A las 4,30 de la mañana el aeropuerto de Fiumicino está casi desierto. Todo transcurre con rapidez. No hay colas en el mostrador de la TAP ni en el control de seguridad. El aire acondicionado del interior mitiga el calor húmedo que se siente fuera. Después de ocho meses de retención obligada, reanudo mis viajes fuera de Italia. Salir es un ejercicio físico y mental. Necesito abrirme al mundo exterior, saber que todavía hay vida más allá de los muros de mi casa. Uno de los aprendizajes de este tiempo de pandemia ha sido la acertada combinación entre cercanía y distancia, dentro y fuera, soledad y comunicación. Los seres humanos necesitamos todos estos ingredientes en su justa y oportuna medida. Cuando prevalece uno de ellos en detrimento de otros se produce un desequilibrio. Es obvio que en los meses duros de la pandemia, la balanza se ha inclinado hacia el repliegue y la distancia. Es bueno que ahora intentemos compensar ese desequilibrio con una fuerte dosis de salida y comunicación.
Leo que el encuentro entre Biden y Putin en Ginebra ha sido, más bien, frío, aunque, desde luego, infinitamente más largo, que la cumbre de 50 segundos que Pedro Sánchez mantuvo el otro día con el presidente norteamericano en Bruselas. Todavía vivimos en un mundo en el que hay superpotencias, potencias y países dominados. Mientras haya seres humanos, la lógica del poder seguirá activa. Cambiarán las formas, pero los fuertes se impondrán a los débiles. Jesús lo comprendió perfectamente: "Los grandes de las naciones las tiranizan". Sabía muy bien que eso nunca va a cambiar porque va ínsito en la naturaleza humana. Su sueño era que en la pequeña comunidad de los discípulos vigiese otra lógica: "No sea así entre vosotros. El que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos". El mundo de la política no entiende este lenguaje, aunque de vez en cuando lo usa. La comunidad cristiana lo entiende, pero no siempre lo practica.
A medida que pasan los minutos, aumenta el número de pasajeros que llegan para tomar los primeros vuelos de la mañana, pero sigue reinando un clima de tranquilidad. Tardaremos tiempo en volver a las aglomeraciones de tiempos pasados, si es que alguna vez volvemos a ellas. Quizá incluso estemos cambiando nuestra forma de viajar. Yo estoy deseando realizar el embarque y echarme un sueñecillo durante las tres horas que dura el vuelo a Lisboa. Me atrae empezar mis viajes por Portugal. Tengo muchas cosas que contarle a la Virgen de Fátima. Desde luego, le pediré por todos los amigos que visitáis a diario este Rincón.
Feliz y bendecido viaje padre Gonzalo. Hágale la petición a nuestra Madre, de liberar, sanar,y convertir nuestros corazones. 🙏🕯
ResponderEliminarQue Dios le acompañe, gracias por pedir por todos, lo necesitamos. Cuidese por favor guiñe a la Virgen de Fátima, los ojos, por nosotros.
ResponderEliminarSiga escribiendo, no deje de hacerlo
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