lunes, 20 de marzo de 2023

Hacer lo que Dios quiera


Este año, al caer el día 19 en domingo, la solemnidad de san José se ha trasladado al lunes 20 de marzo. También hoy, en el hemisferio norte, comienza la primavera. Todo nos habla de renacer. José de Nazaret es un experto en hablar poco y hacer mucho, como buen artesano. De él no conservamos ni una sola palabra, pero sí descripciones de sus actos. El versículo que más me gusta del evangelio de hoy es el último: “Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”. Imaginemos un muchacho joven y desconcertado. ¿Qué puede hacer ante algo que le supera por todas partes y que no entra en su manera de entender el mundo?

El evangelio de Mateo añade un rasgo de su personalidad humana y religiosa. Era “justo”. El término no hace referencia a su pasión por el derecho o por la justicia distributiva. Para la Biblia, un hombre “justo” es un hombre temeroso de Dios que quiere cumplir siempre su voluntad. Y eso es precisamente lo que hace el joven José, a pesar de que no lo tenía fácil. Tuvo que sincronizar sus planes (y los de su familia) con los inesperados planes de Dios. Podría haberse hecho el sordo, pero “hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”. No se limitó a escuchar. Cumplió.


Ayer y hoy se celebra el Día del Seminario. Este año el lema, al menos en España, es: “Levántate y ponte en camino”. Ese “levántate” es un verbo muy josefino. En el evangelio de Mateo leemos: “Cuando ellos se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto” (Mt 2,13). Y más adelante: “Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño»” (Mt 2,19-20). 

En ambos casos la respuesta de Mateo fue clara: “José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto” (Mt 2,14); “Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel” (Mt 2,21). Cuando percibe la voz de Dios, José siempre se levanta y se pone en camino: unas veces hacia Egipto y otras hacia Israel. Puede ser un perfecto modelo para aquellos que son invitados por Dios para servir a la comunidad como sacerdotes.


Estando en Camerún, he leído en varios periódicos digitales que por primera vez desde que se tienen datos, el número de seminaristas en los seminarios españoles ha descendido de 1.000. Concretamente, en el curso 2022-2023 hay solo 974. Enseguida se han prodigado las explicaciones. Algunos insisten en el factor demográfico (si disminuye el número de niños, disminuyen las vocaciones). Otros apuntan, sobre todo, a la secularización de la sociedad. No faltan quienes ponen el acento en el mal ejemplo de los curas actuales, en la mala imagen pública de la Iglesia o en la falta de una pastoral vocacional centrada en lo esencial. Imagino que hay un poco de todo, pero al final, lo más decisivo es lo que sucede entre un joven (o no tan joven) y Dios. 

Cuando un hombre cristiano siente que tal vez Dios le llama a entregarse plenamente a Él y a servir a la comunidad como sacerdote, puede responder de muchas maneras. La primera es hacerse el tonto, no darse por enterado, creer que el asunto no va con él. La segunda es aducir las objeciones más razonables: “Estoy estudiando una carrera, puedo servir a los demás con mi profesión, sueño con casarme y formar una familia, se puede ser cristiano de muchas maneras, etc.”. La tercera es la respuesta josefina, la más difícil, pero la más evangélica: escuchar la voz de Dios, levantarse y ponerse en camino. Creo que siempre habrá jóvenes (y no tan jóvenes) que opten por la tercera, por más cuesta arriba que se ponga el asunto. En José de Nazaret tienen un buen modelo. José nunca falla.



1 comentario:

  1. Este “… levántate y ponte en camino…” es una llamada que nos llega a todos, en diversos momentos de la vida. Otra cosa es ver si estamos dispuestos a “escuchar y ponernos en camino”. Me pregunto si somos capaces de dar testimonio de esta actitud.
    Para las vocaciones al sacerdocio, los que se sienten llamados no lo tienen nada fácil. A mi parecer, una parte del problema está en lo que dices que “falta de una pastoral vocacional centrada en lo esencial”.
    Escribes: “… pero al final, lo más decisivo es lo que sucede entre un joven y Dios…” Sí, estoy totalmente de acuerdo, pero ¿donde se encuentran “buenos intérpretes” que ayuden a los jóvenes que sienten alguna inquietud a dar algunos pasos para ir discerniendo y llegar hasta el final?
    Gracias Gonzalo.

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