Mi despacho da al oeste y mi habitación al este. Eso significa que tengo que organizarme bien
para evitar en lo posible el impacto del sol veraniego. Por las mañanas trabajo
en el despacho. No me gusta el aire acondicionado, así que abro la ventana para
que entre el aire fresco del jardín. Se está bien. Por la tarde tendría que trabajar en mi
habitación porque ya no le da el sol, pero ha quedado tan recalentada del astro matutino que no me dan ganas de meterme en un horno, así que sigo trabajando en el
despacho, pero con las persianas bajadas y, de vez en cuando, con el aire
acondicionado encendido. A primera hora saludo al sol naciente desde la ventana
de mi habitación. Por la tarde lo despido desde la ventana del despacho. Me
gusta esta orientación este-oeste porque me permite seguir el curso del astro
rey a lo largo de la jornada y me evita los fuertes contrastes norte-sur. El
sol es un recordatorio permanente del ciclo de la vida. En estos meses de
verano, da gusto verlo madrugar. Aquí, en Roma, es ya de día pasadas las 5,30.
El sol se pone un poco antes de las 9 de la noche, pero tanto el amanecer como
el atardecer se extienden un poco antes y un poco después de los horarios
astronómicos. Disponemos de más de 15 horas de luz. Todo invita a vivir, a
pesar del desconcierto en el que nos movemos.
Pienso en las personas
que, por diversas circunstancias, no pueden ajustar su ritmo vital al
ciclo de la luz. Me cuesta imaginar el impacto que esto produce en sus vidas. Afecta
a trabajadores nocturnos, estudiantes de oposiciones, algunos enfermos,
personas insomnes… y también a quienes, por motivos más banales, hacen del día, noche y de la noche, día, sobre todo en este tiempo estivo. Son, por lo general, jóvenes a los
que les gusta el ocio nocturno. Pueden pasarse toda la noche bailando y
bebiendo. Se van a la cama cuando la mayoría de las personas salen de ella para
comenzar la jornada. Hace años leí un estudio sobre el significado de la noche
en los jóvenes. Para ellos era el territorio en el que se podían mover a gusto,
sin el control diurno de sus padres y otras figuras de autoridad. Por la noche
daban rienda suelta a los impulsos que durante el día estaban refrenados. Ir
contra el sol -si se me permite la hipérbole- era una manera de ir contra el
mundo, de rebelarse contra una sociedad que no les gustaba. La pandemia ha suprimido
o moderado estos excesos, pero su dinámica sigue ahí.
Confieso que yo
siempre he sido partidario de ajustarme al sol. Es como si me lo pidiera el
cuerpo, como si mis células se despertaran y se durmieran siguiendo el ciclo de
la luz. Soy como los
girasoles que nunca dejan de girar en busca de la luz y el calor. Si
esto sucede en la vida corriente, algo parecido sucede en la vida espiritual.
Movernos al Sol de Dios es la garantía de que todo puede ir bien. En el Nuevo Testamento, la dureza de corazón de los seres humanos, nuestro rechazo de Dios
se suele describir como “ir contra la luz”. Se establece una clara oposición entre
“los hijos de las tinieblas” y “los hijos de la luz”. No es tanto una cuestión
moral (todos los seres humanos somos frágiles) cuanto una orientación vital, un
modo de entender la existencia.
Tecleo estas notas a primera hora del día, un
poco antes de salir a pie hacia el centro de Roma donde hoy concluyo el
curso que he estado dando a lo largo de esta semana. El sábado tengo que
concentrarme en ultimar los detalles de los Ejercicios Espirituales on line
que comenzaré el domingo por la tarde. A día de hoy, se han inscrito casi 400
personas de una veintena de países. Veremos cómo resulta la experiencia. Os
pido una oración a los amigos de este Rincón. Es la primera vez que hago
algo semejante. No sé bien cómo puede funcionar, pero la pandemia nos ha obligado
a sustituir una tanda presencial programada en Vic (Barcelona) por esta
experiencia digital. Alea jacta est!
Cuenta con mi oración desde ahora y durante todos los ejercicios. Estoy convencido que será una gran experiencia y que los que participan tendrán más opciones todavía de "seguir el silencio" por sí solos después de cada reflexión y puesta en común. Abrazos
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