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sábado, 20 de julio de 2019

Todos somos (un poco) lunáticos

Estoy en Huancayo, la capital del departamento peruano de Junín. Llegué ayer a primera hora de la mañana en un corto vuelo desde Lima, sobrevolando los Andes. Aterricé en el aeropuerto de Jauja, ciudad situada en el fértil valle regado por el río Mantaro. No me extraña que a los exploradores españoles del siglo XVI este valle les pareciera el paraíso en contraste con las peladas y áridas cumbres de los Andes. Abundan los cultivos de regadío y los árboles. El aire es limpio y puro. Desde entonces, Jauja se ha convertido en símbolo de algo placentero, risueño, fácil de conseguir. A eso solemos referirnos cuando decimos ¡Esto es Jauja!

Pasé todo el día en el Colegio Claretiano. Desde hace unos años ya no hay comunidad de claretianos en esta ciudad. Un equipo de laicos lleva la dirección, la administración y la pastoral del colegio. Quedé sorprendido del modo cómo se gestiona y del espíritu claretiano que se respira por todas partes. Durante la mañana, acompañado por el equipo directivo, visité todas las instalaciones. Fui de sorpresa en sorpresa. En el coliseo y en algunas aulas, talleres y laboratorios los alumnos y profesores me fueron presentando lo que hacen de una manera muy original. 

Hablamos de reacciones químicas, pizarras digitales, compromisos por la Justicia, Paz e Integridad de la Creación, grupo bíblico, canciones populares, danzas, robótica, etc. Fue una inmersión en la vida de un pequeño colegio urbano que no llega a los 1.000 alumnos. La presencia de símbolos claretianos inunda los pasillos, las aulas y los patios. Algunas gigantografías reproducen la definición del misionero y otros textos claretianos esenciales. Los niños, adolescentes y jóvenes se expresaban con una admirable claridad y dicción. Los pequeños discursitos que habían preparado parecían propios de oradores profesionales. Luego me enteré de que también en el colegio se cultiva la oratoria, un arte que brilla por su ausencia en otras latitudes. A media tarde me reuní con los profesores y el personal administrativo. Durante una hora hablamos sobre la espiritualidad claretiana para educadores. 

Huancayo está a una altitud media de 3.270 metros. Aquí estamos más cerca de la luna que en Lima. Lo digo porque hoy los periódicos de todo el mundo recuerdan que hace 50 años los seres humanos pisamos nuestro satélite. Durante estos días se está escribiendo mucho sobre aquel acontecimiento que en España fue narrado para la televisión por el inefable Jesús Hermida. Yo tenía entonces  apenas 11 años. Aquella noche de verano me encontraba en un campamento en las montañas de Riaño (León). Cuando rememoro el acontecimiento me cuesta distinguir entre los recuerdos de lo que viví aquella noche y lo que he visto y leído después. En cualquier caso, disfruté imaginando lo que podría estar sucediendo sobre la superficie de la luna. Los niños tienen una imaginación más poderosa que los adultos. Aquel año todos nos volvimos un poco más lunáticos. Luego, con el correr del tiempo, la carrera espacial fue perdiendo fuelle. Algunos creyeron incluso que todo había sido un montaje fabricado por la NASA. No faltaron quienes criticaron el dispendio de estas empresas espaciales. ¿Qué sentido tiene invertir millones de dólares en viajar a la luna cuando hay tantas necesidades en el planeta tierra? No hay un solo asunto que no sea visto desde diversas perspectivas.

Desde la tierra, la luna es bella y misteriosa. Ejerce una gran atracción sobre los humanos. Sus ciclos marcan el rimo de muchas realidades. Vista desde cerca, resulta un paisaje un poco fantasmagórico. Se rompe el encanto. La huella de Neil Armstrong sobre su superficie parece casi una violación. Hay realidades que no se pueden contemplar de cerca sin romper su hechizo. La luna solo es bella de lejos, de muy lejos. De cerca se parece a cualquier desierto terrícola. Por eso no hay acuerdo entre poetas y astronautas. Unos quieren ensalzarla; otros se empeñan en profanarla y hasta –si llega el caso– explotarla. Son las dos actitudes básicas del ser humano con respecto a toda realidad: la contemplación y la acción; el juego y el aprovechamiento; el disfrute y la explotación. Las actitudes ante la luna son como un test que pone a prueba nuestras actitudes en la vida. En este sentido, todos somos un poco lunáticos. Buen finde, a pesar del calor que se cierne sobre Europa. Aquí no pasamos de los 18 grados. 



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