jueves, 25 de enero de 2018

La corrupción y la gripe

Hoy es un día cargado de recuerdos. Litúrgicamente celebramos la fiesta de la conversión de san Pablo. También hoy se termina la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, inspirada en este texto bíblico: “Fue tu diestra quien lo hizo, Señor, resplandeciente de poder” (Ex 15,6). Confieso que este año, por diversas razones, no he prestado mucha atención a este acontecimiento ecuménico. Por si no fuera suficiente con las anteriores celebraciones, hoy se conmemora el 59 aniversario de aquel sorprendente anuncio que el papa Juan XXIII hizo en la basílica de san Pablo Extramuros de Roma el 25 de enero de 1959. ¡Al anciano Papa se le había ocurrido la peregrina idea de convocar un Concilio ecuménico, que acabaría siendo el Concilio Vaticano II (1962-1965)! Lo que vino después ha marcado nuestra forma de vivir la fe y de entender la misión de la Iglesia en las últimas décadas. 

En estos días de enero me las voy apañando para terminar de leer a ratos perdidos Las legiones malditas y comenzar con El mundo de ayer, la interesantísima autobiografía de Stefan Zweig a la que me referí en la entrada del miércoles pasado. Ambos libros me sumergen en otros tiempos, me alejan un poco del tráfago diario y me ayudan a comprender mejor las pasiones constantes del ser humano. No somos lo mismo que hace uno o veintitrés siglos, pero, al fin y al cabo, seguimos siendo los mismos. A Xabier Zubiri le gustaba jugar con esta distinción. Es verdad. Muchas cosas han cambiado a lo largo del tiempo, pero el amor y el odio, la ambición de poder y dinero, los deseos de libertad y de justicia, se siguen declinando igual que hace siglos.

Esta misma tarde me pongo de nuevo en camino, pero antes quiero repasar lo vivido ayer. En Roma la mañana era luminosa y fría. No se veía una nube en el cielo azulísimo. Decidí ir a la audiencia general de los miércoles con el papa Francisco. Lo suelo hacer una vez al año. Disponía de un billete para el sagrato de la plaza de san Pedro. Eso me aseguraba una buena panorámica de la plaza y, sobre todo, una relativa proximidad al Papa. Llegué, junto con otros compañeros, en torno a las 8,30 de la mañana. La audiencia no comenzó hasta las 10. Me dejé acariciar por el sol matutino para compensar el frío ambiental. Los peregrinos fueron llenando la parte delantera de la plaza. Cuando faltaba menos de media hora para el comienzo, el Papa empezó a recorrer las calles en el papamóvil. Se escucharon algunos gritos de Viva el Papa, pero, en general, el tono fue comedido. Un coro brasileño se encargaba de ambientar musicalmente la espera. Me sorprendió escuchar la conocida melodía de Garota de Ipanema con letra cristiana. Si se hizo hace años con canciones de Bob Dylan (Saber que vendrás toma la música de Blowing in the wind) y de Los Beatles (hay un famoso Santo con la melodía de Help), no hay que extrañarse de que la cristianización llegue también al tema de Vinícius de Moraes y de Antônio Carlos Jobim. Lo más pesado de la audiencia es tener que escuchar casi todo en francés, inglés, alemán, polaco, árabe, portugués (en boca de lectores nativos), además de las palabras del Papa en italiano y español. Quizás es inevitable, a menos que los peregrinos pudieran sintonizar en sus teléfonos móviles (hoy todo el mundo los lleva) una frecuencia para escuchar la traducción simultánea en su lengua respectiva. Todo se andará.

El papa Francisco nos hizo un resumen de su reciente viaje a Chile y Perú. Cuando estaba leyendo el texto más extenso en italiano, no el resumen en las otras lenguas, se permitió improvisar algunas palabras sobre un tema que le trae de cabeza. Literalmente dijo esto: “Non so se voi avete sentito qui parlare di corruzione … non so ... Non solo da quelle parti c’è: anche qua ed è più pericolosa dell’influenza! Si mischia e rovina i cuori. La corruzione rovina i cuori. Per favore, no alla corruzione. E ho rimarcato che nessuno è esente da responsabilità di fronte a queste due piaghe e che l’impegno per contrastarle riguarda tutti”. Traduzco sobre la marcha: “No sé si habéis oído aquí hablar de corrupción… no sé… No solo se da por allí [se refiere a Perú y Chile, y a Latinoamérica en general], también por aquí, y es más peligrosa que la gripe. Se cuela y destruye el corazón. La corrupción echa a perder los corazones. Por favor, no a la corrupción. He acentuado que nadie está exento de responsabilidad ante estas dos plagas y que el compromiso por luchar contra ellas es cosa de todos”. De regreso a casa, leo algo sobre un conocido partido político, que se añade a lo leído hace una semana sobre otro, y hace poco más de un mes sobre un tercero. Tampoco en la Iglesia es oro todo lo que reluce.  En fin, no sé si el Papa estaba delirando o hablaba de algo conocido. ¿A ustedes les suena este tema? Que en pleno invierno compare la corrupción con la gripe e insista en que la primera es más peligrosa que la segunda, además de brindar un buen titular a los medios de comunicación, ha hecho que pensemos en la corrupción en términos de epidemia. ¿Será verdad esto?  ¿No estará exagerando un poco este anciano Papa? En fin, que uno no gana para sustos. ¿Qué opinan ustedes?

No viene mucho a cuento, pero es bueno dejar que la belleza nos cure un poco de tanta podredumbre



1 comentario:

  1. Que el Papa no está exagerando en el tema de la corrupción... Hay más de la que llega a ssr noticia... Si saliera toda a la luz, no sé que pasaría, nos daríamos cuenta de que realmente es una epidemia y grave...
    Gracias Gonzalo por tu comunicación.

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