sábado, 3 de febrero de 2018

Se hace camino al andar

Recuerdo que el año pasado tal día como hoy escribí sobre el “rosco de san Blas”. Era un homenaje al viejo santo armenio a partir de mis recuerdos infantiles. Este año prefiero dejar a san Blas tranquilo. Tengo encima de mi mesa un libro que me ha acompañado desde junio de 1982 y que me está pidiendo a gritos que lo deje hablar. Tiene las tapas rojas con incrustaciones doradas. Consta de 520 páginas ya amarillentas por el paso del tiempo. El título es tan común que no dice casi nada: Poesías Completas. Lo que lo convierte para mí en una pequeña joya es el nombre del autor escrito en el lomo: Antonio Machado, un poeta andaluz enamorado de Castilla. El libro fue uno de los regalos que recibí el día de mi ordenación. Desde entonces me ha acompañado en todos mis traslados. Se ha salvado de esa selección natural que se produce cada vez que un misionero cambia de comunidad. Lo considero un viejo amigo, un complejo vitamínico para momentos de fragilidad. Lo he leído muchas veces a trozos, porque la poesía no se puede engullir de un tirón como una novela. Al cabo de tanto tiempo he conseguido memorizar muchas de sus piezas. Me ha echado una mano Joan Manuel Serrat con sus canciones basadas en las poesías machadianas. Siempre es más fácil recordar un texto cantado que leído.

Hoy me detengo en una de las poesías más conocidas, la XXIX, extraída de sus Proverbios y cantares. Dudo que haya alguna persona hispanohablante medianamente instruida que no la conozca, al menos los versos “Caminante, no hay camino / se hace camino al andar”. Transcribo el original español y una versión italiana:

ESPAÑOL
ITALIANO

Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino
sino estelas en la mar.


Viandante, sono le tue orme
Il cammino e nulla più;
Viandante, non esiste sentiero:
si fa la strada nell’andare.
Nell’andare si segna il sentiero
E, voltando lo sguardo indietro,
si scorge il cammino che mai
si tornerà a percorrere.
Viandante, non esiste sentiero,
solo scie nel mare.


Antonio Machado parece un escritor posmoderno avant la lettre, un hombre que no cree ya en los caminos hechos, en las reglas inexorables de la tradición. El camino es el que cada uno va haciendo a medida que anda. No hay mojones fijos. Los únicos puntos de referencia son las propias huellas en la tierra o las estelas de espuma blanca en el mar. Las primeras las huellas sirven para poco, ya que en la vida no se puede dar marcha atrás: “Al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar”. Las segundas −las estelas− son aún más inútiles porque se disuelven en el agua del mar. No se puede confiar, pues, en ninguna referencia externa. Debemos orientarnos por la brújula interna del propio corazón. Nos guía el instinto de humanidad que todos llevamos de fábrica. Susanna Tamaro, una escritora italiana de mi edad, dijo lo mismo con una novela que tuvo un gran éxito y que yo leí con placer hace veinte años: Donde el corazón te lleve. El título me suscita un haz de preguntas: ¿Adónde nos lleva el corazón? ¿Tenemos dentro de él un GPS que nos señala la dirección correcta en la vida, o vamos dando tumbos? ¿Da igual seguir cualquier senda? ¿Llevan todas al mismo sitio? Una vez más, pienso en Jesús. Él nos ha dicho que “donde está tu tesoro allí está tu corazón” (Mt 6,21). Eso significa que el GPS del corazón siempre apunta al “tesoro” de nuestra vida, a lo que consideramos valioso, innegociable. ¿Cuál es nuestro tesoro? ¿Es Dios? En ese caso, el mismo Jesús se presenta como el camino que conduce a él: “Yo soy el camino” (Jn 14,6). No hay mejor GPS que Jesús mismo. Me permito transformar los versos del admirado Machado, aunque siempre me produce un escalofrío alterar la obra de los maestros: “Caminante, sí hay camino / es Jesús nuestro radar”.


Os dejo con la versión musical de Joan Manuel Serrat cuando era joven. Tiene una frescura contagiosa. Se la dedico a un gran amigo mío que hoy cumple 55 años. Un hombre enamorado de la música que −como el viejo poeta sevillano− nunca persigue la gloria ni pretende dejar en la memoria de los hombres su canción, aunque ha compuesto muchas. Pero, sobre todo, es un caminante que se deja guiar en el fondo del corazón por el GPS de Jesús en medio de las pruebas y encrucijadas de la vida.  ¡Felicidades, amigo! ¡Queda mucho por andar!



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