Ayer me acosté
tarde porque estuvimos cerrando la puesta a punto de una nueva página web que
se ha abierto hoy. Los jerarcas de la información han acuñado un nuevo
dogma, más exigente que los viejos de la dogmática católica. El nuevo dogma
reza así: “Si no estás en Internet, no
existes”. ¡Menos mal que la experiencia lo contradice! Algunas de las
personas que más quiero ni están en Internet ni se las espera. Pero es cierto
que Internet es hoy la plaza pública en la que, tarde o temprano, todos nos
encontramos. Por esa razón, hemos abierto una página web que ayude a preparar
la beatificación de 109 misioneros claretianos el próximo 21 de octubre en
Barcelona. Todos ellos fueron martirizados entre 1936 y 1937. Hemos querido jugar con el simbolismo del número. Por eso, el
lanzamiento de la página se ha producido 109 días antes de esa fecha. A partir de hoy, comienza la cuenta atrás. Cada día iremos presentando la figura de uno de ellos, con un texto bíblico que ayude a interpretar su entrega desde la palabra de Dios. Necesitamos conocer historias de carne y hueso, comprobar que personas como nosotros han sido capaces de entregar su vida superando el temor a la muerte. Los maestros iluminan pero solo los testigos convencen.
No es fácil
explicar a las generaciones actuales el significado del martirio. Y más cuando
se trata de un martirio producido hace poco más de 80 años. Millones de
personas sufrieron las consecuencias de la guerra civil española. Muchas nunca
han podido saber el paradero de sus seres queridos. Una capa de silencio cubre
historias de seres humanos que fueron asesinados. ¿Tiene algún sentido
beatificar a unos pocos cuando a otros muchos no los recuerda nadie? ¿No supone una beatificación reabrir viejas heridas que creíamos cicatrizadas? Son preguntas pertinentes que nos empujan a precisar un par de cosas. La beatificación de unos pocos no supone
ninguna afrenta a los demás. Todos los muertos, con independencia de su credo religioso o político, tienen derecho a ser recordados y enterrados
con dignidad. De esto no me cabe duda. Cualquier esfuerzo en esta dirección ayudará
a una verdadera reconciliación. Pero una beatificación no es, sin más, un deber
de piedad, un recordatorio amistoso o un homenaje social. Una beatificación, en sentido cristiano,
significa atestiguar que una persona (o varias como en el caso presente) han
sido asesinadas por confesar a Jesucristo, por odium fidei (por usar la expresión técnica). No se trata solo de
ser fieles a unos ideales del tipo que sean (políticos, sociales, etc.) sino de
confesar a Jesucristo. Y, además, se requiere que el mártir (es decir, el
testigo) muera sin odio, perdonando a sus verdugos. Los mal llamados mártires yihadistas de nuestros días también mueren por sus ideales, pero no lo hacen por amor y perdonando, sino todo lo contrario: mueren víctimas de su propio odio y matando a muchos inocentes. La diferencia salta a la vista, aunque todos invoquen el nombre de Dios.
Estos dos
elementos (confesión de Jesucristo y perdón de los verdugos) se dan
heroicamente en el caso de los 109 misioneros claretianos que serán
beatificados en octubre. En la página web que hoy se abre (www.109cmf.org) se pueden conocer con detalle
sus historias, la autenticidad de su testimonio probado. Es verdad que a veces
uno se queda sin palabras ante la crueldad con que fueron tratados, pero llama
mucho más la atención su respuesta valiente y entusiasta. Los misioneros eran
conscientes del riesgo que corrían. Con prudencia, buscaron ponerse a salvo,
pero, cuando fueron cazados (no
encuentro una expresión mejor), en ningún caso renunciaron de su fe, a pesar de que en muchas
ocasiones les prometieron la libertad si lo hacían. ¿No es admirable una
entereza como ésta? Tras un largo proceso de investigación, la Iglesia ha
reconocido la autenticidad de su testimonio martirial. Celebrarlo no supone ir
contra nadie, ni siquiera contra aquellos que los asesinaron. Una beatificación es
siempre una celebración de la fe y del perdón. Por eso, tiene siempre sentido. No es un
ajuste de cuentas con el pasado sino una apuesta de futuro. Solo podemos vivir juntos cuando aprendemos a
respetarnos y perdonarnos.
Es verdad que el historiador
no se contenta con levantar acta de los hechos. La pregunta que siempre flota
es: ¿Por qué se llegó a un extremo tan inhumano en pleno siglo XX? A un amigo
mío indio, que lleva viviendo en Europa más de 15 años, le costó mucho entender
que en un país católico –como se suponía que era España en el siglo XX– se hubiera producido
una matanza fratricida. En toda guerra
hay mucho de diabólico, de inexplicable. Pero hay también causas que, bien
analizadas, nos ofrecen claves para no cometer los mismos errores. ¿Por qué los
cristianos suscitaban tanto odio en algunos grupos sociales? ¿Era solo por el
rechazo que siempre produce el Evangelio en quienes viven en contra de sus
valores o hubo también actitudes y comportamientos por parte de los creyentes que
incitaron al odio? Sin un profundo examen de conciencia, es imposible avanzar
en la dirección justa. En cualquier caso, el testimonio de estos 109 misioneros
es inequívoco. No se trata de militantes de un bando político sino de personas
(en su mayoría, bastante jóvenes) que no dudaron en confesar su fe aun a costa
de su vida. En tiempos líquidos como
los nuestros, estas actitudes sólidas nos
desarman.
Hooooola, buenos días. Internet tiene muchas ventajas entre ellas llegas muy rápido a mucha gente y no hay distancias y para el oficio tuyo de pastor de almas es otra forma de pescar, de sembrar.
ResponderEliminarEn cuanto a las beatificaciones escribí un relato en el que estudié un poco por encima el proceso de beato. Te pongo aquí la dirección por si te entretiene y tienes tiempo, esto segundo creo que un poco dificil pero...
https://angelesysuscuentos.blogspot.com.es/2016/01/doce-escalones.html