domingo, 1 de enero de 2017

Empecemos el año con María

Verter un poco de champán sobre una copa, chocarla con otras copas y levantarlas todas en señal de buen augurio puede parecer algo ridículo y banal. ¿Vamos a tener mejor salud o a mejorar la economía por brindar mientras el reloj marca la transición al año nuevo? ¿Qué añade a la felicidad personal comer doce uvas al tiempo que el reloj de la Puerta del Sol de Madrid da las doce campanadas? ¿Sirve de algo vestirse de rojo o comer lentejas, como se suele hacer en Italia? Estas y otras parecidas son las preguntas del hombre racional y moderno. Incluso el 1 de enero quiere aparecer como alguien sensato, ajustado a los hechos, parco en sus expresiones y contenido en sus sentimientos. Pero la mayoría de los seres humanos –que no somos tan sensatos y tan parcos– nos abandonamos a algunos ritos que rompen la rutina y nos abren a otra dimensión. El inexorable cronos se vuelve imprevisible kairós. Y que me perdonen quienes prefieren que todo se ajuste a un orden establecido. Los seres humanos necesitamos los ritos. Sin ellos, el tiempo se convierte en un túnel que nos devora. Los ritos nos despiertan, introducen otro ritmo vital, saldan nuestros lazos tribales y fraternos, recrean la esperanza, nos ayudan a proseguir el camino de la vida.

Brindar con champán u otra bebida espumante, lanzar fuegos artificiales o petardos, disfrazarse y bailar hasta el amanecer se han convertido, por arte de los medios de comunicación, en ritos casi universales para celebrar la llegada del Año Nuevo. Pero hay otros muchos ritos locales (comer doce uvas, vestirse de rojo, bañarse en agua helada, escuchar un concierto sinfónico como el de Viena, etc.) que enriquecen el panorama y nos hacen ver que el tiempo vuela. Cuando los ritos son puramente mecánicos expresan nuestra vaciedad, pero cuando nos salen de dentro se convierten en símbolos de lo más noble que hay en cada uno de nosotros. 

La Iglesia católica no tiene un rito particular para este primer día del año porque el año litúrgico no coincide con el año civil. Para nosotros, el año litúrgico comenzó el primer domingo de Adviento, pero eso no significa que el 1 de enero pase sin pena ni gloria. Hoy, a ocho días de la Navidad, celebramos la solemnidad de María, Madre de Dios. El evangelio de este día nos ofrece una clave mariana que podemos aplicar a todo el año que empezamos: “María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. No sabemos lo que van a depararnos los próximos doce meses. Algunas cosas dependerán de nuestra voluntad; otras muchas nos vendrán sugeridas o casi impuestas por los acontecimientos. De algunas captaremos enseguida su sentido; otras nos resultarán incomprensibles. Habrá personas que nos harán disfrutar y reír; no faltarán también quienes nos hagan sufrir o llorar. María nos enseña a no precipitarnos, a “guardar todo en el corazón”, a rumiarlo con calma, a preguntarnos por su significado profundo, a aprender de todo lo que nos suceda. Fernando Armellini nos ayuda una vez más a profundizar en el sentido de las lecturas y, sobre todo, del evangelio.

Hay una antigua antífona mariana que hoy, 1 de enero, suena de manera especial:
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las oraciones
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien
líbranos de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Amén.
Desde hace 50 años, hoy se celebra también la Jornada Mundial de la Paz. El mensaje del papa Francisco para este año 2017 se titula «La no violencia: un estilo de política para la paz». En un mundo fragmentado y herido como el nuestro, el Papa cree que “cuando las víctimas de la violencia vencen la tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles en los procesos no violentos de construcción de la paz”. Convencido de esta fuerza profética, formula un deseo: “Que la no violencia se trasforme, desde el nivel local y cotidiano hasta el orden mundial, en el estilo característico de nuestras decisiones, de nuestras relaciones, de nuestras acciones y de la política en todas sus formas”. Para que el deseo no se vea como un sentimiento vacío, el Papa lo ilustra con ejemplos tomados de nuestra historia reciente: “La no violencia practicada con decisión y coherencia ha producido resultados impresionantes. No se olvidarán nunca los éxitos obtenidos por Mahatma Gandhi y Khan Abdul Ghaffar Khan en la liberación de la India, y de Martin Luther King Jr. contra la discriminación racial. En especial, las mujeres son frecuentemente líderes de la no violencia, como, por ejemplo, Leymah Gbowee y miles de mujeres liberianas, que han organizado encuentros de oración y protesta no violenta (pray-ins), obteniendo negociaciones de alto nivel para la conclusión de la segunda guerra civil en Liberia”.

¿Dónde aprendemos de manera profunda y eficaz la gramática de la no-violencia? ¡En la familia! El papa Francisco lo tiene claro: “La familia es el espacio indispensable en el que los cónyuges, padres e hijos, hermanos y hermanas aprenden a comunicarse y a cuidarse unos a otros de modo desinteresado, y donde los desacuerdos o incluso los conflictos deben ser superados no con la fuerza, sino con el diálogo, el respeto, la búsqueda del bien del otro, la misericordia y el perdón”. Cada vez estoy más convencido de que las semillas que se plantan en nuestros primeros años de vida condicionan mucho -casi determinan- lo que seremos después. A veces, el trigo o la cizaña tardan en llegar, pero siempre acaban apareciendo. ¡Ojalá 2017 sea un año más pacífico y menos violento que el que acabamos de terminar!

Como regalo para este primer día del año os dejo con mi amigo carmelita Miguel Márquez. Él nos introduce a la bendición irlandesa, en un día en que se nos invita a bendecir, no a maldecir. 


Feliz Año 2017 

para todos los amigos de “El rincón de Gundisalvus”


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