miércoles, 18 de julio de 2018

El castillo de naipes

Tras las lluvias malabares y los calores romanos, disfruto con la temperatura de la casa de retiros “Santa Fé”, a 25 kilómetros de São Paulo. A mediodía sube a unos 26 grados; por la noche desciende hasta 12. Se puede trabajar y descansar. Ayer comencé unos días de ejercicios espirituales con un grupo de casi 60 claretianos del Brasil. Hacía ya varios años que no volvía a este inmenso país, el que registra el mayor número de católicos en todo el mundo (unos 150 millones), aunque parece que está perdiendo fieles a pasos agigantados. Lo que sucede en el ámbito religioso se puede extrapolar al ámbito social. Cada cierto tiempo se habla del boom del Brasil, de su crecimiento espectacular, de los ingresos generados por el petróleo, de los megaproyectos para convertir al país en una gran potencia, etc. Y cada cierto tiempo se habla de la crisis que este gigante latinoamericano padece, de sus políticos encarcelados y de sus graves problemas de inequidad social y hasta de violencia. Brasil se podría comparar a un castillo de naipes. Cuando parece que se va a coronar la obra, basta mover una sola carta y todo se viene abajo, con la consiguiente frustración. Ya ni siquiera es la potencia futbolística que fue hace algunas décadas. Parece que la causa principal de este desplome cíclico es la inmensa corrupción que corroe las instituciones. De poco sirve disponer de ingentes recursos humanos y naturales si falta una cultura de la honradez y la transparencia.

En realidad, lo que sucede en Brasil se da también en otros muchos países. Lo que impide el verdadero progreso de los pueblos no es tanto la falta de recursos cuanto la ausencia de valores socialmente compartidos. Se puede construir muy alto, pero si los cimientos son endebles, tarde o temprano el edificio se vendrá abajo. Jesús lo dijo muy claro con su conocida parábola sobre la arena y la roca. Cada cierto tiempo saltan a las páginas de los periódicos algunas noticias sobre famosos que parecían algo y que, de la noche a la mañana, se vienen abajo. No se trata de crecer rápido como la espuma de la cerveza, sino con reciedumbre, como las plantas. Hay personas que, tras algún fracaso, aprenden la lección. Otras repiten, una y otra vez, el mismo círculo vicioso. En fin, habrá que preguntarle a Cristiano Ronaldo, que parece un experto en estas cuestiones.

Os dejo con un poco de buena música brasileña.


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