Estoy en Huancayo, la capital del departamento peruano de Junín. Llegué ayer a primera hora de la mañana en un corto vuelo desde Lima, sobrevolando los Andes. Aterricé en el aeropuerto de Jauja, ciudad situada en el fértil valle regado por el río Mantaro. No me extraña que a los exploradores españoles del siglo XVI este valle les pareciera el paraíso en contraste con las peladas y áridas cumbres de los Andes. Abundan los cultivos de regadío y los árboles. El aire es limpio y puro. Desde entonces, Jauja se ha convertido en símbolo de algo placentero, risueño, fácil de conseguir. A eso solemos referirnos cuando decimos ¡Esto es Jauja!
Pasé
todo el día en el Colegio Claretiano. Desde
hace unos años ya no hay comunidad de claretianos en esta ciudad. Un equipo de
laicos lleva la dirección, la administración y la pastoral del colegio. Quedé sorprendido
del modo cómo se gestiona y del espíritu claretiano que se respira
por todas partes. Durante la mañana, acompañado por el equipo directivo, visité
todas las instalaciones. Fui de sorpresa en sorpresa. En el coliseo y en
algunas aulas, talleres y laboratorios los alumnos y profesores me fueron
presentando lo que hacen de una manera muy original.
Hablamos de reacciones químicas,
pizarras digitales, compromisos por la Justicia, Paz e Integridad de la
Creación, grupo bíblico, canciones populares, danzas, robótica, etc. Fue una
inmersión en la vida de un pequeño colegio urbano que no llega a los 1.000
alumnos. La presencia de símbolos claretianos inunda los pasillos, las aulas y
los patios. Algunas gigantografías reproducen la definición del misionero y
otros textos claretianos esenciales. Los niños, adolescentes y jóvenes se
expresaban con una admirable claridad y dicción. Los pequeños discursitos que
habían preparado parecían propios de oradores profesionales. Luego me enteré de
que también en el colegio se cultiva la oratoria, un arte que brilla por su ausencia
en otras latitudes. A media tarde me reuní con los profesores y el personal administrativo. Durante una hora hablamos sobre la espiritualidad claretiana para educadores.
Huancayo está a
una altitud media de 3.270 metros. Aquí estamos más
cerca de la luna que en Lima. Lo digo porque hoy los periódicos de todo el
mundo recuerdan que hace
50 años los seres humanos pisamos nuestro satélite. Durante estos días
se está escribiendo mucho sobre aquel acontecimiento que en España fue narrado
para la televisión por el inefable Jesús Hermida. Yo
tenía entonces apenas 11 años. Aquella
noche de verano me encontraba en un campamento en las montañas de Riaño (León).
Cuando rememoro el acontecimiento me cuesta distinguir entre los recuerdos de
lo que viví aquella noche y lo que he visto y leído después. En cualquier caso,
disfruté imaginando lo que podría estar sucediendo sobre la superficie de la
luna. Los niños tienen una imaginación más poderosa que los adultos. Aquel año
todos nos volvimos un poco más lunáticos. Luego, con el correr del tiempo, la
carrera espacial fue perdiendo fuelle. Algunos creyeron incluso que todo había
sido un montaje fabricado por la NASA. No faltaron quienes criticaron el
dispendio de estas empresas espaciales. ¿Qué sentido tiene invertir millones de dólares en
viajar a la luna cuando hay tantas necesidades en el planeta tierra? No hay un solo
asunto que no sea visto desde diversas perspectivas.
Desde la tierra, la luna es bella y misteriosa. Ejerce una gran atracción sobre los humanos. Sus
ciclos marcan el rimo de muchas realidades. Vista desde cerca, resulta un
paisaje un poco fantasmagórico. Se rompe el encanto. La huella de Neil Armstrong
sobre su superficie parece casi una violación. Hay realidades que no se pueden
contemplar de cerca sin romper su hechizo. La luna solo es bella de lejos, de
muy lejos. De cerca se parece a cualquier desierto terrícola. Por eso no hay
acuerdo entre poetas y astronautas. Unos quieren ensalzarla; otros se empeñan
en profanarla y hasta –si llega el caso– explotarla. Son las dos actitudes básicas
del ser humano con respecto a toda realidad: la contemplación y la acción; el
juego y el aprovechamiento; el disfrute y la explotación. Las actitudes ante la
luna son como un test que pone a prueba nuestras actitudes en la vida. En este
sentido, todos somos un poco lunáticos. Buen finde, a pesar del calor que se cierne sobre Europa. Aquí no pasamos de los 18 grados.
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