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domingo, 24 de diciembre de 2017

La casa de Dios es María

Cuando el IV Domingo de Adviento cae el 24 de diciembre ya se sabe que nos quedamos sin cuarta semana. Todo se precipita. Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad, como canta el villancico. Lo que sigue no es políticamente correcto en días de campañas antialcohólicas. Bueno, tiempo tendremos de volver sobre el folclore navideño. Ahora, una vez más, tenemos que poner los ojos en María. De ella, y de su hijo Jesús, habla el Evangelio que se lee hoy. ¿Cómo se puede describir la experiencia que tuvo la muchacha de Nazaret? Nadie estaba allí con una videocámara o una grabadora para registrar lo ocurrido. Cuando Lucas quiere incluir el relato de esta singular experiencia en su Evangelio no tiene más remedio que echar mano de esquemas de “anunciaciones” que les resultaban familiares a los lectores de las Escrituras. Su relato está confeccionado a base de continuas referencias al Antiguo Testamento. Por eso, resulta difícil distinguir los datos históricos reales de los elementos literarios. En el fondo, más allá de los esquematismos, Lucas quiere subrayar que Jesús no es un mero fruto natural de la fecundidad humana, sino un don de Dios. Su futura misión es, en el fondo, el sueño de Dios sobre el mundo.

Hay un contraste entre la historia de David que se lee en la primera lectura y la historia de María. El rey israelita, en la cumbre de su poderío, quiere construir una casa para Dios, pero Dios rehúsa su ofrecimiento. María es una virgen-pobre; es decir, doblemente marginada. No puede ofrecer nada a Dios excepto su voluntad. Por eso, Dios mismo decide que el vientre de María, su persona entera, sea la “casa” en la que va a habitar Jesús. El deseo de David se cumple plenamente en María. El que va a nacer de sus entrañas es el sueño de Dios, al que el evangelista Lucas le otorga distintos títulos cargados de significado: “Se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre”. Aunque siempre solemos hablar de este relato como si presentara la vocación de María, en realidad el protagonista es su Hijo Jesús. María es la casa. Jesús es el habitante. Para llevar a cabo la misión de ser casa, María -como sucede en todos los relatos de anunciaciones- recibe un nuevo nombre. El ángel la llama la “llena de gracia”.

A punto de reunirnos en nuestras casas y comunidades para la tradicional cena de Nochebuena (en aquellos lugares en los que se mantiene esta tradición) y deseosos de celebrar la Misa de medianoche (la “Misa del Gallo”, como se la conoce en la tradición hispana), caemos en la cuenta de que el verdadero “portal” (o nacimiento, belén, pesebre…) no es otro que el vientre de María. Dios se adelantó a preparar esta casa y ella, pequeña muchacha de Nazaret, aceptó con absoluta confianza: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Sobre el trasfondo de la historia de María, entendemos mejor nuestra historia personal. También nosotros somos visitados por Dios a través de sus innumerables ángeles, personas que nos transmiten su cercanía. Sobre cada uno de nosotros se pronuncian las palabras que cambian nuestra percepción de las cosas: “¡Alégrate, lleno (a) de gracia, el Señor esta contigo”. Es normal que un anuncio de este tipo nos desconcierte, sobre todo cuando, a lo largo de la vida, hemos podido recibir otro tipo de mensajes: “No vales nada, eres un desastre, nunca llegarás lejos, todos te superan, …”. No se trata ahora de que hagamos un esfuerzo desesperado por sobresalir. Las cosas mejores de la vida (el amor, la libertad, la alegría, la amistad, la paz, la justicia) no dependen de nuestro empeño, las recibimos como un don inmerecido porque “para Dios nada ha imposible”. Pero no se trata de un regalo impuesto, sino de una oferta que acogemos en libertad. Podemos rechazarla (algunos lo hacen en nombre de inimaginables causas) o podemos aceptarla con humildad. En ese caso, no hay fórmula mejor que la usada por María: “Aquí está la esclava (el esclavo) del Señor; hágase en mí según tu palabra”.


Feliz domingo de Adviento. Para quienes deseéis una explicación pormenorizada de las lecturas de hoy, os recomiendo el vídeo de nuestro amigo Fernando Armellini:


1 comentario:

  1. Feliz domingo de Adviento para ti, Gonzalo y también feliz Nochebuena.

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