Cuando el IV Domingo de Adviento cae el 24 de diciembre ya se sabe que nos quedamos sin cuarta semana. Todo
se precipita. Esta noche es Nochebuena y
mañana Navidad, como canta el villancico. Lo que sigue no es políticamente correcto en días de
campañas antialcohólicas. Bueno, tiempo tendremos de volver sobre el folclore navideño. Ahora, una vez más, tenemos que poner los ojos en María. De ella, y de su hijo Jesús, habla el
Evangelio que se lee hoy. ¿Cómo se puede describir la experiencia que tuvo la muchacha
de Nazaret? Nadie estaba allí con una videocámara o una grabadora para
registrar lo ocurrido. Cuando Lucas quiere incluir el relato de esta singular experiencia
en su Evangelio no tiene más remedio que echar mano de esquemas de “anunciaciones”
que les resultaban familiares a los lectores de las Escrituras. Su relato está
confeccionado a base de continuas referencias al Antiguo Testamento. Por eso,
resulta difícil distinguir los datos históricos reales de los elementos literarios.
En el fondo, más allá de los esquematismos, Lucas quiere subrayar que Jesús no
es un mero fruto natural de la fecundidad humana, sino un don de Dios. Su
futura misión es, en el fondo, el sueño de Dios sobre el mundo.
Hay un contraste entre la
historia de David que se lee en la primera lectura y la historia de María. El
rey israelita, en la cumbre de su poderío, quiere construir una casa para Dios,
pero Dios rehúsa su ofrecimiento. María es una virgen-pobre; es decir, doblemente
marginada. No puede ofrecer nada a Dios excepto su voluntad. Por eso, Dios
mismo decide que el vientre de María, su persona entera, sea la “casa” en la
que va a habitar Jesús. El deseo de
David se cumple plenamente en María. El que va a nacer de sus entrañas es el
sueño de Dios, al que el evangelista Lucas le otorga distintos títulos cargados
de significado: “Se llamará Hijo del
Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la
casa de Jacob para siempre”. Aunque siempre solemos hablar de
este relato como si presentara la vocación de María, en realidad el
protagonista es su Hijo Jesús. María es la casa. Jesús es el habitante. Para llevar
a cabo la misión de ser casa, María -como sucede en todos los relatos de
anunciaciones- recibe un nuevo nombre. El ángel la llama la
“llena de gracia”.
A punto de reunirnos en
nuestras casas y comunidades para la tradicional cena de Nochebuena (en
aquellos lugares en los que se mantiene esta tradición) y deseosos de celebrar
la Misa de medianoche (la “Misa del Gallo”, como se la conoce en la tradición
hispana), caemos en la cuenta de que el verdadero “portal” (o nacimiento,
belén, pesebre…) no es otro que el vientre de María. Dios se adelantó a
preparar esta casa y ella, pequeña muchacha
de Nazaret, aceptó con absoluta confianza: “Aquí
está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Sobre el
trasfondo de la historia de María, entendemos mejor nuestra historia personal.
También nosotros somos visitados por Dios a través de sus innumerables ángeles,
personas que nos transmiten su cercanía. Sobre cada uno de nosotros se
pronuncian las palabras que cambian nuestra percepción de las cosas: “¡Alégrate, lleno (a) de gracia, el Señor
esta contigo”. Es normal que un anuncio de este tipo nos desconcierte,
sobre todo cuando, a lo largo de la vida, hemos podido recibir otro tipo de
mensajes: “No vales nada, eres un
desastre, nunca llegarás lejos, todos te superan, …”. No se trata ahora de
que hagamos un esfuerzo desesperado por sobresalir. Las cosas mejores de la
vida (el amor, la libertad, la alegría, la amistad, la paz, la justicia) no
dependen de nuestro empeño, las recibimos como un don inmerecido porque “para Dios nada ha imposible”. Pero no
se trata de un regalo impuesto, sino de una oferta que acogemos en libertad.
Podemos rechazarla (algunos lo hacen en nombre de inimaginables causas) o
podemos aceptarla con humildad. En ese caso, no hay fórmula mejor que la usada
por María: “Aquí está la esclava (el
esclavo) del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
Feliz domingo de
Adviento. Para quienes deseéis una
explicación pormenorizada de las lecturas de hoy, os recomiendo el vídeo de
nuestro amigo Fernando Armellini:
Feliz domingo de Adviento para ti, Gonzalo y también feliz Nochebuena.
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