Mi cuarto en la casa familiar se ha ido convirtiendo a lo largo de los años en un pequeño y caótico museo. Conservo libros desde los años de la adolescencia, viejas cintas de música,
recuerdos de viajes por muchos países, objetos que me han regalado… Si sigo así,
llegará un momento en el que no habrá sitio para mí, así que he decidido dedicar
un tiempo a seleccionar lo que me parece valioso y desprenderme de todo lo
demás. Incluso he desmontado dos pequeñas estanterías llenas de libros que en algún
momento leí, pero que ya no me atraen. No he sentido pesar, sino sensación de
libertad. Quiero un cuarto diáfano, no un pequeño mercado persa. Acumular
demasiadas cosas acaba convirtiéndose en un lastre. Podríamos decir que me he vuelto
un poco minimalista, casi defensor del principio “menos es más”. Se ve que esta
tendencia a liberarme de cosas es un fruto de la edad adulta porque cuando era
joven sucedía todo lo contrario. Quizá la dinámica de la vida funciona así. De niños
y jóvenes nos preparamos para tener, con la vana esperanza de que teniendo más seremos
más. Llega un momento en el que caemos en la cuenta de que por esa vía acabamos
siendo prisioneros de nuestras posesiones. Entonces comienza otra etapa de
desprendimiento. A varios amigos les he oído decir que les gustaría morir casi
sin nada, ligeros de equipaje. Se reconocen en los célebres versos de Antonio
Machado: “Y cuando llegue el día del último viaje, / y esté al partir la
nave que nunca ha de tornar, / me encontraréis a bordo ligero de equipaje, / casi
desnudo, como los hijos de la mar”.
¿Por qué cuando
somos jóvenes y adultos queremos tener muchas cosas? Porque, a falta de plenitud interior, necesitamos rellenar el vacío de la existencia con “posesiones”
que nos hagan sentir falsamente satisfechos. El problema es que con las posesiones
establecemos una relación del tipo yo-ello, que es normal en los procesos productivos,
pero que no responde a nuestra condición de personas. Solamente hallamos la plenitud
cuando aprendemos a relacionarnos en el nivel yo-tú, cuando desarrollamos la capacidad
de amarnos a nosotros mismos y de amar a los demás. Como este nivel exige aprender a morir a nosotros mismos, nos sentimos más cómodos alargando al máximo
el esquema yo-ello. Estoy convencido de que muchas separaciones y divorcios son
consecuencia de relaciones planteadas así. Por duro que resulte afirmarlo, para
muchos hombres, sus mujeres son solo un “objeto” más en su colección de posesiones. Cuando
se cansan, lo sustituyen por otro “objeto” más atractivo. Y algo parecido puede
suceder, aunque creo que en menor proporción, con respecto a las mujeres. Como
la dinámica del “tener” mueve la economía, somos continuamente bombardeados
para comprar, adquirir, cambiar, consumir... tener más, en definitiva. Pocos nos
animan y nos ayudan a “ser”. Esto no vende. A lo mejor echando un vistazo al viejo Tener y ser de Erich Fromm aprendemos un poco más cómo funciona este asunto.
Despojarme de
muchas cosas inútiles, remozar mi viejo cuarto familiar, es solo un pequeño
paso en ese camino de liberación interior que uno va viendo con más claridad a
medida que pasan los años. Teniendo lo suficiente para vivir y, sobre todo,
cultivando relaciones profundas, el ser humano puede llegar al final de la vida
preparado para el encuentro definitivo con el Tú que nos aguarda. Cuanto menos
lastre llevemos en las alas, con más libertad volaremos. Hay personas que descubren
muy pronto esta dinámica y disfrutan de ella desde jóvenes, la convierten en su
estilo de vida. La mayoría de los seres
humanos lo van haciendo cuando se aproximan a la ancianidad y comprueban que
pocas cosas son necesarias. Algunos no lo descubren nunca y se mueren sepultados
por el peso de todo lo acumulado. Poquísimos -los místicos- se enamoran de las
palabras de Jesús: “Una sola cosa es necesaria”. Mientras vamos dando pasos en
esa dirección, de vez en cuando es saludable desprenderse de objetos
inservibles. Es una metáfora de ese desprendimiento
interior de prejuicios, apegos y dependencias que nos ocupa toda la vida.
Preciosa reflexión.
ResponderEliminar