miércoles, 23 de febrero de 2022

Más abrazos y menos cortisol

Un amigo me ha pasado el vídeo que he colocado al final de esta entrada. Os animo a verlo con calma. Dura poco más de 21 minutos, pero no se hace largo. Es interesante y comprensible de principio a fin. Se trata de una acelerada conferencia de la psiquiatra española Marian Rojas-Estapé. Con voz clara y ritmo vertiginoso, aunque con una imagen de poca calidad, Marian nos enseña cómo funciona el cerebro en el mundo digital. 

Me permito hacer un resumen a vuelapluma que sirva como aperitivo para ver el vídeo en su integridad. Comprender lo que nos está pasando hoy puede ayudarnos a sentirnos aliviados. El mundo digital es apasionante… si sabemos gestionarlo bien. Si no, se convierte en una trampa.

Hoy vivimos una intoxicación de cortisol, que es la hormona del estrés. Esta hormona sube cuando experimentamos miedo o amenazas y baja en las primeras horas de sueño nocturno. No distingue entre amenaza real o imaginaria. De hecho, el 90% de las cosas que nos preocupan mucho en la vida nunca suceden, pero las vivimos como si fueran reales. Durante los dos años de pandemia se ha agudizado esta intoxicación de cortisol. Han aumentado los problemas físicos (dolores de estómago, de cabeza y de articulaciones, insomnio, pérdida de memoria, caída de cabello, desajustes alimentarios, etc.) y emocionales (irritabilidad, tristeza, soledad, languidez, angustia, etc.).

¿Cuáles son las vías de escape que estamos utilizando para huir de esta intoxicación? A las tradicionales (alcohol, drogas, sexo, juegos, trabajo, etc.) se une ahora la pantalla, entendiendo por pantalla todo aquello que se nos ofrece a través de un dispositivo electrónico audiovisual (videojuegos, redes sociales, Internet, etc.). El uso de la pantalla nos alivia porque nos proporciona gratificaciones instantáneas. Un directivo de Facebook llegó a confesar que diseñaron esa red social para crear adictos porque a la gente le gusta ser reconocida, compartir fotos y mensajes y recibir muchos likes y emoticones.

En este proceso de gratificación interviene la dopamina, la hormona del placer. Es la hormona de las adicciones a los videojuegos, la pornografía, etc. Ya he dicho que la pantalla que nos proporciona todos esos contenidos de manera instantánea fue diseñada para ser adictiva, tan adictiva como la cocaína. Va por los mismos circuitos cerebrales. Por eso, algunos científicos llaman a Internet “la cocaína (o la droga) del siglo XXI”. Quizá sin ser conscientes, casi todos nos hemos convertido en drogodependientes emocionales y, por lo tanto, en sujetos manipulados. La pantalla nos ofrece constantes “chutes” de dopamina, sensaciones consecutivas. Las grandes corporaciones tecnológicas se dieron cuenta de este fenómeno y lo están explotando para mantener nuestra atención el mayor tiempo posible, crear necesidades sobrevenidas y vender sus productos produciendo en nosotros la vana ilusión de que, comprándolos, seremos más felices. Amazon se frota las manos. 

En realidad, las dos únicas experiencias que hacen felices a los seres humanos son el amor (en sus diversas expresiones) y el trabajo bien hecho. [Yo me permitiría añadir la contemplación de la belleza]. Curiosamente, ambas exigen posponer la satisfacción de los deseos, esperar, ser pacientes. Aquí entra en juego la corteza prefrontal, que es esa zona del cerebro que nos permite controlar los instintos. Es el centro neurálgico de la voluntad. El cerebro madura de atrás hacia adelante y en las mujeres algo antes que en los hombres. En algunas personas no acaba de madurar nunca porque se mueven a golpe de instintos primarios. Eso explica la superficialidad e impulsividad con las que viven.

¿Cómo se activa a un bebé? Con luz, sonido y movimiento. Las madres lo saben muy bien. Esto es precisamente lo que nos proporciona la pantalla en el momento en el que lo deseamos. Para lograrlo basta un simple toque. Cuando este procedimiento se vuelve repetitivo, produce el famoso TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), que padece en torno a un 10% de los niños. Cuanto más se abusa de estímulos externos, más se atrofia la corteza prefrontal. 

Aparte de usarlo como herramienta profesional, ¿cuándo manejamos más el teléfono móvil? Cuando estamos aburridos o estresados. En esos casos, el cerebro nos pide pantalla. El teléfono móvil ha sido diseñado precisamente para aliviarnos en ambas situaciones. Por eso, tanto a los adolescentes y jóvenes como a muchos adultos les resulta casi imposible desprenderse de su teléfono móvil. Es adictivo. Lo llevan en el bolsillo, colgado al cuello o incluso en un reloj inteligente. Se ha convertido casi en una parte del propio cuerpo.

Sin aburrimiento, no hay asombro ni creatividad. Una sociedad permanentemente entretenida es, por fuerza, superficial. Sin saber diferir la satisfacción de los deseos, nunca aprendemos a gestionar las frustraciones, nos volvemos emocionalmente débiles y frágiles.

¿Qué hacer para afrontar de manera positiva este desafío? La doctora Rojas-Estapé ofrece algunas pistas:

  1. Quitar las notificaciones de la pantalla para no estar permanentemente solicitados por el típico sonido que indica que algo nuevo ha llegado.
  2. Posponer las recompensas para no depender siempre del “me apetece”. Una persona con voluntad llega más lejos en la vida que una persona inteligente.
  3. Esculpir nuestra atención en la vida real y reforzar la corteza prefrontal con ejercicios de discernimiento y voluntad.
  4. Volver a conectarnos más con las personas que con los dispositivos electrónicos, incluso en tiempos de distanciamiento social.

El exceso de cortisol se combate con la oxitocina, la hormona de la empatía. Es la hormona de los vínculos, de los gestos de afecto, de las personas-vitamina. Abrazar durante ocho segundos (que es lo que dura su efecto) es el mejor método para superar el estrés que nos está carcomiendo. ¡Pongamos de moda los abrazos! ¡Volvamos a la vida real!

Creo que merece la pena reflexionar sobre esta breve conferencia de la doctora Rojas-Estapé. Y, si por alguna razón no nos convence, siempre podemos decir lo que leí una vez en una pintada: “He aprendido tanto de mis errores, que estoy dispuesto a cometer algunos más”. Eso sí, cargando con las consecuencias. Lo dicho.



2 comentarios:

  1. Muchas gracias Gonzalo por compartir toda esta información… Comprendiendo lo que nos pasa o puede pasar, a nivel físico, podemos encontrar explicación a sucesos y experiencias vividas a causa del Covid, y de otras circunstancias y nos ayuda a relativizar mucho las alteraciones que se producen a todos niveles y que marcan un antes y un después.
    Sí, es necesario que podamos volver a la vida real… que podamos dejar atrás el “no hagas, no vayas…” y nos sintamos libres, siempre con un respeto a los demás.
    Hay abrazos que, no son físicos, hay distancia entre las dos personas, pero que pueden surgir el mismo efecto. Una llamada telefónica, unas palabras escritas o pronunciadas en mensajes de voz, unos emoticones, también transmiten este cariño que se necesita en muchos momentos…

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