Desde anteayer
estoy en Los Negrales, a unos 40 kilómetros de Madrid, en las estribaciones de
la sierra de Guadarrama. Ayer comencé unos días de ejercicios espirituales con
19 jóvenes claretianos y sus dos formadores. La proveniencia de los jóvenes
refleja el rostro internacional de nuestra congregación claretiana. Hay jóvenes
de Vietnam, Paraguay, Camerún, India, Filipinas, Indonesia, Corea del Sur, Rusia, China y España. He dividido el grupo en cinco subgrupos de cuatro (o tres)
personas. Cada uno de ellos ha elegido un nombre bíblico: Samaria, Galilea, Ain Karim, Talita kumi, María Magdalena. La jornada comienza con media hora de camino antes de la oración de
laudes y del desayuno. Después, hasta la hora del almuerzo, combinamos las
meditaciones audiovisuales con continuos trabajos de comunicación en los pequeños
grupos. No lo hacemos solo por razones didácticas sino, sobre todo, para redescubrir
la importancia de caminar espiritualmente juntos, como comunidad de llamados. Cada
vez me parece más sospechosa una espiritualidad centrada en el binomio Dios y
yo, olvidando que vivimos entrelazados los unos con los otros, que formamos un cuerpo,
que constituimos un pueblo en marcha. Por las tardes dedicamos todo el tiempo
al silencio y a la adoración siguiendo algunas orientaciones. El día se cierra,
tras la cena, con la recitación del rosario en los pequeños grupos.
¿Por qué un grupo
de jóvenes realiza cada año esta experiencia? Porque acoge la invitación de
Jesús a “ir a un lugar solitario para
descansar un poco” (Mc 6,30). Es una forma de procesar las experiencias del
verano y prepararse para el inicio de un nuevo curso académico y pastoral a la luz de la Palabra de Dios. La combinación
del ritmo comunitario y personal, del diálogo y del silencio, del camino y de
la quietud ayuda mucho a “ajustar las coordenadas” de la propia vida a la voluntad de Dios: quién
soy, dónde estoy, adónde voy, qué busco, etc. Pero para un misionero, el silencio y
el viaje a la interioridad no son el objetivo último sino el punto de partida.
En el texto de Marcos, apenas Jesús se ha retirado con sus discípulos, acuden
las muchedumbres en su busca. Y él no se desentiende alegando que “está de
retiro” sino que “sintió compasión de
ellas porque andaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles” (Mc
6,34). Todo retiro tiene siempre una finalidad compasiva y misionera.
Mientras escribo
estas líneas pienso que me gustaría mucho hacer una experiencia parecida con
otro tipo de personas: por ejemplo, con algunos de mis amigos o con los jóvenes
que he encontrado en las últimas semanas. Estoy seguro de que para la mayoría
sería una experiencia refrescante y renovadora.
Pero, por desgracia, no es
fácil disponer de cuatro o cinco días para dejar las ocupaciones familiares y
laborales, retirarse a una casa de espiritualidad y zambullirse en un
itinerario de búsqueda, diálogo y contemplación.
Tendremos que ser imaginativos
para encontrar fórmulas que sean compatibles con los horarios, posibilidades
económicas y, sobre todo, con las necesidades de muchas personas que anhelan “algo
diferente” que les ayude a afrontar la vida con sentido, paz y alegría. Lo que
estoy viviendo estos días es, en el fondo, un laboratorio que ayuda a explorar
caminos nuevos.
Pues me parece una gran idea organizar ese tipo de retiro. Yo, solo o con mi mujer, haría todo lo posible por poder asistir. Hace siglos que no voy a Retiros y me parece que es algo muy conveniente e incluso necesario.
ResponderEliminarPodíamos ir madurando la idea. Tal vez algunos de los lectores habituales de este Rincón se animarían un fin de semana.
EliminarApoyo la propuesta. Lo complicado es coincidir con tu apretada agenda. Pero dejemos al Espíritu que haga su labor. Un abrazo.
ResponderEliminarSi consigues esta experiencia refrescante y renovadora para tod@s, cuenta conmigo.
ResponderEliminarGracias por compartir tus inquietudes.