¿Se puede concebir la Navidad sin música? Para mí resulta imposible. Entre los muchos temas ligados a
este tiempo, hay uno que ha sido versionado infinidad de veces. En inglés se lo
conoce como Carol of the Drum. En
español, recibe varios nombres: El niño
del tambor (Latinoamérica) o El
pequeño tamborilero (España). La historia de
este villancico es un poco oscura. Parece de origen checo, pero popularizado en los Estados Unidos. En cualquier caso, se trata de una
composición de mediados del siglo XX. ¿Quién no la ha cantado alguna vez en
Navidad? El repicar constante del tambor obliga a mantener un ritmo muy preciso
que no suele respetarse cuando se canta en familia. Su persistencia hace
recordar al Bolero de Ravel. Es
emocionante imaginarse un valle lleno de nieve como los que solía ver yo en mi
niñez. Sobre ese trasfondo blanco se adivina una hilera de pastores que van por
“el camino que lleva a Belén” con regalos para el recién nacido. El tamborilero
también quiere entregarle algo, pero es tan pobre que con mucha humildad
reconoce: “Mas Tú ya sabes que soy pobre también, y no poseo más que un viejo
tambor”. Como la viuda del evangelio, no da las sobras, sino todo lo que tiene,
su viejo tambor: “Nada mejor hay que te
pueda ofrecer, / su ronco acento es un canto de amor”. En realidad, ese viejo
tambor expresa algo mucho más profundo: el amor que el tamborilero siente por
el pequeño Jesús. La respuesta no se hace esperar: “Cuando Dios me vio tocando ante Él, / me sonrió”. La sonrisa de
Dios es el tesoro de los pobres. El Jesús adulto lo dirá de otra manera: “Bienaventurados los pobres porque de ellos
es el reino de los cielos”.
En inglés fue muy
popularizado por el gran Bing Crosby. He aquí
una original versión en compañía de David Bowie.
En España, la canción está ligada a Raphael, que la popularizó en la década de los 60 del siglo pasado. ¿Quién no ha imitado alguna vez su estilo exagerado y un poco relamido?
Para compensar tanto exceso, los de la banda Medina Azahara se encargaron de hacer una versión más rockera:
Los primos Myriam y Eduardo volvieron a los aires románticos y sentimentales con esta reciente versión:
En inglés ha hecho fortuna la versión polifónica de los famosos Pentatonix. Me resulta demasiado sofisticada, pero reconozco que suena bien:
Y la que resulta un bombazo es la protagonizada por el dúo norteamericano For King & Country. Desde luego, no está hecha para dormir a las ovejas, sino para poner en danza a los pastores:
Después de este derroche de decibelios, quizás es conveniente terminar con una versión coral que nos deje más serenos. Aquí va la de la Joven Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Tiene la peculiaridad de fusionar El Tamborilero y El Bolero de Ravel.
Bueno, creo que, junto con el archiconocido Noche de Paz, éste es uno de los villancicos más cantados en todo el mundo. Detrás de su aparente ingenuidad, expresa en qué consiste la verdadera experiencia de fe, en entregar todo lo que somos a Dios. Él no espera de nosotros grandes dones, sino solo un poco de amor. Cuando lo amamos, él sonríe. La sonrisa de Dios es la única experiencia que llena nuestra corazón de una alegría inmarcesible. Si la Navidad nos acerca a ella somos afortunados.
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