Por la ventana de
mi cuarto se ve el valle de Avezzano, a pocos kilómetros del Gran Sasso. Me
encuentro en el santuario de la Madonna de Pietraquaria, a unos 120 kilómetros
al este de Roma, en la zona montañosa de los Abruzos. El silencio es completo.
No se oye ni una mosca, entre otras razones porque no las hay. Pasaré aquí todo
el fin de semana. Han sucedido tantos acontecimientos en el valle en los últimos
días, que necesitaba subir a cima para verlos con perspectiva. Pocas cosas hay
más curativas que el silencio. Nos permite distinguir el eco de las voces, lo
esencial de lo superfluo, lo importante de lo urgente. No he venido solo a esta
cima. He venido con mis compañeros del gobierno general de los claretianos. Aquí
podemos combinar el silencio y el diálogo, la quietud del santuario y un paseo
por la montaña, la oración y el estudio. Si no fuera por momentos como estos,
correríamos el riesgo de hacer muchas cosas sin saber bien adónde vamos y por
qué las hacemos.
En esta ocasión
hemos escogido como tema de estudio el Ideario de una de las ramas de la
Familia Claretiana. Se trata del movimiento
Seglares Claretianos. Estamos hablando de unas mil personas provenientes de
diversas regiones del mundo. El origen de este movimiento se remonta a los
grupos de laicos que San Antonio María Claret formaba al final de las misiones
populares con objeto de que se ayudasen entre ellos a vivir mejor la vida
cristiana y también se dedicasen a evangelizar en sus ambientes familiares,
laborales y sociales. Entronca también, pero a otro nivel, con la Academia de
San Miguel, una iniciativa de San Antonio María Claret que reunía a políticos, artistas,
intelectuales, etc. con objeto de propagar el Evangelio a través de la cultura.
El estudio de este movimiento, que tiene poco más de 30 años en su configuración
actual, nos ha permitido reflexionar sobre el sentido de la vocación del laico
en la Iglesia. Gracias a Dios, a partir del Vaticano II, hemos hecho un
interesante camino de maduración. El laico no es un mero colaborador de la
jerarquía eclesiástica sino que, en virtud del Bautismo y Confirmación, ha
recibido la vocación de ser testigo del Evangelio en el mundo. El tema podría
llevarnos muy lejos, pero basta dejarlo aquí insinuado.
Mientras tanto,
me entero de que la Campaña Internacional para la abolición de las Armas Nucleares ha recibido el Premio Nobel de la Paz y de que el asunto de Cataluña sigue en ebullición. Yo estoy convencido
de que, tras la tormenta de las últimas semanas, llegará la calma en forma de
una nueva y compartida propuesta. Pero, naturalmente, puedo equivocarme. Todo
es susceptible de empeorar. Los seres humanos estudiamos algo de historia. Se
supone que este estudio nos tendría que ayudar a corregir los errores del
pasado, pero muy a menudo los repetimos en dosis mayores, como si todo empezara
con nosotros, como si de nada sirviera lo vivido. ¡Menos mal que siempre hay
gente sabia y buena (¿es posible ser una cosa sin la otra?) que sabe aportar la
dosis de serenidad y clarividencia que necesitamos en cada encrucijada! Desde
la cima compruebo que se están multiplicando las iniciativas sociales que buscan
tender puentes, cicatrizar heridas, abrir caminos, lograr consensos, etc. Esperemos
que se abran paso en un momento en el que la política parece haber rubricado su
fracaso. Desde la cima, no se aprecian muy bien las diferencias. No se puede
leer bien el lugar de nacimiento de cada uno en su carné de identidad. Da la
impresión de que -¡oh sorpresa!- todos somos seres humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.