jueves, 26 de julio de 2018

¡Qué hermosa eres, Roma!

Hoy tendría que decir algo sobre san Joaquín y santa Ana y sobre el hecho de que Jesús también tuvo abuelos, pero es un tema al que ya me referí el año pasado, así que me voy a fijar en la hermosa ciudad en la que vivo. A pesar de llevar tantos años en Roma, no he escrito mucho sobre la Ciudad Eterna en este Rincón. Hace un par de años dije algo sobre las siete caras de Roma, pero poco más. Sin embargo, ayer, acompañando a un matrimonio amigo, me pasé todo el día recorriendo el centro de la ciudad. Y, como es lógico, a pesar del calor del día de Santiago, volví a experimentar la magia de una ciudad que es única y entrañable. A las nueve de la mañana estábamos en la plaza de san Pedro. La columnata de Bernini, limpia tras años de restauración, nos acogió con sus brazos redondos. A esa hora todavía no había cola para entrar en la basílica de san Pedro. Pasado el control de seguridad, nos internamos en el enorme templo. Mis amigos no habían vuelto desde 1979, durante su viaje de luna de miel. Recordaban emociones. Volvieron a sentirse sobrecogidos por la magnificencia del imponente edificio. Había muchos turistas y peregrinos, pero no se notaba agobio. Como en cualquier casa que se precie, estaban de limpieza. Aquí y allá se erguían brazos articulados para llegar a las cornisas y limpiar o reparar algunas zonas. Toda la mañana se nos fue en explorar los rincones de la basílica (incluyendo la cripta) y de la plaza. Oré brevemente ante la tumba del Beato Pablo VI, que será canonizado el próximo mes de octubre. Confieso que Urbano VIII no me produce la misma emoción.

Tras el reposo de la comida de mediodía, reanudamos la marcha a partir de la Piazza del Popolo, un recinto que mis amigos no habían visitado en su primer viaje. Les impresionó sus dimensiones y su armonía. Ascendimos hasta el mirador del Pincio para, lentamente, llegar hasta la iglesia de la Trinità dei Monti y, desde allí, descender las escalinatas que conducen a Piazza di Spagna. Aunque ya no hay azaleas como hace años ni aparece Noemi Campbell desfilando, las escaleras lucían en todo su esplendor tras los recientes trabajos de limpieza y restauración. A mis amigos les sorprendió el imponente Palacio de España (sede de la embajada española ante la Santa Sede) casi tanto como los precios de algunas de las tiendas exclusivas de Via Condotti y Via Frattina. Que un modelito floreado de Dolce & Gabbana cueste 6.000 euros está al alcance de pocos bolsillos. El camino hasta la Fontana di Trevi, también esplendorosa tras los trabajos de restauración, estaba poblado de grupos de japoneses. ¿Nadie les va a decir a estos simpáticos orientales que no es obligatorio ir siempre en grupos de veinte o treinta personas? Parece que no saben moverse solos, con lo cual dificultan bastante la movilidad. Son hormiguitas colectivas. Mis amigos se quedaron prendados de la fuente, a pesar de que estaba atestada de turistas. Se hicieron fotos y lanzaron al agua la típica moneda para conseguir volver a Roma… dentro de otros 40 años.

Fue obligado el paso por la Pontificia Universidad Gregoriana, donde este amanuense hizo sus estudios de especialización. No soy muy dado a nostalgias, pero me vinieron gratos recuerdos. El paso por Piazza Venezia fue fugaz, en espera de una visita más detenida. Nuestro objetivo era llegar a la iglesia del Gesù antes de que cerraran. Mis amigos no la conocían. Se quedaron boquiabiertos ante el esplendoroso modelo de iglesia barroca. Coincidimos con una peregrinación de muchachos donostiarras presidida por el obispo de San Sebastián. Tuvimos tiempo todavía de visitar la iglesia de San Ignacio (sí, la de la falsa cúpula), la de Santa Maria sopra Minerva (casi el único vestigio de iglesia gótica en Roma) y el cercano Panteón de Agripa. El diámetro de su inmensa cúpula (43,44 metros) los dejó sobrecogidos. Caminando sin prisas, hicimos una visita rápida a la iglesia de San Luigi dei Francesi (aunque sin contemplar las pinturas del Caravaggio), dejamos a nuestra izquierda el Palazzo Madama (sede del Senado de la República), para llegar a la sugestiva Piazza Navona, antiguo estadio de Domiciano. Como es habitual, estaba llena de músicos callejeros, caricaturistas y otros expertos en entretenimiento popular. Antes de cerrar la jornada con una inmensa pizza capricciosa, una cerveza generosa y un helado de dos gustos, tuvimos tiempo de visitar el popular Campo dei Fiori y de admirar la perfección arquitectónica del Palazzo Farnese, sede de la embajada francesa.

Cada uno de estos lugares merecería una explicación detallada, pero no es cuestión del convertir el blog en una guía turística. Además, no tengo ningún en interés en amontonar datos históricos o descripciones artísticas, sino en consignar emociones. A mí Roma me emociona, me enamora, me agota, me indigna, pero nunca me aburre. Creo que una de las canciones que mejor ha captado el espíritu de esta ciudad es Roma capoccia. Os dejo con la versión de Antonello Venditti. A mí me pone la piel de gallina. Por si el romanesco no se entiende bien, os pongo la traducción española. ¡suerte y hasta que vengáis por aquí!


Roma capoccia



Roma cabeza


Quanto sei bella Roma quand'è sera
quando la luna se specchia
dentro ar fontanone
e le coppiette se ne vanno via,
quanto sei bella Roma quando piove.

Quanto sei grande Roma
quand'è er tramonto
quando l'arancia rosseggia
ancora sui sette colli
e le finestre so' tanti occhi,
che te sembrano di'
quanto sei bella.
Quanto sei bella.

Oggi me sembra che
er tempo se sia fermato qui,
vedo la maestà der Colosseo
vedo la santità der cupolone,
e so' piu' vivo e so' più bbono
no nun te lasso mai
Roma capoccia
der mondo infame,
Roma capoccia
der mondo infame.

Oggi me sembra che
Er tempo se sia fermato qui
Na carrozzella va co du stranieri
n rubivecchi te chiede un po' de stracci
li passeracci so' usignoli;
io ce so' nato Roma,
io t'ho scoperta stamattina
io t'ho scoperta.

Oggi me sembra che
er tempo se sia fermato qui,
vedo la maestà der Colosseo
vedo la santità der cupolone,
e so' piu' vivo e so' più bbono
no nun te lasso mai
Roma capoccia
der mondo infame,
Roma capoccia
der mondo infame.



Qué hermosa eres, Roma, por la tarde,
Cuando la luna se refleja
dentro de la gran fuente
y las parejitas salen,
Qué hermosa eres, Roma, cuando llueve.

Qué grande eres, Roma
cuando atardece,
Cuando el naranja destella una vez más
Sobre las siete colinas
Y las ventanas son como ojos
Que parecen decirte
Qué hermosa eres
Qué hermosa eres.

Hoy me parece que
El tiempo se hubiese detenido aquí.
Veo la majestad del Coliseo,
Veo la santidad de la gran cúpula.
Y estoy más vivo, y soy más bueno,
No te dejo jamás
Roma cabeza
Del mundo infame,
Roma cabeza
Del mundo infame

Hoy me parece que
El tiempo se hubiese detenido aquí.
El coche de caballos va con dos extranjeros,
Un mendigo te pide unos andrajos
Los pajarillos son ruiseñores,
Yo he nacido aquí, Roma,
Te he descubierto esta mañana,
Te he descubierto.

Hoy me parece que
El tiempo se hubiese detenido aquí.
Veo la majestad del Coliseo,
Veo la santidad de la gran cúpula.
Y estoy más vivo, y soy más bueno,
No te dejo jamás
Roma cabeza
Del mundo infame,
Roma cabeza
Del mundo infame.




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