He estado varias veces en
Santiago de Compostela, pero nunca he hecho el Camino de Santiago. Hasta ahora no he dispuesto del tiempo necesario
para hacerlo; sin embargo, no cejo en mi intención. Llegará el momento oportuno. Me
temo que tendré que esperar al menos cuatro años. No sé si lo haré solo o en
compañía. Desde luego, no pienso hacer una película como The Way de Martin Sheen ni voy a escribir una novela como hizo Paulo Coelho o un libro autobiográfico como el de Shirley MacLaine. Aunque nunca se sabe. Más vale no hacer promesas que luego no se cumplen.
He hablado con bastantes personas que han hecho el Camino. Todas coinciden en que se trata de una experiencia única. Algunas me han dicho que les ha cambiado la vida. Es como si, poniéndose en marcha, hubieran dejado atrás una vida superficial y aburrida y hubieran barruntado que se puede vivir de otra manera, que hay una existencia nueva más allá del trabajo, la familia, la diversión y el aburrimiento. Camino físico y camino espiritual se dan la mano.
¿Por qué en las últimas décadas el Camino de Santiago ha adquirido tanta fuerza? Hay razones coyunturales (desde la promoción turística de los lugares al interés económico), pero creo que la más profunda tiene que ver con la búsqueda de sentido que experimentamos hoy. Muchas personas no están satisfechas con su estilo de vida. Intuyen que estamos hechos para otra cosa. Siempre repito las palabras de Agustín de Hipona porque me parece que no hay forma mejor de describir el anhelo humano: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón siempre estará inquieto hasta que descanse en ti” . Podemos entretener la existencia de varias maneras, dar vueltas a muchas cosas interesantes, pero estamos programados para una sola: vivir en Dios. Hasta que no damos con ella, perdemos miserablemente el tiempo.
He hablado con bastantes personas que han hecho el Camino. Todas coinciden en que se trata de una experiencia única. Algunas me han dicho que les ha cambiado la vida. Es como si, poniéndose en marcha, hubieran dejado atrás una vida superficial y aburrida y hubieran barruntado que se puede vivir de otra manera, que hay una existencia nueva más allá del trabajo, la familia, la diversión y el aburrimiento. Camino físico y camino espiritual se dan la mano.
¿Por qué en las últimas décadas el Camino de Santiago ha adquirido tanta fuerza? Hay razones coyunturales (desde la promoción turística de los lugares al interés económico), pero creo que la más profunda tiene que ver con la búsqueda de sentido que experimentamos hoy. Muchas personas no están satisfechas con su estilo de vida. Intuyen que estamos hechos para otra cosa. Siempre repito las palabras de Agustín de Hipona porque me parece que no hay forma mejor de describir el anhelo humano: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón siempre estará inquieto hasta que descanse en ti” . Podemos entretener la existencia de varias maneras, dar vueltas a muchas cosas interesantes, pero estamos programados para una sola: vivir en Dios. Hasta que no damos con ella, perdemos miserablemente el tiempo.
Caminar durante días o semanas por tierras de Navarra, La Rioja, Castilla-León y Galicia (en el caso de que uno escoja el camino francés) nos recuerda nuestra esencial condición inacabada. El
ser humano, en bella expresión de Gabriel Marcel, es un homo viator. La vida humana es, pues, un itinerario hacia la plena
realización de uno mismo. Somos seres que caminan: venimos de algún lugar y nos dirigimos a otro. También el cristianismo primitivo fue conocido como “el camino” (Hch 9,2). Sin embargo, hoy muchos creyentes, narcotizados por el exceso de estímulos, “infoxicados” por muchas y
contradictorias informaciones, acabamos perdiéndonos. Nos identificamos con las
palabras del apóstol Tomás: “Señor, no
sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” (Jn 14,5). Quizá el Camino
de Santiago nos ayuda a redescubrir el significado personal de las palabras de
Jesús: “Yo soy el camino” (cf. Jn 14,6).
Escribo esto en la fiesta de Santiago el Mayor, originario de Betsaida, hermano de Juan y
discípulo de Jesús. Fue asesinado en Jerusalén en tiempos del rey Herodes Agripa
I, entre los años 41-44. Su nombre tiene muchas variantes según las lenguas. La discusión acerca de si sus restos se encuentran
en la catedral que lleva su nombre en Santiago de Compostela sigue abierta. Lo
que es evidente es que el lugar ha sido durante siglos meta de grandes
peregrinaciones. Y lo sigue siendo en los primeros años del siglo XXI. El alemán Goethe llegó a
afirmar que Europa tomó conciencia de su identidad peregrinando a Santiago de Compostela. Hoy
volvemos a sentirnos peregrinos. Para la socióloga francesa Danièle
Hervieu-Léger, el paradigma del “peregrino” –a diferencia de los paradigmas
del “observante” y del “militante”, típicos de décadas pasadas– es el que mejor
caracteriza a los creyentes europeos de hoy, e incluso a muchos hombres y
mujeres que buscan un nuevo sentido a su vida en momentos de crisis y
transición. Solo cuando salimos de nosotros mismos y nos ponemos a caminar con
otros descubrimos quiénes somos y cuál es nuestra misión.
¿En que se diferencia un
turista o un vagabundo de un peregrino? En la motivación que les pone en
camino. Unos lo hacen con profundo sentido religioso y de penitencia para
llegar a las raíces apostólicas de la fe, otros en búsqueda de un encuentro con
la fe, tal vez por primera vez, o acaso para recuperar, después de un tiempo de
abandono, la fe perdida.... Las diferentes actitudes pueden tener el mismo
fondo en la intención. Y es la intención la que constituye a uno en peregrino. El
peregrino suele recibir la bendición de Dios para hacer este difícil camino antes
de partir. Así la expresa el Codex
Calixtinus del siglo XII en las fórmulas de bendición del
morral y del bastón:
“En nombre de nuestro Señor Jesucristo, recibe este morral, hábito de tu peregrinación, para que, castigado y enmendado, te apresures en llegar a los pies de Santiago, a donde ansías llegar, y para que después de haber hecho el viaje, vuelvas al lado nuestro con gozo, con la ayuda de Dios, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.”
“Recibe este báculo, que sea como sustento de la marcha y del trabajo, para el camino de tu peregrinación, para que puedas vencer las catervas del enemigo y llegar seguro a los pies de Santiago, y después de hecho el viaje, volver junto a nos con alegría, con la anuencia del mismo Dios, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.”
Peregrinar, en definitiva, es como un taller
que nos educa en algunas actitudes esenciales para la vida. Lo que necesitamos para sobrevivir en el Camino de Santiago lo necesitamos para el camino de la vida cotidiana:
Creer en nosotros mismos
y en cuanto nos rodea.
Esperar que todos los comportamientos son susceptibles de cambio.
Amarnos a nosotros mismos, amar a los demás, a la naturaleza y a Dios.
Desmontar nuestros prejuicios y mecanismos de defensa y abrirnos a los demás.
Entrar en nosotros mismos y reflexionar en silencio para saber quiénes somos y adónde vamos.
Gracias padre Gonzalo porrecordarnos actitudes escenciales de la vida. Dios ke bendiga.
ResponderEliminarPreciosa reglexion. Me ha servido para darme cuenta de lo necesario de estar siempre en peregrino y para sentir el deseo de volver a realizar el Camino De Santiago. Gracias
ResponderEliminarEs bueno que nos recuerden actitudes/aptitudes esenciales. Buen día
ResponderEliminar