sábado, 20 de junio de 2020

Música para renacer

Son algo más de las siete y media de la tarde. Hay gente salpicada por la nave central de la basílica. Todos llevan su mascarilla. Vestida con un traje largo, hace su entrada Gaia Vazzoler. Antes de acercase al piano, se dirige al público desde el ambón del presbiterio. Tiene una voz dulce y clara. En ella el italiano suena todavía más dulce. Nos dice que ha soñado en este momento. Quería ofrecer un “concerto di rinascita” tras los duros meses del confinamiento. ¿Qué mejor ocasión que la víspera de la fiesta del Inmaculado Corazón de María? ¿Qué mejor lugar que la basílica romana que lleva su nombre? Va a ofrecernos nueve piezas “marianas”. Por sus dedos van a desfilar composiciones de Bach, Gounod, Caccini (en realidad, el verdadero autor de la pieza es un músico ruso, no el célebre compositor italiano), Schubert, Mascagni, Massenet, Porzio e incluso Astor Piazzola (el autor de muchos tangos famosos). Cada dos piezas abandona el piano, sube con gracia los peldaños que conducen al ambón y presenta lo que va a tocar, dando a sus palabras un tono meditativo no exento de humor. Gaia quiere hacer un concierto-oración a la “Madre de las madres” por habernos acompañado en el dolor y en la esperanza durante estos meses de pandemia.

En varias ocasiones cerré los ojos mientras ella tocaba. La mayoría de las piezas me resultaban muy conocidas, incluida la célebre Ave Maria, extraída del intermedio de Cavalleria Rusticana, la obra de Pietro Mascagni. En sus breves presentaciones Gaia es musicóloga y creyente− incluía citas de Paul Claudel o Ignacio de Loyola. A diferencia de lo que sucede con muchos sacerdotes o laicos cuando cogen el micrófono en la iglesia, Gaia fue breve, clara, directa, sugestiva y piadosa. Una vez más se cumplió el adagio de que “menos es más”. Sus presentaciones fueron un cursillo acelerado de cómo hablar en público sin caer en la verbosidad, la banalidad, la abstracción o el mal gusto. Así que todos entramos enseguida en un clima de belleza y oración. 

Mientras ella tocaba sin aspavientos (no tiene aspecto de diva), yo evocaba muchas de las experiencias vividas a lo largo del lockdown (como les gusta decir en Italia). Intentaba contemplarlas con perspectiva mariana; es decir, “guardándolas en el corazón”. Puse nombre y rostro a las personas muertas más cercanas a mí (cuatro familiares, algunos claretianos y un número significativo de personas conocidas). Recordé varios momentos muy dolorosos. Dejé que la música me ayudara a renacer. Me encantó el título que Gaia escogió para el concierto. Todo duró en torno a una hora, el tiempo justo. Me fui a la cama con la sensación de haberme preparado para la fiesta de hoy mejor que si hubiera hecho un largo rato de oración en solitario o incluso en comunidad. ¿Qué tendrá la música que llega al hondón del alma?

Sí, hoy es la fiesta principal de los Misioneros Claretianos. Nuestro nombre original es Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Estamos “obligados” por carisma a poner corazón en todo cuanto hacemos. Decir “corazón” es decir intimidad, profundidad, cordialidad, dulzura, energía, ritmo, cercanía y vida. Todas estas notas están asociadas a la Virgen Madre. Por eso, quienes buscan algo parecido se sienten magnéticamente atraídos por la madre de Jesús. ¡De qué manera tan hermosa hablaba anoche Gaia de la “Madre de las madres”! Nada que ver con el lenguaje abstracto o empalagoso de algunos eclesiásticos. Palabras sencillas, directas, vitales. De corazón a corazón. Si uno de los efectos dañinos del coronavirus es la dificultad para respirar, necesitamos un corazón potente que bombee sangre oxigenada por todo el organismo y que ayude al cuerpo a ponerse en pie. Sin corazón no hay renacimiento. 

En un día como hoy me siento muy agradecido (“Gracias os doy, oh Madre, por la vocación recibida”, cantamos los claretianos) por la vocación misionera. Si tuviera que decirlo de manera escueta, diría que consiste en “poner corazón” donde la vida nos pone a prueba. Claret lo dijo con palabras más sonoras. Consiste en ser “un hombre que arde en caridad, que abrasa por donde pasa y que desea encender a todo el mundo en el fuego del divino amor”. Donde hay corazón, hay fuego. Y donde hay fuego, el amor de Dios hace de las suyas. ¡Feliz fiesta del Inmaculado Corazón de María a todos los lectores de este Rincón! Os dejo con el himno compuesto por el claretiano vasco P. Luis Iruarrízaga.

Gloria a ti, Corazón de María, 
fiel creyente en Jesús, el Señor.
Te aclamamos: la llena de Gracia, 
Reina y Madre del Pueblo de Dios. 
Con la fuerza y el don del Espíritu, 
compartiendo la vida y el pan, 
anunciamos la Buena Noticia, 
construimos el Reino en la paz. 
Te aclamamos la llena de Gracia, 
Reina y Madre del Pueblo de Dios.



3 comentarios:

  1. Un recuerdo muy especial a toda la Familia Claretiana, en esta celebración del Corazón de María. Me uno en acción de gracias.

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    1. Muchas gracias, Lourdes. Feliz fiesta también para ti. Este año tiene un significado muy especial.

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  2. Gracias Gonzalo por compartir tu experiencia... Me gusta lo de "guardar todo en el corazón".
    Me ha hecho bien tu reflexión para vivir la fiesta de hoy.
    FELICIDADES!!! Un abrazo.

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