sábado, 21 de septiembre de 2024

Patrono de una nueva vida


La fiesta de san Mateo es la fiesta de todos los que estrenan una vida nueva. Su encuentro con Jesús supuso un cambio radical de rumbo. De cobrador de impuestos al servicio de Roma pasó a ser discípulo del Maestro de Nazaret al servicio del Reino. El cambio no fue consecuencia de una decisión personal, sino de una llamada. 

El fragmento del evangelio de Mateo que leemos hoy en la liturgia dice que “vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: Sígueme”. Este hombre podría haber rechazado la invitación o simplemente haber expresado sus dudas y dificultades, pero “se levantó y lo siguió”. Los verbos que conjuga Jesús son ver y llamar; los de Mateo son levantarse y seguir. 


Merece la pena detenerse en los cuatro porque nos ayudan a entender mejor lo que a veces sucede en nuestro itinerario de fe. En esta historia quien toma la iniciativa no es Mateo. El evangelio no da pie a pensar que estuviera buscando un camino en la vida. Fue Jesús quien lo vio y lo llamó. Las miradas de Jesús tienen una fuerza irresistible. He oído el testimonio de algunos jóvenes que confiesan sentirse seducidos por ella cuando participan, por ejemplo, en la adoración del Santísimo. Es como si de la hostia expuesta emanara una onda de amor que los dejara fascinados.

Esta es la primera sorpresa. Nosotros, que hemos puesto tanto el acento en las catequesis y en los itinerarios formativos, descubrimos que a menudo Jesús se salta todas esas mediaciones y llega al corazón de las personas por la vía expedita del amor. Su mirada traspasa la corteza de nuestra indiferencia o escepticismo y penetra en el hondón del alma. Es difícil resistirse. A la mirada sigue la invitación. Cuando uno se siente seducido por Jesús casi no tiene más remedio que seguirlo y ponerse a su disposición. La verdadera pregunta “vocacional” en la vida no es tanto cómo voy a ser feliz, sino, más bien: ¿qué quieres de mí, Señor? En todo caso, la felicidad será el fruto que acompaña a aquellos que hacen la voluntad de Dios.


Los verbos que conjuga Mateo son también elocuentes: se levanta y sigue a Jesús. Levantarse de la mesa de los impuestos es mucho más que dejar un espacio físico. Implica romper con un estilo de vida y ponerse en camino para empezar otro. Levantarse es un verbo de decisión. Mateo podía haberse quedado sentado. Como experto en asuntos económicos, podía haber hecho un cálculo rápido de posibles pérdidas y ganancias, pero no se lo pensó dos veces. Deja su oficio y sigue a Jesús. 

Es probable que haya personas que cuando se sienten miradas por Jesús no reaccionen con la prontitud de Mateo, sino que se parezcan más a aquel joven rico que no quiso renunciar a sus posesiones y desoyó la invitación de Jesús. Es frecuente entre los jóvenes de un cierto nivel social. Les gusta considerarse religiosos y cumplidores, pero cuando intuyen que Jesús los llama a ir más lejos, a romper con su estilo confortable de vida y con sus proyectos de futuro (carrera, dinero, relaciones, etc.), dan media vuelta y dicen algo parecido a lo que los atenienses le dijeron a Pablo cuando les hablaba de la resurrección: “De eso te oiremos hablar mañana”.


Lo que sucede durante la comida en casa de Mateo con gente de su gremio permite entender la verdadera motivación de Jesús cuando lo llamó. En el fondo, esa comida es una clase de teología. Jesús quiere mostrar una nueva imagen de Dios que se parece poco a la que tienen los fariseos cumplidores. Es un Dios que busca siempre a sus hijos que están en los márgenes. La frase esculpida por el evangelista se ha convertido en un axioma popular: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos”. 

Por si no fuera suficientemente clara, Jesús añade una explicación: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. Mateo es uno de esos enfermos/pecadores que no quedan excluidos del amor del Padre. Si es verdad que todo santo tiene un pasado, quizás es más verdad que “todo pecador tiene un futuro”. Por eso, Mateo es el patrono de quienes, más allá de lo que hayan vivido, son/somos llamados a empezar una nueva vida.

1 comentario:

  1. Este tema me sugiere que muchas veces, vivimos como si fuéramos nosotros los que elegimos a Dios, y esto nos impide vivir agradecidos al no reconocer que es Él que nos llama y como dices: “somos llamados a empezar una nueva vida.”
    En los momentos de oración, ante la pregunta: ¿qué quieres de mí, Señor? Me pregunto si estoy realmente dispuesta a escuchar su respuesta con todas las consecuencias que conlleve.
    Gracias Gonzalo, por despertar inquietudes.

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