Volver a clase

Ayer, cuando hacíamos una pausa para comer en el curso de liderazgo que estoy haciendo, cayó una tromba de agua sobre Roma. Se inundaron los bajos de muchas casas, garajes y tiendas. La ventaja es que la temperatura es ahora mas fresca. Yo regresé a casa agotado después de seis horas de clase. Es verdad que hay mucha interacción, pero tener que estar todo el tiempo con la mascarilla puesta aumenta la sensación de agobio. Acostumbrado a ser casi siempre profesor, disfruté volviendo a clase en calidad de alumno. Somos un grupo de 27 personas (14 hombres y 13 mujeres). Provenimos de España, varios países latinoamericanos, Italia, Francia, Alemania, Congo, etc. El curso es en español. Está dirigido por un grupo de profesores de ESADE (Barcelona), con la colaboración de diversos expertos. 

Ayer tuvimos la visita de monseñor Luis Marín de San Martín, un entusiasta agustino que fue nombrado hace poco subsecretario del Sínodo de los Obispos. Nos presentó con detalle cómo se está preparando el próximo sínodo que tratará precisamente sobre la sinodalidad en la Iglesia. La idea es implicar a todas las comunidades, diócesis y conferencias desde el comienzo del proceso. Lo que afecta a todos debe ser abordado por todos. A pesar de su entusiasmo contagioso, no ocultaba que, para muchos párrocos y obispos, esta modalidad supone una crisis porque están acostumbrados a pastorear sus respectivas parroquias y diócesis de modo autoritario. Por no tener, no tienen ni siquiera consejos pastorales, así que la voz de los laicos y religiosos no cuenta nada. Muchas cosas tienen y pueden cambiar si la sinodalidad se toma en serio.

Ayer fue un día introductorio a la cuestión del liderazgo. De los diversos asuntos tratados, me llamó la atención el que se refería a “lo que no te dejan hacer”. Cuando uno es llamado a ejercer un papel de liderazgo hay cosas quiere hacer, cosas que puede hacer y cosas que no le dejan hacer. Estamos acostumbrados a lidiar con las dos primeras, pero apenas sabemos manejar la tercera. Hay poderes fácticos y factores coyunturales que a menudo se interponen en la tarea de los líderes. De entrada, parecen obstáculos insalvables, pero hay un ancho campo para la negociación. Aprender a no verlos como enemigos, sino como posibles aliados es el arte del buen líder. 

Confieso que tan interesante como las clases y los ejercicios, me resultó la comida en un restaurante cercano. Estuve sentado en la mesa como una religiosa italiana, un sacerdote francés y uno de los profesores catalanes. Entre la pasta, la pechuga de pollo y el tiramisú, hubo tiempo para una sabrosa conversación en la que hablamos un poco de todo: del curso, de la situación política en Italia, del futuro de la Iglesia, etc. Como el local era relativamente pequeño, el nivel de decibelios subió considerablemente. Nos alargamos tanto que pasamos de la mesa de restaurante a la del aula sin solución de continuidad.

No quiero agobiar a los lectores del Rincón con asuntos que tal vez no les interesen mucho, pero comparto mi alegría por volver a sentirme alumno y entrar en una interesante dinámica de diálogo y participación con personas con mucha experiencia de gobierno y liderazgo. Una vez más me convenzo que el gran libro de aprendizaje es la experiencia compartida e interpretada entre todos. Entre los 30 hemos acumulado muchas horas, meses y años de ejercicio de este servicio de animación. En medio de aciertos y errores, quiero creer que algo hemos aprendido y que, sobre esa base, podemos seguir aprendiendo, corrigiendo, mejorando, etc.