lunes, 11 de abril de 2022

Una casa perfumada


Parece que Rusia quiere intensificar sus ataques al Donbás ucraniano. El resto del mundo asiste entre horrorizado y paralizado a las maniobras rusas. Mientras, miles de personas están muriendo. Muchos se preguntan si esta “pasividad” no puede anticipar una conflagración mundial como la que siguió a la inicial pasividad contra Hitler cuando invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939. Parece que las sanciones económicas no bastan para detener la guerra. Las Naciones Unidas no tienen la autoridad suficiente para ordenar a Rusia -que, por otra parte, tiene poder de veto- que abandone la invasión de Ucrania o, por lo menos, que no cometa execrables crímenes de guerra. 

Comprendo que los altísimos intereses económicos y el chantaje nuclear aconsejan prudencia, pero, ¿qué hacer cuando Putin juega con la prudencia occidental para llevar a cabo sus planes anexionistas? ¿Cuántos muertos más se necesitan para que Rusia se dé cuenta de que se está quedando aislada y de que pagará un altísimo precio por esta insensata operación?


Me hago estas preguntas el Lunes Santo, día en que la liturgia nos propone como Evangelio la visita de Jesús a sus amigos de Betania: Lázaro, Marta y María. Esta última, mientras su hermana Marta servía la cena, ungió los pies de Jesús con una costosa mistura de nardo. El precio equivalía al salario de un obrero durante casi un año. Me llama la atención cuando el evangelista escribe: “La casa se llenó de la fragancia del perfume”. 

En una cultura tan pragmática como la nuestra en la que siempre andamos calculando la relación costo/beneficio, el gesto de María de Betania resulta provocadoramente exagerado. Pero ese perfume es símbolo del amor. El evangelista podría haber escrito que la casa se llenó con la fragancia del amor. Judas no entendió esta lógica dispendiosa. Él no se atrevería a comprar una libra de nardo por trescientos denarios, pero fue capaz de vender a Jesús por treinta monedas de plata. ¿Dónde está la verdad? ¿Quién conocía mejor a Jesús: María o Judas? ¿Quién lo amaba más?


Mientras nuestras casas (hogares familiares, comunidades cristianas, países, etc.) no se llenen con la fragancia del amor, los intereses van a ser la lógica que rija nuestras relaciones. ¿Por qué Putin quiere conquistar el Donbás? No porque ame a su población y quiera liberarla de la supuesta opresión ucraniana (como cínicamente presenta a sus compatriotas la operación), sino porque desea a toda costa tener un corredor terrestre que una Rusia con Crimea. Es decir, por intereses geoestratégicos y económicos. No tengo empacho en decir que Putin es como Judas. Con apariencia de bien, solo busca satisfacer su ambición. 

Judas también utiliza un argumento que puede encandilar a cualquiera medianamente sensible: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?”. La utilización de los pobres como moneda de cambio sigue siendo hoy una práctica habitual. Jesús no se deja atrapar por el sofisma. Defiende sin ambigüedades la actitud generosa y exagerada de María: “Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis”.

Llenar la casa con la fragancia del amor exige una capacidad muy superior a la de quienes se limitan a calcular costos y beneficios. Ambas actitudes son necesarias en la vida, pero la que de verdad nos saca del atolladero es la de quienes, como María de Betania, no confunden lo importante con lo urgente.




1 comentario:

  1. Es horroroso el contraste que estamos viviendo, mientras están muriendo brutalmente tantas personas, tantas familias destruidas, a todos niveles, ¿podemos vivir tranquilamente en nuestras seguridades?
    Si analizamos nuestra vida a la luz del Evangelio, podremos descubrir que, en nosotros, se mezclan los dos personajes: María y Judas… Y yo me pregunto: ¿cuál predomina en mí?
    Estamos invitados a dejar “rastro” de perfume, traducido en amor… Lo necesitamos.
    Gracias, Gonzalo.

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