miércoles, 30 de junio de 2021

Palabras y silencios

Escribo la entrada de hoy cuando faltan menos de dos horas para que termine el último día de junio. No he podido hacerlo antes porque se han acumulado los trabajos y compromisos. Tengo la ventana de mi despacho abierta de par en par. No hace tanto calor como ayer. El termómetro exterior marca 24 grados. Antes de que se eche encima la medianoche y entremos en el mes de julio, voy a resumir lo que tenía pensado escribir hoy. Parto de una imagen. Cuando uno contempla una partitura musical, enseguida cae en la cuenta de que en los pentagramas hay notas que indican sonidos y otros signos que indican silencios. Puede haber silencios largos de redonda o blanca u otros más cortos: de negra, corchea, semicorchea, etc. Administrar bien los sonidos y los silencios es el arte de un verdadero músico. El embrujo de una melodía reside en la acertada combinación de ambos.

Algo semejante sucede en la partitura de la vida. Tan importante es lo que decimos como lo que callamos. Si solo sabemos proferir palabras, acabamos víctimas de la verborrea. Necesitamos el descanso del silencio. Pero si no emitiéramos palabra alguna, acabaríamos víctimas del mutismo. Creo que las personas más atractivas son aquellas que saben hablar y callar en los momentos oportunos, que encuentran la palabra justa y el silencio prudente. No es fácil hallarlas. A veces, un silencio es más elocuente que muchas palabras. En otras ocasiones, una palabra puede ser portadora de vida y de consuelo. Podríamos parafrasear un conocido refrán diciendo: “Dime lo que hablas y te diré quién eres”. Pero acaso sea más revelador su opuesto: “Dime lo que callas y te diré quién eres”. Dicen que a veces los amigos son más amigos por lo que callan que por lo que dicen.

Cuando examino las 1.783 entradas acumuladas en este blog, caigo en la cuenta de que he hablado de muchas cosas. Con el buscador interno, puedo encontrar referencias a multitud de temas: desde la oración hasta la amistad, pasando por la soledad, la política (cada vez menos), el arte o el miedo. Me he preguntado, por simple curiosidad intelectual, cuáles son mis silencios, de qué cosas no he hablado a propósito.  No me resulta fácil este segundo ejercicio, pero también he encontrado algunos temas que todavía no he abordado. No es necesario decirlo todo. Con frecuencia, el arte de la comunicación (incluida la escrita) consiste en sugerir más que en explicar. Recuerdo de memoria un verso de Pedro Casaldáliga que decía: “No te expliques demasiado / no te deshojes”. Creo que uno de los defectos de la predicación contemporánea es que resulta demasiado didáctica. Quiere “explicar” el misterio de la fe con pelos y señales, cuando sería suficiente con “sugerir” por dónde se va a él. Las palabras están bien, pero cada vez echo más de menos los silencios en la partitura de la vida y en la liturgia.


1 comentario:

  1. El “silencio” habla más de lo que somos conscientes. Cuando se da entre personas, en muchos casos es arma de doble filo, lo mismo puede ser beneficioso que agredir, puede ser provocativo tanto para bien como para mal. Qué diferente es el silencio del amanecer que el de la noche, cuando ya estamos en plena oscuridad.
    Me gusta y te doy las gracias, Gonzalo, por como lo has presentado, en sentido positivo y como arte. Considero que saber hablar y callar cuando toca es todo un arte.
    Escribes, hablando de la predicación: “… Quiere “explicar” el misterio de la fe con pelos y señales, cuando sería suficiente con “sugerir” por dónde se va a él…” Con el sugerimiento no se da el resultado, cada cuál saca sus propias conclusiones, acertadas o no.
    A nivel personal necesitamos de momentos de silencio para no perdernos, nos ayuda a ir centrándonos e ir descubriendo nuestro interior y nuestro entorno y a descubrir otros “lenguajes”.

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