martes, 25 de diciembre de 2018

Conversación junto al pesebre

La mañana ha amanecido luminosa en las afueras de Belén. María está recostada sobre un montón de paja caliente. Duerme serena. José anda de un lado para otro. Pasa la mano por la frente de su joven esposa. Inspecciona mil veces la cuna improvisada en el pesebre. También el niño duerme. Los pastores han regresado a sus campos tras una noche en vela. No hay cantos de ángeles ni visitas extrañas. Una comadre se acerca con algo para comer y se ofrece para cualquier servicio. Reina un silencio completo. Se diría que nada ha sucedido en este lugar. Los periodistas de la época no tenían ni idea de quién era este bebé. Y lo mismo sucede con muchos de los de hoy. Pasado un tiempo, María se despierta. José la ayuda a recostarse sobre el montón de paja. Está cansada, pero sonríe. Dentro de poco tiene que dar de mamar al niño. Los bebés son muy comilones. Le pregunto si le importa que conversemos un poco. Me hace un gesto con la cabeza para decirme que tiene ganas de hablar. Le prometo no cansarla mucho. José me pide que sea breve. Lo que dijimos aquella mañana del 25 de diciembre se me ha quedado grabado a fuego. Antes de que el paso del tiempo pueda borrarlo, lo transcribo con fidelidad.

Gundisalvus: ¿Cómo se siente una joven pareja con un bebé recién nacido?

José: Bendecidos. Esa es la palabra. Cuando veníamos de Nazaret a Belén pensaba que podía nacer por el camino. Me preocupaba que no tuviéramos un sitio para acogerlo. Pero Dios se ha apiadado de nosotros.

María: ¿Cómo quieres que me sienta? Muy feliz y agradecida. ¿Conoces a alguna mare que no se sienta feliz tras dar a luz? Nos han dejado esta parte inferior de la casa porque arriba estaba todo lleno. Pero aquí tenemos más tranquilidad y calor. Dios no nos deja de su mano. Somos pobres, pero no estamos abandonados.

Gundisalvus: He venido a veros desde el año 2018. Millones de personas en todo el mundo creen que vuestro hijo ha nacido para mostrarnos el camino de regreso a la casa paterna. Hay algunos que lo odian o que consideran que no es un hombre de carne y hueso, pero son los menos.

María: Yo sé que para Dios no existen las fronteras del espacio y del tiempo. No sé qué va a ser del pequeño Jesús. Solo sé que Dios ha querido que naciera entre nosotros. Yo lo voy a cuidar como el mejor tesoro. Sé que es mi hijo, pero no me pertenece. Es el hijo y el hermano de todos los hombres y mujeres de la tierra. Ya sé que algunos lo van a rechazar, pero yo pienso en todos aquellos para los cuales Jesús será su camino, verdad y vida.

José: A mí me cuesta mucho entender todo esto. Reconozco que sin la ayuda de María hace tiempo que hubiera tirado la toalla. Soy solo un trabajador de pueblo. ¿Qué he hecho yo para que el Altísimo se haya fijado en mí? Pero te aseguro que pondré alma, vida y corazón en cuidar al niño y a María. Sé que esto es lo que Dios quiere de mí.

Gundisalvus: Millones de parejas se fijan en vosotros para saber cómo vivir su relación, qué deben hacer para afrontar las dificultades y las crisis. Durante siglos vais a ser presentados como una familia modelo.

José: No quisiera defraudarte, pero me temo que la nuestra es una familia demasiado normal para ser modelo de nadie. Yo sé que Dios está con nosotros, pero intuyo que no nos va ahorrar ningún problema de los que tienen otras parejas amigas. Tendré que seguir trabajando más que hasta ahora y María deberá ocuparse día y noche del pequeño. Pero no nos preocupa demasiado el futuro. No queremos abandonar Nazaret para venirnos a Jerusalén en busca de un mejor porvenir. Procuraremos vivir cada minuto en la presencia de nuestro Padre y no nos iremos nunca a la cama sin habernos perdonado cualquier pequeña ofensa. Si esto es ser una familia modelo…

María: Las cosas de Dios se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban. Si te soy sincera, tengo la impresión de que este niño nos va a dar muchos dolores de cabeza. Pero le hemos dicho un sí a Dios que nunca vamos a retirar. El niño nos enseñará cómo mantenerlo cuando lleguen las dificultades.

Gundisalvus: Tengo muchas más preguntas, José y María, pero sé que no es el momento. Prometí ser breve. Os dejo descansar. Veo que se acercan algunos vecinos a echaros una mano. Tendremos tiempo de encontrarnos en otra ocasión. Muchas gracias por vuestra amabilidad. Que Dios siga siempre con vosotros.

Volví enseguida al 25 de diciembre de 2018. Cuando me desperté en una Roma luminosa, delicadamente invernal, no supe si mi conversación con María y José junto al pesebre había sido un sueño o una experiencia real. Durante unos segundos perdí la noción del tiempo. Incluso me pareció que yo mismo me había empeñado en transcribir una conversación imposible como ese padre que ha creado una página web con el solo propósito de hacerle ver a su hijo que los Reyes Magos existen. Mis colegas exégetas dicen que todo esto de la Navidad es un hermoso género literario que Mateo y Lucas inventan para dar significado teológico al origen de Jesús. Ningún notario estaba allí para levantar acta. Algunos periodistas con un cierto bagaje religioso se encargan de divulgar, como si fuera el descubrimiento del Mediterráneo, lo que mucha gente sabe: que probablemente Jesús nació en Nazaret (no en Belén) en un día desconocido del año (no el 25 de diciembre, día del Sol Invictus en la antigua Roma). Algunos enteradillos sienten un extraño placer en desmontar lo que les parece un mero montaje eclesial sin el más mínimo fundamento histórico. Frente a la fe popular, que tildan abierta y superficialmente de superstición, se yergue la fe crítica de quienes presumen de conocimientos históricos y exegéticos y miran por encima del hombro a las pobres criaturas que siguen creyendo en cuentos de hadas y explicaciones míticas (Hawking dixit). Dejemos que cada uno se entretenga como mejor sepa.

Es verdad que los estudios históricos y exegéticos ayudan a contextualizar el acontecimiento, pero no nos ahorran el riesgo de creer. Es verdad que Mateo, que escribe para cristianos procedentes del judaísmo, “hace nacer” a Jesús en Belén para que se cumpliera la profecía de Miqueas y que concibe la infancia de Jesús como la historia del pueblo de Israel en miniatura (con huida a Egipto y regreso incluidos). Es verdad que Lucas hace un esfuerzo por situar el nacimiento en coordenadas espacio-temporales que lo hagan verosímil para un lector pagano. Pero todas estas precisiones, aunque útiles y necesarias, no son suficientes para acoger el Misterio. Confieso que mi conversación junto al pesebre me ha sido más iluminadora que todos mis estudios bíblico-teológicos. Cuando la joven María me dijo que “solo sé que Dios ha querido que naciera entre nosotros” comprendí que los seres humanos tenemos unas formas de entender las cosas que no se corresponden con las de Dios. Nosotros presumimos de nuestras conquistas. Dios escribe la historia a base de sorpresas. Entonces solo quedan dos posturas: o considerar todo una fantasía (más o menos hermosa) o aceptar con humildad la revelación de Dios. Yo me quedo con la segunda. ¿Y tú?


Feliz Navidad 
a todos los amigos de El rincón de Gundisalvus

Happy Christmas 
to the friends of El Rincón de Gundisalvus

Buon Natale 
a tutti gli amici di El Rincón de Gundisalvus



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