jueves, 25 de junio de 2020

El pasado ilumina el futuro

No sé si un célibe como yo debería escribir una entrada como la de hoy, pero me arriesgo. Me sorprenden las conclusiones de un reciente estudio realizado por el Observatorio Demográfico CEU. Según él, los efectos de la pandemia del Covid-19 hubieran sido mucho menos negativos en España si viviéramos como en 1970; es decir, si la media del número de hijos por mujer fuera de 2,8 (y no de 1,23 como es ahora), si hubiera pocas separaciones y divorcios (actualmente la mitad de los matrimonios acaban en divorcio), si la mayoría de los ancianos vivieran en sus casas o con sus familiares (actualmente, un buen porcentaje vive en residencias para mayores). Si no se hubieran producido estos drásticos cambios en los últimos 50 años, hoy en España habría unos 20 millones más de personas menores de 43 años. La población sería, pues, más numerosa y más joven, como sucede en países de nuestro entorno como Francia, Inglaterra o Italia. Menos gente hubiera vivido el confinamiento en soledad (en 1970, solo el 2% de los españoles vivían solos; hoy la cifra sube al 11%). Y no hubieran fallecido tantos ancianos agrupados en residencias para mayores. 

Como es lógico, con los mismos datos caben explicaciones e interpretaciones de todo tipo. Para algunos, esta evolución es un signo evidente de modernidad. La mujer se ha “liberado” de su papel de reproductora y cuidadora de hijos y personas mayores. Ha adquirido autonomía afectiva, laboral y económica. Esta es una conquista. No se puede dar marcha atrás. Para otros, se trata de indicadores de una sociedad que ha perdido el rumbo y que no cree ya en el futuro. Está cavando su propia tumba. 

Sin entrar ahora en juicios éticos, hay un hecho objetivo que no se puede silenciar: en 2019 en España nacieron menos del 60% de hijos de españolas que en el año 1976. Si los niños representan el futuro, esto significa que España tiene un 60% de menos de futuro que hace 40 años. Aparte de opciones personales basadas en visiones de la vida, ¿qué es lo que animaría a tener más hijos? Los expertos coinciden en que hay algunas medidas adoptadas ya por otros países que están siendo eficaces: implicar a ambos progenitores en el cuidado de la prole; hacer leyes que faciliten compaginar mejor la vida familiar y laboral; establecer desgravaciones fiscales; implantar medidas económicas de sostén a la maternidad y a la familia; apoyar también a las empresas porque para las pymes es muy difícil asumir ciertos costes, etc. 

La corta experiencia de los meses de pandemia nos ha mostrado que algunas medidas que no somos capaces de adoptar por criterios éticos u opciones políticas, nos vemos obligados a adoptarlas por imperativos sanitarios. Creo que, con respecto a la natalidad, el cuidado de los mayores, etc. (valores que siempre ha defendido la fe cristiana), puede suceder algo semejante. Cuando nos demos cuenta de que por el camino actual vamos hacia un abismo social, reaccionaremos, pero puede que entonces sea demasiado tarde. ¿Cómo abrir los ojos y, libres de prejuicios, plantear las cosas con la mayor objetividad posible?

No estoy proponiendo que regresamos a las condiciones sociales y culturales de 1970, aunque muchas personas me han dicho abiertamente que eran más felices en aquellos años que ahora, por más que hoy disfruten de una posición económica más holgada. Para mí, las preguntas clave son: ¿Cómo garantizar un progreso social que no implique “sacrificar” a los eslabones más débiles de la cadena humana (es decir, los niños y los ancianos)? ¿Cómo avanzar en los derechos de hombres y mujeres sin reducirlos solo al ámbito laboral y económico? Algunas madres jóvenes me han confesado en contra de lo que defienden con uñas y dientes varias corrientes feministas que para ellas no supone ninguna esclavitud, sino una inmensa alegría, renunciar al ejercicio de su profesión (o reducirlo en tiempo) para cuidar a sus hijos pequeños y llevar el hogar, que no se sienten por ello menos liberadas o menos modernas. 

Mis compañeros africanos y asiáticos se escandalizan cuando ven que nosotros, los europeos, dejamos a nuestros ancianos al cuidado de estructuras como residencias de mayores. Para ellos resulta inconcebible que quienes han sacado adelante una familia no sean cuidados hasta el final por la propia familia. La terrible crisis de humanidad vivida en muchas residencias durante estos meses de pandemia, ¿no es suficiente para abrirnos los ojos? ¿Qué tipo de mundo estamos construyendo? ¿Cuáles son nuestros valores? ¿Damos más importancia a tener un fin de semana libre que al cuidado de nuestros padres y abuelos? Reconozco que el estudio del CEU es solo un punto de vista, pero me hace pensar. Conocer bien el pasado nos ayuda a plantear mejor el futuro.


1 comentario:

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.