jueves, 11 de octubre de 2018

Alegres en la tribulación

No sé cuántas veces he visitado Asís a lo largo de mi vida, pero creo que más de una docena. Ayer lo hice de nuevo. Como estaba previsto, la mañana transcurrió en el Eremo delle Carceri. Fueron tres horas de contemplación, celebración y silencio. Me sorprendió el número de peregrinos alemanes y franceses que paseaban por el hermoso recinto, respirando el aire purísimo del bosque de robles y rezando en el santuario. Por la tarde, después de visitar y orar en la basílica de san Francisco y en la de santa Clara, me detuve un rato en la iglesia de san Damiano, un recinto al que le tengo un especial cariño. Fue aquí donde Francisco de Asís compuso un poco antes de su muerte, acaecida en 1226, el famoso Cántico de las Criaturas. Me llama la atención que un cántico tan optimista como éste fuera hecho cuando Francisco estaba casi ciego y muy enfermo. Su alegría y su comunión con toda la creación no fueron, pues, el fruto de una vida lisonjera, sino la experiencia de encontrar a Dios en todo, incluso en los momentos en los que parecía que había desaparecido de su horizonte.


Francisco, en medio de la prueba, se siente en comunión con todo y con todos. Es capaz de llamar hermano al sol y al fuego y hermana a la luna, al agua, a la tierra e incluso a la muerte misma. Hay muchas versiones musicales. Una de las más difundidas en Italia, es Dolce è sentire, tomada de la famosa película de Franco Zefirelli Brother Sun, Sister Moon. Esta fraternidad universal cantada por Francisco no surge en un momento de gran consolación espiritual, sino en una noche en la que la enfermedad y la preocupación por el futuro de la Orden hacían mella en su cuerpo y en su alma. Creo que a nosotros, hombres y mujeres de hoy, se nos hace cuesta arriba entender estas cosas. Relacionamos tanto la alegría con el placer que nos parece que uno no puede estar alegre cuando experimenta sufrimiento y dolor. Y mucho menos cuando le llega la hora de la muerte. Francisco dio muestras de lo contrario. Las palabras más hermosas sobre la alegría de la vida le brotaron en uno de los momentos más duros de su existencia. Conocer el trasfondo de su canción nos ayuda a comprender mejor su verdadero significado. Nosotros aceptamos de buen grado la letra (porque resulta moderna y ecológica), pero nos resistimos a comprender su verdadero espíritu pascual. La versión castellana del Cántico de las Criaturas que la Liturgia de las Horas nos ofrece es la siguiente:

Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano sol,
que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.

Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras, que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado mi Señor!
Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado mi Señor!

Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado mi Señor!

Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!

Y por la hermana muerte: ¡loado mi Señor!
Ningún viviente escapa a su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!

¡No probarán la muerte de la condenación!
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén.

Me resulta fácil sintonizar con estas hermosas palabras. Incluso les puse música hace muchos años. Lo que me cuesta es pronunciarlas cuando las cosas no salen como yo esperaba, cuando la vida se torna difícil y, sobre todo, cuando la incomprensión llama a las puertas. Francisco de Asís no ha pasado a la historia como un gran poeta, sino como un enamorado de Jesucristo que supo expresar poéticamente este amor cuando le llegó la hora de sufrir en sus propias carnes la pasión, la enfermedad, la depresión y la muerte. Estar alegre cuando las cosas van bien no supone ningún mérito, pero vivir la alegría en medio de las pruebas y contradicciones de la vida solo es posible cuando recibimos este don del Espíritu Santo. 

En la “definición del misionero” compuesta por san Antonio María Claret, el santo catalán dice que el verdadero hijo del Inmaculado Corazón de María “se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias; se alegra en los tormentos y dolores que sufre y se gloría en la cruz de Jesucristo”. Esta extraña combinación de sustantivos negativos (privaciones, trabajos, sacrificios, calumnias, tormentos, dolores y cruz) y verbos positivos (gozar, abordar, abrazar, complacerse, alegrarse y gloriarse) siempre me ha desconcertado. ¿Cómo se puede uno alegrar en los tormentos y dolores que sufre? Después de conocer la historia del Cántico de las Criaturas de Francisco de Asís, empiezo a entenderlo un poco.




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