El año pasado,
tal día como hoy, contemplé a María como la mujer
inmaculada en un mundo contaminado. Este año me
siento atraído por la imagen de la aurora. Recuerdo que, cuando solía hacer
campamentos de verano, siempre me gustaba madrugar para ver amanecer. En medio
de la oscuridad de la noche, empieza a aparecer un pequeño resplandor por el Este.
Poco a poco, se incrementa y se acelera. Segundos antes de que se insinúe la
esfera oronda del sol, el resplandor alcanza su máxima expresión (la aurora),
la “hora áurea”, como si quisiera preparar nuestras pupilas para acoger la luz
del Sol naciente. La tradición cristiana ha aplicado ambos símbolos a Jesús y a
María. El canto del Benedictus
presenta a Jesús como “sol que nace de lo
alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte”. María
es la luz de la aurora que prepara el nacimiento de ese Sol invicto. Es también
reflejo hermoso de ese mismo sol. Su luz inmaculada le viene de su hijo Jesús.
Ella es la “llena de gracia” porque ha sido inundada plenamente por Dios.
Hoy es un día muy
especial. En muchos lugares del mundo se celebra la fiesta de la Inmaculada
Concepción con entusiasmo. Hay países (Portugal, Estados Unidos, Filipinas
y otros) que la tienen como patrona. En Nicaragua se celebra la famosa fiesta
de “la gritería”: “¿Quién causa tanta alegría? ¡La Concepción de María!”. En
muchos lugares de Andalucía he visto azulejos con esta inscripción: “Nadie cruce este portal sin que jure, por
su vida, que María es concebida sin pecado original”. Son expresiones
populares de una fe que tiene su fundamento en el saludo del ángel Gabriel a la
muchacha de Nazaret: “Salve, María, llena de gracia”. La Iglesia ha interpretado
ese “llena de gracia” como la preparación que Dios mismo ha hecho para que
María pudiera ser la madre de Jesús, la expresión acabada de la gracia de Dios.
Mientras escribo estas notas, caigo en la cuenta de que este lenguaje, tan
familiar para cristianos mayores, quizás resulte completamente ininteligible
para las generaciones más jóvenes. No forma parte de su vocabulario y nadie les
ha explicado lo que significa. ¡Hasta podría parecerles un residuo sin mayor
importancia!
Y, sin embargo,
contemplar a María como la mujer “llena de gracia”, como la aurora que prepara
el amanecer del Sol, tiene un profundo significado en nuestro tiempo. Muchas
personas bautizadas tienen la impresión de vivir su fe como una permanente
noche en la que apenas se ve nada. También está metáfora -la noche- se aplica a
las culturas que viven “como si Dios no existiera”. En ese contexto, la
historia de quienes han redescubierto el significado profundo de la fe está con
frecuencia asociada a María. En algunos casos, ha coincidido con la
peregrinación a un santuario mariano; en otros, con el recuerdo de experiencias
infantiles ligadas a la madre de Jesús. En
el descubrimiento de la fe, en la preparación del encuentro con la luz de
Jesús, María es la aurora que prepara el amanecer, el mundo nuevo del encuentro con Dios. Ella es como la pedagoga que
nos introduce en el misterio de su Hijo y nos susurra al oído: “Haced lo que Él os diga”. Es la presencia
femenina que sabe acompañar nuestras búsquedas y tropiezas, nuestras crisis y
ansiedades. No se impone como el sol del mediodía, sino que se insinúa como la
aurora matutina. No se convierte en protagonista, sino que prepara el
advenimiento del verdadero Sol.
Os dejo con este precioso
soneto de Luis Rosales. Yo no sabría expresarlo mejor que él.
de miel, casi morena, que trasmana
un rubor silencioso de milgrana
en copa de granado placentero;
la frente como sal en el estero,
y la mano amiga corno luz cercana,
y el labio en que despunta la mañana
con sonrisa de almendro tempranero.
¡Venid, alma, venid!: y el mundo sea
heno que cobra resplandor y brío
en su mirar de alondra transparente,
aurora donde el cielo se recrea,
¡aurora tú que fuiste como un río,
y Dios puso la mano en la corriente!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.