martes, 10 de septiembre de 2024

Entre el monte y el llano


El evangelio de hoy (Lucas 6,12-19) presenta a Jesús en dos escenarios físicos y simbólicos contrastantes: el monte y el llano. En el monte, ora y elige a los doce apóstoles. Lucas comienza diciendo que “pasó la noche orando a Dios” para luego añadir que “cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles”. Tras estas dos acciones singulares (orar y elegir), Jesús desciende al llano para conjugar otros dos verbos: predicar y curar. Lucas sintetiza estas acciones diciendo que las gentes venían de muchos lugares “a oírlo y a que los curara de sus enfermedades”. 

Cuando leemos hoy los cuatro verbos seguidos (orar, elegir, predicar y curar) nos hacemos una idea precisa de lo que Jesús hacía en su vida de predicador itinerante. El efecto de estas acciones era que “la gente trataba de tocarlo, porque saltaba de él una fuerza que los curaba a todos”. Jesús debía de irradiar un atractivo casi irresistible. Por eso, la gente se abalanza sobre él para poder contagiarse de su energía sanadora. Tocar a Jesús es el deseo de todos los que nos sentimos un poco perdidos en la vida, víctimas de múltiples enfermedades y faltos de consuelo y paz.


Entre nosotros hay personas tóxicas y personas sanadoras. Las primeras contaminan los ambientes en los que viven. Su sola presencia transmite tensión, ansiedad e incluso agresividad. Las segundas, sin decir nada, crean a su alrededor un entorno de serenidad, paz y alegría. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué hay personas de las que todo el mundo huye en cuanto puede y personas que atraen y convocan? Más allá de las cualidades o defectos físicos, la verdadera razón reside en su “energía” personal. 

Cuando una persona está conectada a la fuente de la vida, transmite vida. Para los creyentes esta fuente es Dios. La manera de abrevarnos en ella es la oración. Jesús, antes de elegir, enseñar y curar, “pasó la noche orando a Dios”. Las personas que viven una vida de oración auténtica, continuada, generosa, contagian el sentido de Dios y, sin pretenderlo, resultan sanadoras, descontaminan los ambientes en los que viven. Quizás aquí encontramos una primera explicación para comprender por qué a menudo no somos eficaces en nuestra vida personal y en nuestra acción evangelizadora. Sin oración, no contagiamos la energía que viene de la fuente de Dios, no atraemos, no enseñamos y no curamos.


Hemos vivido durante décadas un cristianismo muy volcado a la acción. Hemos puesto el acento en conjugar con todo nuestro entusiasmo los verbos “predicar” y “curar”. Hemos escrito libros, predicado homilías y organizado innumerables encuentros y cursos de formación. Hemos promovido también muchas obras sociales para “curar” las enfermedades actuales del hambre, la ignorancia, las enfermedades, etc. Todo eso es admirable. Expresa muy bien dos verbos conjugados por Jesús en su misión profética. 

Pero esos verbos del llano nunca serán eficaces si no van precedidos y acompañados por los dos verbos del monte: orar y sabernos elegidos. Para contagiar energía transformadora (es decir, divina) necesitamos “pasar la noche en oración”, necesitamos orar más, dejarnos caldear por el amor del Padre. Y necesitamos sentirnos llamados y elegidos por Jesús para ser sus discípulos. No hacemos las cosas como francotiradores, sino como enviados. No basta la indignación ética o la buena voluntad para curar los males del mundo. Necesitamos que Jesús nos llame y nos envíe. En definitiva, nuestra misión se mueve siempre -como la de Jesús- entre el monte que nos une con Dios y el llano que nos pone en comunión con la gente.

1 comentario:

  1. Añadir palabras en esta entrada “Entre el monte y el llano” sería quitarle toda la fuerza que tiene, por lo que solo subrayo con lo que me quedo que me abre toda una perspectiva diferente.
    “Sin oración, no contagiamos la energía que viene de la fuente de Dios, no atraemos, no enseñamos y no curamos.”
    “… necesitamos “pasar la noche en oración”, necesitamos orar más, dejarnos caldear por el amor del Padre. Y necesitamos sentirnos llamados y elegidos por Jesús para ser sus discípulos.”
    Gracias Gonzalo por la fuerza que transmites.

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