy claro: la riqueza del Norte se ha hecho en buena
medida explotando los recursos del Sur. ¿Quién va a pagar esta deuda ecológica?
Hoy es imposible
hablar de espiritualidad cristiana sin tener en cuenta la dimensión
ecológica. La encíclica del papa Francisco nos ayudó a sistematizar las
muchas intuiciones y prácticas que se llevaban gestando en las últimas décadas
y a adquirir una mayor conciencia de “ecología integral”. Ya no hablamos solo de
protección del medio ambiente, sino de “cuidado de la casa común”. Esta “casa”
incluye a todos los seres de la creación porque entre todos hay muchas
interacciones de las que depende nuestra supervivencia. No podemos separar
lucha por la justicia y preocupación ecológica. La superación de la pobreza
dependerá en buena medida de la nueva relación que establezcamos con la
naturaleza. Los pobres son los primeros perjudicados de la devastación de los
recursos naturales. Disponemos de un mes entero para profundizar en muchos
aspectos de este desafío que tal vez nos resultan desconocidos. Pero, sobre
todo, disponemos de un mes para orar y para asumir pequeños compromisos que
vayan tejiendo una red cada vez más extensa y eficaz. Es la única manera de
frenar las prácticas que están acabando con nuestro planeta. El mensaje del Papa es un aldabonazo en la puerta de nuestra conciencia.
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