viernes, 12 de julio de 2019

La vida es solo química

No lo digo yo. Lo afirma Robert Kornberg –premio Nobel de Química en 2006– en una reciente entrevista publicada por El País. Sus palabras no dejan lugar a dudas: “Pero, al final, [la vida] es química, nada más y nada menos, aunque la gente se resiste a la idea. Muchas personas quieren asociar a sus propias experiencias algún significado especial, como la religión. Pero es química”. Después de leer la entrevista, me arrepiento de no haber seguido estudiando química al acabar el bachillerato. Haberme dedicado a la teología se me antoja una solemne pérdida de tiempo. Pertenezco al grupo de chamanes y sofistas que quieren camuflar su ignorancia científica con el lenguaje “poético” de la filosofía y la teología; o sea, un cuentista de tomo y lomo, aunque no especialmente peligroso. Se podría decir que he nacido dos o tres siglos más tarde de lo que representa mi estado mental. Todavía me muevo en la etapa histórica del realismo ingenuo. Sigo creyendo en Dios como si fuera un teísta del siglo XVIII o un labriego del siglo XIX. No me he enterado de que “la ciencia avanza que es una barbaridad” y de que “la vida es química: nada más y nada menos. El funcionamiento del cerebro se comprende tan poco que se tiende a asociarlo a significados mágicos o místicos. Pero químicamente el cerebro es una colección de cables e interruptores” (Kornberg dixit). Lo que sí intuía en mi enciclopédica ignorancia es que “si la gente estuviera mejor formada en química y en biología estaría menos dispuesta a abusar de su propia fisiología con drogas, tabaco…” (Kornberg dixit de nuevo).

El tono irónico del párrafo anterior no es ni mucho menos una descalificación de Kornberg. Por una parte, no tengo el nivel de conocimientos químicos que se requiere para responderle con fundamento; por otra, me gusta ser desafiado en mi fe por personas que son competentes en algún área de la ciencia o del pensamiento. ¿Quién de nosotros no ha pensado alguna vez que los seres humanos no somos más que el resultado de procesos bioquímicos? No hace falta ser un científico de prestigio mundial para caer en la cuenta de que “somos polvo”, por decirlo con una expresión bíblica que resulta comprensible, aunque es mucho más burda que las expresiones que utiliza Kornberg: “Sabemos que la información en nuestros genes se copia en otra molécula llamada ARN, que entonces dirige la síntesis de proteínas. Y las proteínas hacen todo. La idea esencial es que la información en los genes es la base de todo lo que hay que saber sobre nosotros”. No tengo ningún reparo en sostener que “la vida es química”. Hay demasiados indicadores como para dudarlo. Lo que me produce perplejidad y desconcierto es el adverbio “solo” usado por Kornberg. Esa es una afirmación que excede con mucho lo que la ciencia puede decir acerca del complejo misterio humano. Se interna en el campo de la meta-química, que es precisamente el que Kornberg quiere evitar por considerarlo mágico o místico. O sea, que al final, el químico Kornberg habla casi como si fuera un filósofo.

Las propuestas materialistas de interpretación del ser humano no son nuevas. Se remontan al antiguo Oriente y a los filósofos griegos. Reaparecen una y otra vez en la historia del pensamiento humano. Hoy se revisten de la autoridad que proporcionan los experimentos científicos, pero, en sustancia, no difieren mucho de lo que sostenían filósofos antiguos como Tales de Mileto (ca. 624-547 a. C.), Anaximandro (ca. 610-546 a. C.) y Anaxímenes (ca. 585-525 a. C.). Porque somos materia, es normal que pensemos que somos solo eso. Recuerdo que mi viejo profesor de Antropología Filosófica solía repetir que “nosotros somos casi materialistas”. Entre el “solo” química de Kornberg y el “casi” materialistas de mi viejo profesor se juega el misterio humano. Porque podríamos ser perfectamente materialistas sin sentir ningún empacho, nuestra fe en Dios no es una huida de la realidad o un atajo para llegar a la quietud, sino el fruto de la incesante búsqueda humana (incluyendo la de los científicos) que, en un momento del camino, se siente encontrada por el objeto que busca. En el fondo, a lo largo de nuestra vida no hacemos otra cosa que preguntarnos por el qué de la realidad (ciencia y filosofía), por si ese qué fuera acaso un quién (religión) y ese quién tuviera algo que ver con nosotros y nosotros con él (espiritualidad). No estoy seguro de que la química se adentre en esta aventura. Tampoco sé qué combinación de genes produce pensamientos tan “desvariados” como estos. Debe de ser la altura de Arequipa y quizás un poco de pisco peruano. Buen fin de semana.

1 comentario:

  1. Buenísima reflexión sobre la entrevista a Kornberg. Cuando un nobel niega con tanta claridad lo que desconoce o no puede explicar, me decepciona. Me parece que estar abierto al misterio de la vida es de valientes. Me quedo con el "casi" en vez de con el "solo". Muchas gracias por animarnos a tratar de ser valientes, Gonzalo, aceptando con humildad la belleza del misterio. Un abrazo, Iván.

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