Tras más de dos
horas de vuelo de Roma a Madrid, tres de espera en el aeropuerto de la capital
española y once horas más de vuelo transatlántico, estoy ya en Ciudad de México, la megalópolis azteca que no visitaba
desde hacía casi siete años. Pasar de los 40 metros sobre el nivel del mar de
Roma a los más de 2.200 metros de Ciudad de México no me ha producido ningún
efecto especial. Acuso –eso sí– las siete horas de diferencia horaria, pero no
hay tiempo para quejarse porque este fin de semana debo ultimar la preparación
de la intensa actividad que comenzaremos el lunes en Morelia. Mi sorpresa fue
mayúscula cuando me enteré de que, apenas aterrizado el
avión de Iberia (17:25, hora local), se produjo un terremoto
de intensidad 7.2, con epicentro en el estado de Oaxaca. De hecho, sentimos dentro del avión las oscilaciones. Aquí, en Ciudad
de México, no ha habido víctimas ni grandes daños materiales, pero la gente estaba
asustada. Cuando hacía el trayecto del aeropuerto a la comunidad claretiana, vi que muchos seguían en la calle por temor a nuevas réplicas. Hasta el volcán Popocatepetl se ha activado a consecuencia del seísmo. Ha sido un recibimiento inesperado.
Pero me ha
sorprendido más, si cabe, el eco que tuvo la entrada de ayer sobre el 90
cumpleaños de Pedro Casaldáliga. Se une a otras muchas publicaciones en
diversos medios impresos y digitales de todo el mundo. Utilizando unas palabras usadas por el mismo Dom Pedro, Xabier
Pikaza habla de él como de “un soldado derrotado de una causa invencible”. Otros críticos son
más crueles. Lo tachan de dinosaurio progresista o de icono del progresismo radical. Comprendo que ciertas ideas y conductas de Dom Pedro desorienten a
algunos y hasta los escandalicen, pero es necesario ir al fondo de sus
planteamientos para comprender que tal vez nos escandalicen porque, sin
pretenderlo, está denunciando nuestra reducción burguesa del Evangelio. No seré
yo quien canonice en vida a Pedro Casaldáliga (no me gustan nada las campañas
de santo subito), pero reconozco que
su vida y su magisterio señalan con claridad el futuro del cristianismo. Ha
sido un adelantado a su tiempo. Su éxodo de la vieja Europa hacia la “viña
joven” americana le permitió intuir hace ya medio siglo por dónde soplaba el
viento del Espíritu. Se tomó muy en serio las orientaciones del Vaticano II. La
Iglesia del mañana, o será una Iglesia al servicio de los pobres de este mundo,
o sencillamente no será.
Escribo estas cosas en un país de hondas raíces cristianas, que se esfuerza por encontrar nuevos caminos para expresar su fe. ¿Cómo trazar sendas que vayan más allá de su inoxidable guadalupismo y conecten la fe con los muchos desafíos que presenta el mundo contemporáneo? Durante los días que pasaré en Morelia reflexionaremos mucho sobre la llamada del papa Francisco a ser una Iglesia “en salida”. No se trata solo de repetir con otras palabras la invitación a evangelizar, sino de cambiar el modelo de evangelización, Tal vez el miércoles me anime a escribir un poco más sobre este asunto que tanto nos preocupa. Por el momento, disfruto del clima suave de Ciudad de México y, sobre todo, de la fraternidad de mis hermanos claretianos. No olvido que estamos en la obertura de esta sinfonía en cinco tiempos (¡permítasenos la heterodoxia musical!) que es el camino cuaresmal. Hay muchas personas que se lo toman en serio sin aspavientos. Incrementan su tiempo de oración, moderan su estilo consumista y se abren más a las personas necesitadas. Ayer, volando de Roma a Madrid, disfruté de la meditación sobre la oración atribuida a san Juan Crisóstomo. Me pareció un texto bellísimo e inspirador. Rescato el párrafo inicial: “Nada hay mejor que la oración y coloquio con Dios, ya que por ella nos ponemos en contacto inmediato con él; y, del mismo modo que nuestros ojos corporales son iluminados al recibir la luz, así también nuestro espíritu, al fijar su atención en Dios, es iluminado con su luz inefable. Me refiero, claro está, a aquella oración que no se hace por rutina, sino de corazón; que no queda circunscrita a unos determinados momentos, sino que se prolonga sin cesar día y noche”. Esperemos que hoy la jornada transcurra tranquila y que no haya nuevos temblores o réplicas.
Escuché el video de este claretiano de 90 años (CASALDÁLIGA) y me impresionó. Y positivamente aunque yo no creo que pueda ser calificado por lo que hoy se dice ser progresista. Solo escuchar lo de los 2/3 de la humanidad que vive mucho peor, casi no vive, que el tercio restante, basta para entender que tiene toda la razón (aunque, como él mismo reconoce, alguna vez se haya podido pasar de frenada)en lo que ha predicado y practicado a lo largo de su vida. Y esa frase-consigna "mi espíritu es para todo el mundo" resume muy bien lo que representa y es este hombre claretiano y misionero. Felicidades a Casáldiga y a los claretianos.
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