Dentro de unas
horas regreso a Roma después de una semana en Inglaterra en la que he tenido oportunidad de conocer lugares y personas que me han enriquecido. Viniendo de un contexto latino, el encuentro con la cultura anglosajona siempre me estimula. Me ayuda a ver el otro lado de la realidad, a atenerme a los hechos más que a las teorías, aunque sin llegar al extremo de aquel profesor de Oxford al que un alumno le preguntó de qué color era el autobús que estaba pasando en ese momento por la calle, a lo que el profesor respondió con circunspección: "Al menos por este lado, es rojo". De lo que no se sabe -como decía el neopositivista Wittgenstein- es mejor no hablar.
Ayer pasé la tarde en
Cambridge. Lucía un
precioso sol de primavera. Las calles estaban llenas de estudiantes en manga corta y multitud de turistas de muchos países. Visitando algunos colleges e iglesias, me encontré con estampas que parecen de otros tiempos. ¿En cuántos lugares se puede
anunciar una conferencia sobre “Dios y el ADN”? Es curioso que muchos de los mejores científicos que han salido de los colleges de Cambridge han sido hombres y mujeres de fe; es decir, personas que, en su investigación profunda sobre la realidad, no se han detenido en los simples fenómenos: se han abierto al misterio que los sostiene. Un poco de ciencia nos hace, por lo general, agnósticos. Nos sitúa en el campo de los enigmas. Ahí Dios no aparece por ninguna parte porque no es un enigma que se pueda despejar en un laboratorio. Mucha y buena ciencia nos coloca en el umbral del misterio.
¿Quién ha visto a media docena
de jóvenes tocar en grupo las campanas dentro de una iglesia, a media tarde, como
si estuvieran dando un concierto? La mayoría de sus coetáneos están pendientes de otras cosas. (Para que no haya duda sobre estas extrañas costumbres inglesas, adjunto las fotos
correspondientes).
Cambridge representa el encuentro entre lo más tradicional
de Inglaterra y la investigación puntera, entre el King’s College y los
laboratorios Cavendish. Uno puede ver a un grupo de estudiantes ensayando un
concierto y, a renglón seguido, remando en las aguas mansas del río Cam. Esto
es algo que me gusta.
He nacido en un país (España) que admiro y quiero, pero
que tiene una tendencia incurable a los extremismos. Casi siempre se plantean
las cosas de manera dilemática: o música o deporte; o ciencia o fe; o derechas
o izquierdas; o capitalista o socialista; o creyente o ateo. Da la impresión de
que estamos genéticamente castigados a elegir entre una cosa (tesis) u otra (antítesis),
cuando la mayor parte de las veces los extremos se podrían integrar en una
vigorosa y original síntesis.
Las personas y países que tienen esta capacidad
integradora aprenden a sacar partido de todo, no desprecian nada que sea
valioso aunque no coincida con las propias tesis. Esto significa una visión
sinfónica de la vida en la que cada instrumento (cada persona o grupo) puede aportar algo a la armonía del conjunto. Si planteáramos así los problemas nos
libraríamos de muchas batallas inútiles y enriqueceríamos mucho el patrimonio
común.
Mientras escribo
estas notas, antes de salir para el aeropuerto de London-Stansted, leo que un terremoto
de magnitud 7,8 en la escala Richter ha causado ya cerca de 300
muertos en Ecuador, un país que he visitado en alguna ocasión y al que guardo
cariño. Estas noticias rompen la serenidad de una preciosa mañana de primavera
en la campiña del Cambrigdshire, pero son las que nos ponen siempre alerta: la
vida cotidiana es un milagro permanente. He recibido noticias de nuestros
misioneros en Ecuador. Ninguno ha sido directamente afectado por el terremoto,
pero todos están viviendo en carne propia el dolor de la gente. Oremos por las
víctimas y colaboremos en la medida de lo posible en la ayuda a los
damnificados.
Me alegro mucho de que no haya claretianos afectados en Ecuador a pesar del gran dolor por tanta desgracia y dolor. Nos vendría bien (a mi por lo menos)alguna reflexión tuya sobre las desgracias y catástrofes (en especial sobre las no provocadas) y la Providencia Divina. La constatación sobre el carácter hispano magnífica y una fatalidad para todos nosotros que sea así. La Esperanza en que algún día cambie es el único consuelo.
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