sábado, 18 de marzo de 2023

Juntos llegamos más lejos


Terminado el taller sobre
Liderazgo Discerniente Claretiano, esta noche emprenderé el viaje de regreso de Yaundé a Madrid vía Bruselas. Han sido casi tres semanas intensas, compartidas y espero que fructíferas. 

Cada vez disfruto más con el trabajo en equipo. Es inevitable no citar el conocido proverbio africano: “Si quieres ir rápido, ve solo; si quieres llegar lejos, ve en grupo”. Nosotros no pretendemos ir rápido como machaconamente nos invita a hacer la sociedad de la información. La velocidad no es, en sí misma, ningún valor, por más que se nos venda esta cantinela. Todo depende de lo que uno quiera conseguir.

Nosotros queremos llegar lejos siguiendo la ruta trazada por nuestros últimos capítulos generales, aunque esto suponga lentificar el ritmo. Es más importante no dejar a nadie fuera que batir récords de velocidad. Por lo general, la rapidez implica soledad, porque no todos pueden correr deprisa. Los más veloces se quedan solos. Las metas a largo plazo y los ritmos sosegados permiten incluir a todos. La comunidad es esencial.


Algo de esto estamos aprendiendo en los últimos años con el camino sinodal emprendido por la Iglesia.
Sé que algunos obispos, sacerdotes y laicos ironizan sobre este enfoque. Es probable que tengan fuertes razones teológicas, antropológicas o pastorales, pero me temo que, detrás de las reticencias al “sínodo” se esconde un inconfesado temor al “éxodo”. No hay “sin-odos” (camino juntos) sin “éx-odo” (salida). En otras palabras, nadie se pone a caminar sin salir de donde está. ¿Cómo vamos a tomarnos en serio una Iglesia sinodal si no queremos movernos de nuestras posiciones ideológicas y de nuestras seguridades materiales? Solo camina con otros quien se atreve a salir de su casa para dirigirse a otro lugar. 

Si yo fuera obispo o párroco y estuviera contento con un modelo clerical de Iglesia, ¿cómo no iba a ironizar sobre el modelo sinodal? Sería la única manera socialmente tolerable de resistirme a los cambios sin dar la impresión de ser una persona retrógrada, cómoda o conformista. El pueblo de Israel pudo caminar por el desierto porque “salió” de Egipto y se puso en marcha hacia una “tierra prometida” sin tener la seguridad de que iba a llegar y sin prever todas las dificultades del camino. También Jesús dejó su Nazaret natal y se puso en camino hacia Jerusalén junto con sus discípulos. Allí padeció, murió y resucitó. Los discípulos de Emaús salieron de Jerusalén para dirigirse a su aldea. Jesús se puso a caminar con ellos, se hizo sinodal. En el camino reencendieron su corazón frío, reconocieron al Maestro y recuperaron su pertenencia comunitaria y su audacia misionera.

Las instituciones que quieran cambiar hacia mejor (creo que mi congregación misionera es una de ellas) están obligadas a “salir” de sus rutinas y a ponerse en camino junto con otros cristianos que también sienten la llamada a construir una Iglesia más peregrina y samaritana, menos centrada en sí misma y más extrovertida. Es verdad que todo esto puede degenerar en eslóganes fáciles y en consignas vacías, pero lo mismo podría decirse de cualquier otra cosa. Lo importante es saber quién nos llama, por qué nos llama y adónde nos llama. 


Durante el taller que hemos tenido en Yaundé me he sentido muy a gusto trabajando con mi compañero Paulson, un claretiano indio experto en psicología y teología. Creo que nos hemos complementado bien. Cada uno de nosotros ha aportado lo mejor de sus experiencias y destrezas en relación con el liderazgo. Haciéndolo, hemos comprobado que uno más uno es algo más que dos. La misión compartida tiene un plus de simbolismo y eficacia. Pero no se ha tratado de una aventura dual. En ella han estado implicados otros 22 claretianos de este inmenso continente. No hemos dictado un curso, sino dirigido un taller. Hay diferencias.

En inglés y francés hemos compartido nuestras búsquedas y nuestros deseos de acompañar los procesos de cambio en las diversas provincias y delegaciones. La aventura de cada día comenzaba con media hora de adoración silenciosa a las 6,30 de la mañana seguida por la celebración alegre de la eucaristía con el ritmo que solo los africanos le saben dar. Esperemos que el regreso a nuestros lugares de origen “no apague el fuego vivo que nos dejó tu paso en la mañana”.

5 comentarios:

  1. Ganas de q llegue agosto en Vinuesa

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  2. Leo cada día este comentario y me encanta, porque conecta con la realidad que vivo . Me alegro además que venga de un Claretiano . Tu fundador y el mío eran grandes amigos.

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  3. Hoy, das una serie de pistas que también, los laicos, podemos aprovechar, en la vida laboral, familiar…
    “Si quieres ir rápido, ve solo; si quieres llegar lejos, ve en grupo”.
    Gracias por aclarar el tema sinodal. Si en los grupos se empezara tomando conciencia de lo que escribes, caminaríamos con más conciencia: “No hay “sin-odos” (camino juntos) sin “éx-odo” (salida)”. En otras palabras, nadie se pone a caminar sin salir de donde está.
    A mi me gusta y hace bien el tema de los discípulos de Emaús, su camino y las consecuencias que vivieron.
    Los discípulos de Emaús salieron de Jerusalén para dirigirse a su aldea. “Jesús se puso a caminar con ellos, se hizo sinodal”. En el camino reencendieron su corazón frío, reconocieron al Maestro y recuperaron su pertenencia comunitaria y su audacia misionera.
    Gracias Gonzalo, por el tema y por el resumen final: Lo importante es saber quién nos llama, por qué nos llama y adónde nos llama.

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  4. Gracias Padre Gonzalo, es más efectivo trabajar juntos

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