
Llevo cinco días perdido. Sería mejor decir “encontrado”. El fin de semana lo pasé con un grupo de miembros de institutos seculares, una realidad eclesial bastante desconocida, incluso para obispos y sacerdotes. Desde ayer estoy participando como invitado en la XXXI Asamblea General de CONFER, que es la conferencia de los religiosos y religiosas de España. Impresiona ver el enorme salón lleno de mesas redondas, en torno a las cuales nos sentamos para ir dialogando sobre los temas que se proponen.
Ambos encuentros han suscitado en mí muchas preguntas. Ambos han confirmado que la confianza es la mejor actitud para atravesar esta etapa que estamos viviendo. No me he encontrado con gente descorazonada, sino, más bien, con hombres y mujeres que creen en el valor de su vocación y no se obsesionan con números y estructuras.
Si un modelo de vida consagrada tiene que morir, que muera. Lo importante es cultivar las semillas de vida que vemos por todas partes. A quienes se dejan guiar por las estadísticas, estas consideraciones les parecen un consuelo barato para época de crisis o incluso una irresponsable huida hacia adelante. A mí me parece la actitud más sabia, profunda y esperanzada. No es necesario que lo justifique.

En el encuentro con los institutos seculares fui yo el facilitador. Dediqué muchas horas a la preparación y a la puesta en marcha. En la asamblea de CONFER soy un participante más de los más de 300 que se han dado cita. Me gusta cambiar de rol. Disfruto escuchando. En realidad, siempre estamos aprendiendo. Disfruto con las conversaciones que tenemos en la mesa redonda en las que un jesuita y yo compartimos tiempo y espacio con siete religiosas de distintas congregaciones. La decana del grupo tiene 87 años, pero exhibe la salud y el entusiasmo de una persona veinte años más joven.
No veo a nadie que sea prisionero de la nostalgia. Todos miramos el presente y el futuro con gratitud y esperanza. Solo Dios sabe qué es lo mejor para la Iglesia y la humanidad en cada momento. A nosotros nos toca vivir este hoy. En la conversación de esta mañana hemos hablado sobre el arte de vivir. ¿No será eso lo que podemos compartir humildemente con la sociedad en un tiempo en el que a muchas personas se les hace cuesta arriba algo tan esencial como el vivir? No es preciso que ofrezcamos grandes obras (muy difíciles de gestionar en tiempos de escasez), sino un estilo de vida que conecte con los “nodos” en los que la gente busca y fatiga.

Si cultivamos la espiritualidad es porque hemos experimentado que ofrece un sentido trascendente a la vida. Si vivimos en comunidad es porque estamos convencidos de que la fraternidad es la alternativa al individualismo que nos devora. Si nos situamos en los márgenes es porque hemos comprobado que el futuro casi nunca viene del centro, sino de las realidades marginales que son portadoras de vida y esperanza. Hay que reconocer que los primeros marginales somos nosotros mismos. Los márgenes de todo tipo son nuestro lugar natural.
Estas y otras muchas convicciones se vuelven más luminosas cuando se comparten con personas de distintas edades que han ido madurando visiones parecidas. Ayer dedicamos mucho tiempo a compartir “la conversación que llevamos por el camino” y a iluminar desde las Escrituras las encrucijadas en las que nos hallamos. Terminamos la jornada con un concierto-oración de mi amigo Cristóbal Fones, un jesuita chileno que es cantautor y que actualmente dirige desde Roma la Red Mundial de Oración del Papa. Sus canciones nos ayudaron a poner todo en manos de Dios. Os dejo con una de ellas (Paz armada), con letra del obispo claretiano Pedro Casaldáliga.
Muchas gracias Gonzalo por compartir todas esas vivencias.
ResponderEliminarGracias a Dios, la esperanza está siempre ahí si la buscamos.
Claro que hay semillas de vida por todas partes..
Al final....compartir , siempre enriquece.
Anima mucho leer que todas esas personas...estáis ahí, dando vuestra vida , vuestro amor y vuestro ejemplo .
Mil Gracias Gonzalo por compartir apuntes de ESPERANZA...
ResponderEliminarMe ha llamado la atención la pregunta y me ha llevado a reflexionar sobre ella: “¿Dónde te escondes, esperanza?”
ResponderEliminarGracias Gonzalo por compartir todas esas inquietudes que nos invitan a buscar “esta esperanza” y que, a veces, la tenemos demasiado olvidada.