Me alegro de empezar el nuevo año, solemnidad de la Madre de Dios, en Fátima. Es como poner
la clave mariana en el pentagrama sobre el que se irán escribiendo las notas de
los próximos doce meses. A mediodía celebraremos la Eucaristía con muchos
peregrinos en la “capelinha” de la Virgen. Preveo que va a ser un momento
luminoso, tanto por el sol radiante que nos acompaña en los últimos días como
por la luz que irradia ese lugar por el que desfilan millones de personas de
todo el mundo. La Navidad la pasé con mi madre biológica y con mis hermanos de
sangre. El nuevo año lo comienzo en la casa de María, la Madre de todos, junto
a hombres y mujeres venidos de muchos lugares. Como la Virgen de Nazaret, me
gustaría “guardar todo en el corazón” para ir extrayendo de ese cofre la
energía que necesitaré a lo largo del año. También yo quisiera vivir la
“revolución de la ternura” en tiempos que se auguran difíciles. Para algunos
analistas, 2020 será un año más desafiante que el pasado. Para nosotros, misioneros
claretianos, 2020 se presenta repleto de conmemoraciones. Celebraremos los 150
años de la muerte de san Antonio María Claret, los 150 años de nuestra llegada
a América (concretamente a Chile), los 150 años de la aprobación definitiva de
nuestras Constituciones, los 125 años de presencia en Brasil y los 50 de
presencia en la India…
Para vivir este
año en clave misionera, revitalizando nuestras raíces, precisamente hoy
comenzamos un itinerario formativo y espiritual que denominamos Año
Claretiano. Desde hoy hasta el 31 de diciembre iremos recordando
nuestra historia y beberemos en el pozo de nuestra espiritualidad. Cada uno de
nosotros ha recibido un libro como hoja de ruta. Disponemos también de una
página web y de una aplicación para dispositivos móviles. Se trata de tres
instrumentos al servicio de un objetivo: conocer mejor nuestro patrimonio
carismático, personalizarlo y, de esta manera, dar más hondura y audacia a
nuestro compromiso misionero. En definitiva, queremos estar más arraigados
para ser más arriesgados. No es un mero juego de palabras. Solo cuando las
raíces son fuertes podemos exponernos sin miedo a los vientos de la historia. Es
probable que este proyecto no interese a muchos lectores del blog. De todos modos, os pido vuestra
oración para que sea un instrumento que nos ayude a ser mejores misioneros. No
aspiramos a tener más comunidades o más misiones, sino a ser más auténticos y
más creíbles. Es hermosa la estampa de un grupo de más de 3.000 misioneros,
presentes en 68 países del mundo, que caminan en la misma dirección, con ritmos
distintos según las edades, los contextos culturales y eclesiales, etc.
El primer día del
año se celebra desde hace varias décadas la Jornada Mundial de la Paz. El lema del mensaje del papa Francisco para este año 2020 es La
paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica.
No es cuestión de multiplicar las palabras porque “el mundo no necesita palabras vacías, sino testigos convencidos,
artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación. De
hecho, no se puede realmente alcanzar la paz a menos que haya un diálogo
convencido de hombres y mujeres que busquen la verdad más allá de las ideologías
y de las opiniones diferentes”. Uno de los caminos que ayuda a construir
una cultura de paz es la llamada conversión ecológica que “nos lleva a tener una nueva mirada sobre la vida, considerando la
generosidad del Creador que nos dio la tierra y que nos recuerda la alegre
sobriedad de compartir. Esta conversión debe entenderse de manera integral,
como una transformación de las relaciones que tenemos con nuestros hermanos y
hermanas, con los otros seres vivos, con la creación en su variedad tan rica,
con el Creador que es el origen de toda vida”.
Desde este Rincón
os deseo un año 2020
lleno de la paz de Dios,
abierto a nuevas posibilidades
de
crecimiento personal
y solidario con quienes más necesitan
de nuestra ayuda.
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