Se cumple un año exacto desde que millones de personas estuvimos pegadas a la pantalla del televisor, del ordenador, de la tableta o del teléfono móvil viendo el Momento Extraordinario de Oración en tiempos de pandemia que tuvo lugar en la desierta plaza de san Pedro de Roma. Nos impresionó ver al papa Francisco caminando solo por los adoquines mojados de la plaza. Su soledad era en ese momento la soledad del mundo. Su súplica ante el Cristo Crucificado traído desde la cercana iglesia de san Marcelo era también nuestra súplica. Su esperanza en que Jesús estaba con nosotros en medio de la tormenta ha sido también la nuestra. Sin ella, nos hubiera resultado muy difícil sobrellevar el sufrimiento de este último año.
Desde entonces han sucedido muchas cosas, pero el denominador común ha sido siempre la pandemia y sus efectos. En este contexto de cambios inesperados producidos por el virus, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han cree que el exceso de teletrabajo y Zoom nos está llevando a autoexplotarnos demasiado. El resultado es un cansancio crónico y, en muchos casos, formas diversas de depresión. Pasamos demasiadas horas delante de una pantalla. Nos cuesta separar el tiempo de trabajo (negocio) del tiempo de descanso (ocio) porque todo trascurre en el espacio reducido de nuestra casa, que se transforma de este modo en hogar, oficina, taller y sala de reuniones. Cuando hacemos videollamadas nos miramos demasiado el rostro, en una especie de selfi continuado. La pantalla se convierte en un espejo continuo que refleja nuestras imperfecciones no siempre aceptadas. Echamos de menos los rituales de grupo. Tenemos comunicación sin comunidad. A veces sería preferible algo más de comunidad y un poco menos de comunicación. Nos sobran dispositivos electrónicos y nos faltan abrazos, sonrisas, bailes y conversaciones cara a cara. Muchos se han contagiado con el virus, pero la mayoría estamos contagiados de soledad, cansancio y tristeza. ¿Será está la verdadera pandemia?
Como contraste al aislamiento generalizado en que vivimos, leo en un periódico italiano una noticia que me ha llamado mucho la atención. Es una bocanada de creatividad y aire fresco. 22 chicos y chicas de Varese, una ciudad lombarda casi en la frontera con Suiza, han elegido irse a vivir juntos al “oratorio” (palabra que en italiano se aplica a los centros juveniles de las parroquias) para evitar el aislamiento social impuesto por las restricciones anti-COVID. Todos tienen entre 16 y 18 años. Conviven desde el pasado 7 de marzo en el oratorio del barrio de Biumo Inferiore. Allí comen juntos, siguen las clases online, estudian, hablan, hacen deporte, se divierten, limpian la casa y hasta rezan. Saldrán de su encierro voluntario mañana, coincidiendo con el Domingo de Ramos. La idea se le ocurrió a uno de ellos llamado Leonardo. Se inspiró en el modelo adoptado por los jugadores de baloncesto estadounidense de la NBA. Todos se hicieron una PCR antes de entrar en la “burbuja” del centro para poder compartir una normalidad cotidiana que fuera les estaba vetada.
Aunque llevaban pensándolo desde septiembre, no ha sido fácil poner la idea en práctica. Han tenido que estudiar a fondo las normas vigentes y solicitar todas las autorizaciones necesarias. Los acompaña un sacerdote de 35 años, responsable de la pastoral juvenil. Gabriele Colombo (así se llama el cura) comparte la experiencia de la burbuja con los chicos y chicas. El mismo dice que se trata de “una bonita experiencia para todos, basada no solo en la camaradería, sino en la fraternidad, es decir, en la capacidad de cuidarnos unos a otros y de cuidar los entornos comunes”. La ética del cuidado mutuo se impone a la ética del sálvese quien pueda. Reconozco que me ha encantado la idea. Probablemente muchos de ellos estarían ya cansados de permanecer cerrados en sus casas. Echarían de menos encontrarse con sus amigos y crecer juntos. Está visto que las situaciones excepcionales requieren también soluciones excepcionales.
Gracias Gonzalo, hoy hay muchas ideas y frases que nos pueden ayudar a vivir la Semana Santa desde una perspectiva diferente pasando de la añoranza a la realidad de las situaciones que estamos viviendo ahora.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo en que “la verdadera procesión va por dentro”… Viviendo el día a día, tal como se nos presente, nos ayudrá a vivir la Semana Santa de hoy… Expresas con fuerza y dureza que todo ello es carne de Semana Santa.
Escribes: Muchos se han contagiado con el virus, pero la mayoría estamos contagiados de soledad, cansancio y tristeza… Gracias por expresarlo, por lo menos a mi me ayuda a no sentirme sola en ello.
Me ha ayudado muchísimo el enlace al Momento Extraordinario de Oración… ¡como se lee e interpreta diferente según el momento que se vive!.