
Madrid me ha recibido con una temperatura razonable. A las 10 de la mañana, mientras tecleo la entrada de hoy, el termómetro marca 20 grados. Se puede trabajar con normalidad. Atrás quedan unos días de vacaciones rematados por la visita a la sede de la Fundación Vicente Marín, escondida en la aldea de Bretún, en la comarca de Tierras Altas de Soria.
La historia de por qué en esta aldea se encuentra una extensa y heterogénea colección de piezas de arte es una novela o una película en la que aparecen personajes como el conde de Atarés, Ava Gardner o Sofía Loren. Su vida spudorata la cuenta el escritor Javier Narbaiza en el libro Las buenas y malas noches de Vicente Marín.
El tal Vicente Marín fue seminarista salesiano y luego novicio verbita y, tras muchas peripecias en Mallorca y Londres, acabó siendo un personaje conocido de la noche madrileña de los años 60 y 70. Ahora, a punto de cumplir 90 años, ha regresado a su pueblo natal como heredero universal de la inmensa colección artística del conde de Atarés, del que fue mayordomo, mano derecha y quizás algo más.

Recuperado del impacto que me produjo esta visita tan excéntrica y kitsch, por decirlo suavemente, me dispongo a organizar el calendario de los compromisos venideros. Apenas llegado a Madrid, preparo de nuevo la maleta para viajar mañana a Barcelona. Pero es bueno recordar algunos momentos significativos de los últimos días. Acompañado por la preocupación constante por los incendios, he tenido tiempo para disfrutar de algunas conversaciones significativas con viejos amigos y también con algunos lectores “desconocidos” de este blog que me han invitado a su casa para departir con calma sobre asuntos de actualidad.
Las fiestas de Vinuesa han ocupado también una semana intensa. Confieso que a veces el exceso de ritualismo me aburre un poco, pero me asombra que muchos jóvenes se sientan muy identificados con tradiciones que les proporcionan señas de identidad y sentido de pertenencia. Náufragos en el océano de las redes sociales, necesitan algunas anclas que les ayuden a detenerse y tocar tierra. Compruebo que los jóvenes de hoy son menos iconoclastas que los de hace tres o cuatro décadas.

En el vaivén de encuentros y experiencias, no me olvido de que el pasado día 15, coincidiendo con la solemnidad de la Asunción de María, mi amigo Heriberto García Arias, bien conocido de los amigos del Rincón, publicó en YouTube su documental “Vamos María” en el que narra de una forma original la vida de la beata María Inés Teresa Arias, fundadora de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento el 23 de agosto de 1945 en Cuernavaca (México), a pocos días del final de la Segunda Guerra Mundial.
Resulta que mi amigo Heriberto tiene una prima que pertenece a esta congregación y que trabaja desde hace años en Japón. Ella fue el punto de contacto para contar de manera original la historia de una mujer con una biografía travagliata, como dicen los italianos. Han sido dos años intensos de trabajo que Heriberto ha compaginado con sus estudios de Comunicación Institucional en Roma.
Antes de estrenar el documental tuve la oportunidad de verlo en su fase de elaboración y de hacerle algunas sugerencias a Heriberto. Creo que el resultado es una producción ágil, bien presentada y con un punto de intriga que la hace más interesante. Merece la pena conocer historias contemporáneas que contribuyen a acercar el evangelio a las nuevas generaciones.
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